Comenzamos ya, con gran alegría, la semana preparatoria de Navidad. Y cantamos en la entrada: " Exulta, cielo; alégrate, tierra, porque viene el Señor y se compadecerá de los desamparados " (Is 49, 33).
En la oración colecta (Rótulus de Rávena) pedimos a Dios creador y restaurador del hombre, que ha querido que su Hijo, Palabra eterna, se encarnara en el seno de María, siempre Virgen, que escuche nuestras súplicas, para que Cristo, su Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne, a imagen suya, transformarnos plenamente en hijos suyos.
– Gn 49, 2.8-10: No se apartará de Judá el Reino. La bendición de Jacob sobre sus hijos augura la supremacía de Judá hasta la llegada del Cristo que esperan las naciones. La perspectiva de la salvación se va definiendo poco a poco. Esta lectura es un bello poema. Recoge el oráculo de Jacob sobre la tribu de Judá, que destacará por su vigor, independencia y supremacía sobre las demás tribus.
David y Salomón eran del linaje de Judá, y con ellos el pueblo judío obtuvo un gran esplendor. Jerusalén está en el territorio de Judá. Toda la historia judía está en función de Cristo; así toda la historia humana, representada por Israel, está en función de la venida del Mesías. La verdadera preeminencia de Judá está, pues, en que de esta tribu había de nacer Cristo, Salvador del mundo.
Por eso no se le quitará a Judá el cetro, porque es un cetro que supera las vicisitudes históricas y políticas de un pueblo. Es el cetro de Dios. El único que no puede quitarse, porque nunca ha sido dado. Es intrínseco a Dios mismo. Es el signo de su poder, pero, sobre todo, de su amor, porque reinando Dios, sirve a sus siervos, a quienes hace amigos.
Por eso, decimos con la liturgia que Cristo es la Sabiduría de Dios, que llega de un confín a otro de la tierra, disponiendo todo con suavidad y energía. Lo que el mundo juzga estupidez, es elegido por Dios para confundir con ello a los sabios. La Sabiduría de Dios en el pesebre, en la pobreza, en el silencio, en la debilidad... La Sabiduría de Dios en la cruz.
– La bendición de Jacob sobre Judá se realiza plenamente en Cristo: su mano tendrá un cetro real, su Reino será la Iglesia, que camina hacia la Jerusalén celeste, llamada visión de paz. El Salmo 71 nos invita a la contemplación de esta Iglesia definitiva, de aquel Reino de Jesucristo en el que florecerán la justicia y la paz:
" Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente. Que los montes traigan la paz y los collados, la justicia. Que Él defienda a los humildes del pueblo y socorra a los hijos del pobre... Que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. Que su nombre sea eterno..., que Él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra ".
– Mt 1, 1-17: Genealogía de Jesucristo, hijo de David. El que es acogido por los justos y perseguido por su propio pueblo desde el comienzo. Cristo está vinculado estrechamente a su pueblo y a la humanidad entera. En su genealogía entran mujeres de origen no israelita. En la historia de la salvación Dios elige a veces caminos que pueden desconcertar a los hombres. De entre los hijos de Jacob elige a Judá, ni el primero ni el último.
Nuestra fe ha de habituarse a este paso de Dios, aunque nos parezca, a veces, desconcertante. Cristo es Dios y hombre. En cuanto hombre tiene una ascendencia. No es un mito. Es un ser histórico que se inserta en su pueblo de Israel. No sería hombre, si no fuera de este modo. De Cristo, Mesías de todas las naciones, se habría podido pasar por alto su origen histórico. Sin embargo, no ha sido así. El evangelista nos narra su origen humano con diligencia y detalladamente. San León Magno comenta:
" De nada sirve reconocer a nuestro Señor como hijo de la bienaventurada Virgen María y como hombre verdadero y perfecto, si no se le cree descendiente de aquella estirpe que en el Evangelio se le atribuye.
" Dice, en efecto, Mateo: "Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham"; y a continuación viene el orden de su origen humano, hasta llegar a José, con quien se hallaba desposada la Madre del Señor.
" Lucas, por su parte, retrocede por los grados de ascendencia y se remonta hasta el mismo origen del linaje humano, con el fin de poner de relieve que el primer Adán y el últio Adán son de la misma naturaleza... Consustancial como era [Cristo] con el Padre, se dignó a su vez hacerse consustancial con su Madre, y siendo como era el único que se hallaba libre de pecado, unió consigo nuestra naturaleza... No hubiérsemos podido beneficiarnos de la victoria del triunfador, si su victoria se hubiera logrado al margen de nuestra naturaleza.
" Por esta admirable participación, ha brillado para nosotros el misterio de la regeneración, de tal manera que, gracias al mismo Espíritu por cuya virtud fue concebido Cristo, hemos nacido nosotros de nuevo de un origen espiritual " (Carta 31).
El infinito se alcanza pacientemente en el límite, aceptando ser lo que somos. Se supera solo lo que se acepta y se ama. La divina Sabiduría se revistió de naturaleza humana, tomó la forma frágil de un niño. Eligió la pequeñez, la pobreza, la obediencia, la sujeción a otro, la vida oculta. Lo que el mundo tiene por bajo y despreciable, lo que cree nulo es preferido por Dios, para aniquilar aquello que cree ser algo (1Co 1, 20).