3ª semana de Pascua, martes

Entrada: " Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y los que le teméis, pequeños y grandes, porque ya llega la victoria, el poder y el mando de nuestro Mesías. Aleluya " (Ap 19, 5; Ap 12, 10).

Colecta (compuesta con textos de los Sacramentarios Gelasiano, Gregoriano y de Bérgamo): " Señor, tú que abres las puertas de tu reino a los que han renacido del agua y del Espíritu. Acrecienta la gracia que has dado a tus hijos, para que purificados del pecado alcancen todas tus promesas ".

Ofertorio: " Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo; y pues en la resurrección de tu Hijo nos diste motivo de tanta alegría, concédenos participar de este gozo eterno ".

Comunión: " Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él. Aleluya " (Rm 6, 8).

Postcomunión: " Mira, Señor, con bondad a tu pueblo, y ya que has querido renovarnos con estos sacramentos de vida eterna, concédele también la resurrección gloriosa ".

Hch 7, 51-59: Señor Jesús, recibe mi espíritu. La defensa de Esteban ante sus acusadores se transforma en una acusación, ante la incredulidad de los jefes del pueblo, y le acarrea el martirio por medio de la lapidación. Al morir Esteban ruega al Señor en términos similares a los que Éste se dirigió al Padre desde la Cruz. Es el testimonio más antiguo de una oración dirigida a Cristo en la gloria del Padre. La celebración eucarística configura progresivamente nuestra vida cristiana a la imagen ideal de Cristo. Al mismo tiempo nos hace testigos del Señor: nos pone en contacto experiencial con la Palabra de Vida y nos empuja a una actividad apostólica, fruto de la libertad del Espíritu. Comenta San Efrén:

 " Es evidente que los que sufren por Cristo gozan de la gloria de toda la Trinidad. Esteban vio al Padre y a Jesús situado a su derecha, porque Jesús se aparece sólo a los suyos, como a los Apóstoles después de la resurrección. Mientras el Campeón de la fe permanecía sin ayuda en medio de los furiosos asesinos del Señor, llegado el momento de coronar al primer mártir, vio al Señor, que sostenía una corona en la mano derecha, como si se animara a vencer la muerte y para indicarle que Él asiste interiormente a los que van a morir por su causa. Revela, por tanto, lo que ve, es decir, los cielos abiertos, cerrados a Adán y vueltos a abrir solamente a Cristo en el Jordán, pero abiertos también después de la Cruz a todos los que conllevan el dolor de Cristo y en primer lugar a este hombre. Observad que Esteban revela el motivo de la iluminación de su rostro, pues estaba a punto de contemplar esta visión maravillosa. Por eso se mudó en la apariencia de un ángel, a fin de que su testimonio fuera más fidedigno " (Sermón sobre los Hechos 7).

– En tus manos encomiendo mi espíritu. Palabra que en Cristo encuentran plenitud de sentido: el abandono, el sufrimiento, la confianza, la liberación. Invitación a todos los creyentes a una apertura total a Dios que revela los prodigios de su misericordia protectora. Por eso empleamos el Salmo 3, en el que se insertan estas palabras: " Señor, sé la Roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, Tú que eres mi Roca y mi baluarte, por tu nombre dirígeme y guíame. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu; Tú el Dios leal, me librarás; yo confío en el Señor. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia. En el asilo de tu presencia nos escondes de las conjuras humanas ".

Jn 6, 30-35: No fue Moisés, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Como en otros pasajes del Evangelio, Jesús hace pasar a sus oyentes del sentido material al espiritual. De este modo llegamos al culmen de la revelación de Jesús, cuando éste proclama: " Yo soy el Pan de Vida ". Comenta San Ambrosio:

 " ¿A qué fin pides, oh judío, que te conceda el pan Aquél que lo da a todos, lo da a diario, lo da siempre? En ti mismo está el recibir este pan: acércate a este pan y lo recibirás. De este pan está dicho: "Todos los que se alejan de ti perecerán" (Sal 72, 27). Si te alejares de Él, perecerás. Si te acercares a Él, vivirás. Este es el pan de la vida; así pues, el que come la vida no puede morir. Porque, ¿cómo morirá aquél para quien el manjar es la vida? ¿Cómo desfallecerá el que tuviere sustancia vital?

" Acercaos a Él y saciaos, porque es pan. Acercaos a Él y bebed, porque es fuente. Acercaos a Él y seréis iluminados (Sal 33, 6), porque es luz (Jn 1, 9). Acercaos a Él y sed libres, porque donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad (2Co 3, 17). Acercaos a Él y sed absueltos, porque es perdón de los pecados (Ef 1, 7). ¿Preguntáis quién es éste? Oídle a Él mismo que dice: "Yo soy el Pan de Vida; el que viene a Mí no tendrá hambre; y el que cree en Mí no pasará nunca sed" (Jn 6, 35). Le oísteis y le visteis y no le creísteis; por eso estáis muertos; ahora siquiera, creed para que podáis vivir " (Exposición sobre el Salmo 118, 28).