Entrada: " Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; revela a las naciones su justicia. Aleluya " (Sal 97, 1-2).
Colecta (compuesta con textos del Gelasiano, Gregoriano y Sacramentario de Bérgamo): " Señor, Tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos; míranos siempre con amor de Padre y haz que cuantos creemos en Cristo tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna ".
Ofertorio: " ¡Oh Dios!, que por el admirable trueque de este sacrificio nos haces partícipes de tu divinidad; concédenos que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta verdad que conocemos ".
Comunión: " Yo soy la vid verdadera; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante. Aleluya " (Jn 15, 1.5).
Postcomunión (del Misal anterior , retocada con textos del Veronense, Gelasiano y Gregoriano): " Ven Señor en ayuda de tu pueblo y, ya que nos has iniciado en los misterios de tu Reino, haz que abandonemos nuestra antigua vida de pecado y vivamos, ya desde ahora, la novedad de la vida eterna ".
La Iglesia es toda ella un misterioso templo de Dios, en el que Cristo, Piedra viva (1P 2, 4) ha sido puesto por el Padre como cimiento. Sobre Él se construye el nuevo Pueblo de Dios con piedras vivas y vivificadas por Cristo, que somos nosotros.
– Hch 6, 1-7: Escogieron a siete hombres llenos del Espíritu Santo. Véase el sábado de la 2ª Semana de Pascua.
– 1P 2, 4-9: Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real. Por nuestra unión con Cristo Sacerdote todos debemos sentirnos piedras vivas de un inmenso templo viviente que glorifica a Dios y es signo de salvación para todos los hombres. Orígenes afirma:
" Todos los que creemos en Cristo Jesús somos llamados piedras vivas... Para que te prepares con mayor interés, tú que me escuchas, a la construcción de este edificio, para que seas una de las piedras próximas a los cimientos, debes saber que es Cristo mismo el cimiento de este edificio que estamos describiendo. Así lo afirma el Apóstol Pablo. Nadie puede poner otro cimiento distinto del que está puesto, que es Jesucristo (1Co 3, 11) " (Hom. In Jesu Nave 9, 1).
– --Jn 14, 1-6: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Véase comentario en el viernes 4ª semana.
El cristianismo no es un club de entusiastas admiradores de Cristo, ni un gremio de selectos, asociados y mentalizados por una filosofía dimanante del Evangelio. La Iglesia es fundamentalmente el misterio de nuestra incorporación personal y comunitaria a la Persona viviente de Cristo Jesús. Incorporación interior y profunda, mediante la vida de fe, de gracia y de caridad. Y también incorporación garantizada externamente, mediante nuestra permanencia visible a la propia Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Lo que Cristo instituyó para prolongar su obra de salvación hasta el fin de los tiempos.
– Hch 9, 26-31: Les contó cómo había visto al Señor en el camino. Pablo fue predestinado y elegido por Dios para realizar la obra de Cristo. Y fue plenamente de Cristo, cuando quedó aceptado e incorporado a su Iglesia jerárquica y visible, como garantía de comunión con los demás cristianos. Comenta San Juan Crisóstomo:
" Los discípulos temían que los judíos hicieran de Pablo un mártir, como habían hecho con Esteban. A pesar de este temor le envían a predicar el Evangelio a su propia patria, donde estará más seguro. Veis en esta conducta de los Apóstoles que Dios no lo hace todo inmediatamente con su gracia y que con frecuencia deja actuar a sus discípulos siguiendo la regla de la prudencia " (Homilía sobre los Hechos, 21).
Con el Salmo 21 decimos: " El Señor es mi alabanza en la gran asamblea. Cumpliré mis votos delante de sus fieles. Los desvalidos comerán hasta saciarse. Alabarán al Señor los que lo buscan; viva su Corazón por siempre. Lo recordarán y volverán al Señor, se postrarán las familias de los pueblos. Ante Él se inclinarán los que bajan al polvo. Me hará vivir para Él, mi descendencia le servirá, hablarán del Señor a la generación futura... "
– 1Jn 3, 18-24: Éste es su mandamiento: que creamos y que nos amemos. La garantía más profunda de nuestra sinceridad cristiana está siempre en la autenticidad de nuestra fe, verificada en el amor, como comunión de vida con el Corazón de Cristo, Amor avalado del Padre (Jn 3, 14). San Beda dice:
" Ni podemos amarnos unos a otros con rectitud sin la fe en Cristo, ni podemos creer de verdad en el nombre de Jesucristo sin amor fraterno... Que Dios sea tu casa y que tú seas la casa de Dios; habita en Dios y que Dios habite en ti. Dios habita en ti para apoyarte: tú habitas en Dios para no caer. Observa los mandamientos, guarda la caridad " (Comentario a la 1 Jn).
– Jn 15, 1-8: El que permanece en Mí y yo en él, ése da fruto. La Iglesia no es sino la realización del misterio del Cristo total. Él, Cabeza; nosotros, sus miembros. Él, la Vid; nosotros, los sarmientos injertados en la cepa por la fe y la gracia que santifica. Comenta San Cirilo de Alejandría:
" El Señor, para convencernos que es necesario que nos adhiramos a Él por el amor, ponderó cuan grandes bienes se derivan de nuestra unión con Él, comparándose a Sí mismo con la vid y afirmando que los que están unidos a Él e injertados en su persona, vienen a ser como sus sarmientos y, que, al participar del Espíritu de Cristo, éste nos une con Él. La adhesión de quienes se vinculan a la vid consiste en una adhesión de voluntad y de deseo; en cambio, la unión de la vid con nosotros es una unión de amor y de inhabitación " (Comentario al Evangelio de San Juan 10, 2).
El amor divino del Verbo encarnado, muerto y resucitado para reconciliarnos con el Padre, es el origen, la razón de ser, la misión permanente y la garantía suprema de la Iglesia. El amor evangélico es la lección suprema que nos dejó el Corazón Redentor de Jesucristo.
– Hch 14, 21-26: Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos. Urgido por la caridad de Cristo, Pablo proclama el Misterio de la Redención Pascual, creando comunidades de fe y de amor entre los gentiles, con su palabra y, sobre todo, con su vida. Oigamos a San Juan Crisóstomo:
" Cristo nos ha dejado en la tierra para que seamos faros que iluminen, doctores que enseñen, para que cumplamos nuestro deber de levadura, para que nos comportemos como ángeles, como anunciadores entre los hombres, para que seamos adultos entre los menores, hombres espirituales entre los carnales, a fin de ganarlos; que seamos simientes y demos numerosos frutos. Ni siquiera sería necesario exponer la doctrina si nuestra vida fuese tan radiante, ni sería necesario recurrir a las palabras si nuestras obras dieran tal testimonio. Ya no habría ningún pagano si nos comportáramos como verdaderos cristianos " ( Homilía primera sobre 1 Tim.).
– Con el Salmo 144 proclamamos: " El Señor es clemente y misericordioso...El Señor es bueno con todos.. "
– Jn 13, 31-33.34-35: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. A criaturas nuevas, redimidas por Cristo, corresponden conductas nuevas, avaladas por el mandamiento nuevo: la caridad evangélica. Comenta San Agustín:
" Nuestro Señor Jesucristo declara que da a sus discípulos un mandato nuevo de amarse unos a otros (Jn 13, 34). ¿No había sido dado ya este precepto en la antigua ley de Dios (Lv 19, 18)? ¿Por qué, pues, el Señor lo llama nuevo cuando conoce su antigüedad? ¿Tal vez será nuevo porque despojándonos del hombre viejo nos ha revestido del hombre nuevo? El hombre que oye, o mejor, el hombre que obedece, se renueva, no por una cosa cualquiera, sino por la caridad, acerca de la cual, para distinguirla del amor carnal, añade el Señor: "Como yo os he amado". Este amor nos renueva para ser hombres nuevos, herederos del Nuevo Testamento y cantores del cántico nuevo. Este amor, carísimos hermanos, renovó ya entonces a los justos de la antigüedad, a los patriarcas y profetas, como renovó después a los Apóstoles y es el que también ahora renueva a todas las gentes... " (Tratado 65, 1 sobre el Evangelio de San Juan).