Entrada: " Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, los que teméis, pequeños y grandes, porque ya llega la victoria, el poder y el reino de nuestro Dios y el mando de su Mesías. Aleluya " (Ap 19, 5; Ap 12, 10).
Colecta (compuesta con textos del Gregoriano y del Sacramentario de Bérgamo): " Señor, tú que en la resurrección de Jesucristo nos has engendrado de nuevo para que renaciéramos a una vida eterna, fortifica la fe de tu pueblo y afianza su esperanza, a fin de que nunca dudemos que llegará a realizarse lo que nos tienes prometido ".
Ofertorio: " Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo; y pues en la resurrección de tu Hijo nos diste motivo de tanta alegría, concédenos participar de este gozo eterno ".
Comunión: " Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Aleluya " (Rm 6, 8).
Postcomunión: " Mira, Señor, con bondad a tu pueblo, y ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele también la resurrección gloriosa ".
– Hch 14, 18-27: Contaron a la comunidad lo que Dios había hecho por su medio. Unos judíos llegados de Antioquía y de Iconio suscitan una persecución contra Pablo, que parte para Derbe y continúa su misión evangelizadora exhortando a todos a perseverar en la fe, no obstante los sufrimientos. Luego regresa a Antioquía, donde expone la obra que había realizado en su viaje apostólico. Más que una obra humana es una obra de Dios que ayuda a sus elegidos. Véase el domingo anterior ciclo C).
– Después de haber experimentado los beneficios del Señor, también nosotros nos alegramos por el fruto obtenido por Pablo y nos unimos a su acción de gracias y a proclamar la gloria del Señor con el Salmo 144: " Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles, que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad. Pronuncie mi boca la alabanza del Señor, todo viviente bendiga su santo nombre, por siempre jamás ".
– Jn 14, 27-31: Mi paz os doy. Jesús promete a los suyos la paz; no la paz del mundo, siempre precaria, sino la suya propia. Él se va, pero volverá junto a ellos. Esta venida no sólo tendrá lugar al fin de los tiempos, sino que ya desde ahora empezarán a existir nuevos lazos entre Él y los suyos, tras su paso de este mundo al Padre. Dice San Beda:
" La verdadera, la única paz de las almas en este mundo consiste en estar llenos del amor de Dios y animados de la esperanza del cielo, hasta el punto de considerar poca cosa los éxitos o reveses de este mundo... Se equivoca quien se figura que podrá encontrar la paz en el disfrute de los bienes de este mundo y en las riquezas. Las frecuentes turbaciones de aquí abajo y el fin de este mundo deberían convencer a ese hombre de que ha construido sobre arena los fundamentos de su paz " (Homilía 12 para la Vigilia de Pentecostés).
San Columbano comenta también estas palabras de Cristo:
" "Os doy mi paz, os dejo mi paz" (Jn 14, 27). Pero, ¿para qué nos sirve saber que esta paz es buena, si no la cuidamos? Lo que es muy bueno normalmente es muy frágil y los bienes preciosos reclaman mayores cuidados y una vigilancia más esmerada. Muy frágil es la paz que puede perderse por una palabra inconsiderada o por la menor herida causada a un hermano. En efecto, nada agrada más a los hombres que hablar fuera de propósito y ocuparse en lo que no les atañe, pronunciar vanos discursos y criticar a los ausentes " (San Columbano Instrucción 11, 1-4).
Y también San Pedro Crisólogo:
" La paz es madre del amor, vínculo de la concordia e indicio manifiesto de la pureza de nuestra mente; ella alcanza de Dios todo lo que quiere, ya que su petición es siempre eficaz. Cristo, el Señor, nuestro rey, es quien nos manda conservar esa paz, ya que Él ha dicho:"La paz os dejo, mi paz os doy", lo que equivale a decir: Os dejo en paz, y quiero encontraros en paz; lo que nos dio al marchar quiere encontrarlo en todos cuando vuelva " (Sermón sobre la paz).