Entrada: " Con gritos de júbilo, anunciadlo y proclamadlo; publicadlo hasta el confín de la tierra. Decid: "El Señor ha redimido a su pueblo". Aleluya " (Is 48, 20).
Colecta (compuesta con textos del Veronense y del Gelasiano): " Concédenos, Dios todopoderoso, continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado; y que los misterios que estamos recordando transformen nuestra vida y se manifiesten en nuestras obras ".
Ofertorio (textos del Veronense y del Sacramentario de Bérgamo): " Que nuestra oración, Señor, y nuestras ofrendas sean gratas en tu presencia, para que así, purificados por tu gracia, podamos participar más dignamente en los sacramentos de tu amor ".
Comunión: " Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" -dice el Señor-. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor, que esté siempre con vosotros " (Jn 14, 15-16).
Postcomunión (del Gelasiano): " Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida eterna; haz que los sacramentos pascuales den en nosotros fruto abundante y que el alimento de salvación que acabamos de recibir fortalezca nuestras vidas ".
La gran promesa que nos hizo Cristo fue el envío del Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, don del Padre a los que por la fe y el amor se entregan a Cristo. Es también el Espíritu de Verdad, fuente de vida y de santidad para toda la Iglesia.
– Hch 8, 5-8.14-17: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo. La jerarquía eclesial es el órgano sacramental que nos garantiza la donación y la presencia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia. San Basilio afirma:
" Hacia el Espíritu Santo dirigen su mirada todos los que sienten necesidad de santificación, hacia Él tiende el deseo de todos los que llevan una vida virtuosa y su soplo es para ellos una manga de riego que los ayuda en la consecución de su fin propio. Fuente de santificación, Luz de nuestra inteligencia, Él es quien da, de Sí mismo, una especie de claridad a nuestra razón natural para que conozca la verdad. Inaccesible por naturaleza, se hace accesible por su bondad; todo lo dirige con su poder, pero se comunica solamente a los que son dignos de ellos, y no a todos en la misma medida, sino que distribuye sus dones en proporción a la fe de cada uno. (Sobre el Espíritu Santo 9, 22-23).
– Con el Salmo 65 proclamamos llenos de gozo: " Aclamad al Señor, tierra entera, tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria... "
– 1P 3, 15-18: Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu. El don del Espíritu Santo no es sino el mismo Espíritu de Cristo (Rm 8, 9), que a Él lo glorificó en su Resurrección y a nosotros nos santifica y nos injerta en su Cuerpo místico. Toda nuestra vida ha de ser un himno de alabanza y de acción de gracias a Cristo, que nos otorga tantos bienes materiales y espirituales. Casiano dice:
" Debemos expresarle nuestro agradecimiento, porque nos inspira secretamente la compunción de nuestras faltas y negligencias; porque se digna visitarnos con castigos saludables; por atraernos muchas veces, a pesar nuestro, al buen camino; por dirigir nuestro albedrío, a fin de que podamos cosechar mejores frutos, aunque nuestra tendencia hacia el mal sea tan acusada. Porque se digna, en fin, orientar esa tendencia y cambiarla, merced a saludables sugestiones, hacia la senda de la virtud " (Instituciones 12, 18).
– Jn 14, 15-21: Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor. Oigamos a San Basilio:
" Se le llama Espíritu porque Dios es Espíritu (Jn 4, 24), y Cristo Señor es el espíritu de nuestro rostro (Alm. 4, 20). Le llamamos santo como el Padre es santo y santo el Hijo. La criatura recibe la santificación de otro, mas para el Espíritu la santidad es elemento esencial de su naturaleza. Él no es santificado, sino santificante. Lo llamamos bueno como el Padre es bueno y bueno aquel que ha nacido del Padre bueno; tiene la bondad por esencia. Él es, sin embargo, el Señor Dios, porque es verdad y justicia y no sabrá desviarse ni doblegarse, en razón de la inmutabilidad de su naturaleza. Es llamado Paráclito como el Unigénito, según la palabra de éste: "Yo rogaré al Padre y él os enviará otro Paráclito" (Jn 14, 16).
" Así, los nombres que se refieren al Padre y al Hijo son comunes al Espíritu, que recibe otras apelaciones diversas en razón de su identidad de naturaleza con el Padre y el Hijo, ¿de dónde le vendría si no, su identidad?... ¿Cuáles son sus operaciones? De una grandeza insuperable, una multitud innumerable... " (Tratado del Espíritu Santo 19).
La Iglesia, a través de su liturgia, trata de abrirnos y hacernos dóciles a la acción interior del Espíritu Santo, subrayándonos la necesidad que tenemos de Él para vivir con autenticidad nuestra condición de miembros de Cristo y de su Iglesia. San Pablo nos recuerda que la grandeza del cristiano arranca del amor de Dios, que nos eligió para derramar sobre nosotros su amor mediante el don del Espíritu Santo.
– Hch 10, 25-26.34-35.44-48: El don del Espíritu Santo se derramará también sobre los gentiles. La acción santificadora del Espíritu Santo es la que da universalidad a la misión de la Iglesia, como sacramento de salvación para todos los hombres. Fue un caso importantísimo el hecho de la recepción en la Iglesia de Cornelio, oficial romano. Una intervención especialísima del Espíritu Santo que actúa en la Iglesia, como el mismo Cristo lo había profetizado. Oigamos a San Jerónimo:
" Verdaderamente se ha cumplido en vosotros la palabra apostólica y profética: "Su sonido llegó a la tierra entera, y a los confines del orbe su palabra" (Sal 18, 5). Porque, ¿quién pudiera creer que la lengua bárbara de los godos buscara la verdad hebraica y, mientras los griegos dormitan y hasta contienden entre sí, la Germania misma escudriña los oráculos del Espíritu Santo? La mano poco ha callosa de empuñar la espada y los dedos hechos a tirar del arco se reblandecen para el estilo y la pluma, y los pechos belicosos se vuelven a la mansedumbre cristiana. En verdad me doy cuenta de que Dios no hace acepción de personas, sino que cualquier nación que teme a Dios y obra la justicia le es acepta (Hch 10, 34-35) " (Carta 106 a Sumnia y Fretela sobre el Salterio).
Con el Salmo 17 proclamamos: " Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, revela a las naciones su justicia, se acordó de su misericordia y de su fidelidad en favor de la casa de Israel -de la Iglesia, de las almas-. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad ".
– 1Jn 4, 7-10: Dios es amor. " La caridad de Dios ha sido derramada sobre nosotros por el Espíritu Santo que se nos ha dado " (Rm 5, 5). Se es cristiano en la medida en que se responde al amor de Dios y a su mandato de caridad. San Agustín repite que Dios es Amor:
" Aunque nada más se dijese en alabanza del amor en todas las páginas de esta Carta; aunque nada más se dijera en todas las páginas de las Sagradas Escrituras y únicamente oyéramos por boca del Espíritu Santo: "Dios es Amor", nada más deberíamos buscar " (Comentario a la Primera Carta de San Juan 7, 5).
" La fuente de todas las gracias es el amor que Dios nos tiene y que nos ha revelado, no exclusivamente con las palabras, sino también con los hechos. El amor divino hace que la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, el Hijo de Dios Padre, tome nuestra carne, es decir, nuestra condición humana, menos el pecado,. Y el Verbo, La Palabra de Dios es la Palabra de la que procede el Amor " (De Trinitate 9, 10).
San Gregorio de Nisa dice a este respecto:
" ...Con tales flores aquel Artífice de los hombres adornó nuestra naturaleza a su propia imagen. Y si se desea seguir encontrando otras, con las que se expresa la divina belleza, te darás cuenta de que, en nuestra imagen, se ha conseguido cuidadosamente la semejanza. En la naturaleza divina está el pensamiento y la palabra. Está dicho en la Sagrada Escritura que en el principio existía la Palabra (Jn 1, 1). También los posee el hombre. En ti mismo ves que tienes palabra y mente inteligente, verdadera imagen de aquella inteligencia y palabra. Dios es también caridad y fuente del amor mutuo. Así lo dice el apóstol San Juan: "El amor viene de que Dios es amor" (1Jn 4, 7-8). También el Creador de todas las cosas imprimió esta nota en nuestro rostro, pues dice: "En esto conocerán de que sois mis discípulos, en que os tenéis amor los unos a los otros" (Jn 13, 35). Por tanto, si este amor mutuo falta en nosotros, todas las notas de nuestra imagen se han alterado " (Tratado sobre la obra del hombre 5),
– Jn 15, 9-17: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. La misión que Cristo transfiere a su Iglesia es, fundamentalmente, misión de amor salvífico. " Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Permaneced en mi Amor " (Jn 15, 9). Por ello, el misterio del amor del Corazón de Jesucristo será siempre el centro de la Iglesia. Véase el Evangelio del viernes de la quinta semana de Pascua.
La Iglesia es prolongación misteriosa viva y operante del mismo Cristo. Por la Iglesia, la presencia de Cristo resucitado actuará entre nosotros hasta el final de los tiempos.
– Hch 15, 1-2.22-29. Véase la primera lectura del viernes de la quinta semana de Pascua.
– Ap 21, 10-14.22-23: Me enseñó la ciudad santa que bajaba del cielo. Al Espíritu de Dios, inhabitando en las almas, se debe el que sean los propios creyentes quienes hacen de la Iglesia entera un templo vivo de Dios.
– Jn 14, 10-14 y 22-23: El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho. La acción íntima del Espíritu de Cristo es la que mantiene la fe auténtica de los creyentes y les enseña a vivir la realidad santificadora del misterio de Cristo. Véase el Evangelio del lunes y martes de la quinta semana de Pascua. San Máximo el Confesor dice:
" Por tanto el que no ama al prójimo, no guarda su mandamiento. Y el que no guarda su mandamiento, no puede amar a Dios... El que ha llegado a alcanzar en sí la caridad divina, no se cansa ni decae en el seguimiento del Señor, su Dios, según dice el profeta Jeremías, sino que soporta con fortaleza de ánimo todas las fatigas, oprobios e injusticias, sin desear mal a nadie... El fruto de la caridad consiste en la beneficencia sincera y de corazón para con el prójimo, en la liberalidad y la paciencia, y también en el recto uso de las cosas " (Centuria de la Caridad 1, 16-17.28.40).