Entrada: " Con tu Sangre, Señor, has comprado para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; has hecho de ellos una dinastía sacerdotal que sirva a Dios. Aleluya " (Ap 5, 9-10).
Colecta (del Gelasiano): " Escucha Señor nuestras súplicas, para que la predicación del Evangelio extienda por todo el mundo la prometida salvación de tu Hijo y todos los hombres alcancen la adopción filial que Él anunció dando testimonio de la verdad ".
Ofertorio: " Acoge, Señor, con bondad las ofrendas de tu pueblo, para que, bajo tu protección, conserve los dones pascuales y alcance la felicidad eterna ".
Comunión: " Cristo nuestro Señor fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. Aleluya "
Postcomunión: " Dios todopoderoso, no ceses de proteger con amor a los que has salvado, para que así, quienes hemos sido redimidos por la muerte de tu Hijo, podamos alegrarnos en su resurrección ".
– Hch 18, 9-18: Muchos de esta ciudad son pueblo mío. La comunidad de Corinto iba a jugar una misión importante en la vida de San Pablo y toda la Iglesia primitiva. No es de extrañar que ya desde el principio se vean allí signos de la intervención divina especial. San Pablo experimenta la protección especial de Dios, que le permitirá un largo trabajo de consolidación de la comunidad. El Señor está con nosotros en la celebración eucarística. Allí nos congregamos como pueblo escogido por Dios y se confirma nuestra vocación de testimonio profético. El Apóstol es eficaz con su palabra. Había oído del Señor: " No temas, sigue hablando y no te calles ". Oigamos a San Juan Crisóstomo:
" Mas en la cura de alma no hay que pensar en nada de eso -medios violentos-; aparte del ejemplo, no se da otro medio ni camino de salvación sino la enseñanza por la palabra. Este es el instrumento, éste es el alimento, éste el mejor temple del aire. La palabra hace veces de medicina, ella es nuestro fuego. Lo mismo si hay que quemar que si hay que cortar, de la palabra tenemos que echar mano. Si este remedio nos falla, todos los demás son inútiles. Con la palabra levantamos al alma caída y desinflamos a la hinchada, y cortamos lo superfluo, y suplimos lo defectuoso, y realizamos, en fin, toda otra operación conveniente para la salud de las almas " (Sobre el sacerdocio 4, 3).
– Con el Salmo 46 cantamos al Señor que es el Rey del mundo. Por eso invitamos con el salmista a todos los pueblos a alabar al Señor, a batir palmas, a que lo aclamen con gritos de júbilo. " Porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones; él nos escogió por heredad suya: gloria de Jacob su amado ".
– Jn 16, 20-23: Se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría. El tema del gozo pascual es normal en las lecturas de estos días. Hay tristezas que desembocan en la alegría, que son necesarias, y que están en proporción con el grado de alegría subsiguiente. Este es el caso. Pero aquí la alegría, el gozo, no encontrará más motivos para oscurecerse. Y con el gozo, la visión clara, en la fe, del plan y de la persona de Jesús, que hará innecesarias las preguntas, llenas de incomprensión, hasta ahora frecuentes en los discípulos. Es ya la plenitud de la fe indestructible de que Jesús ha vencido. En Él todo lo tenemos. Por lo tanto no tenemos razón para la tristeza, sino para una gran alegría en el Señor. Así dice San Gregorio Nacianceno:
" Vengamos a ser como Cristo, ya que Cristo es como nosotros. Lleguemos a ser dioses por Él, ya que Él es hombre por nosotros. Él ha tomado lo que es inferior para darnos lo que es superior. Se ha hecho pobre, para que su pobreza nos enriquezca (2Co 8, 9); ha tomado forma de esclavo (Flp 2, 7) para que nosotros recobremos la libertad (Rm 8, 21); se ha bajado para alzarnos a nosotros; aceptó la tentación para hacernos vencedores; ha sido deshonrado para glorificarnos; murió para salvarnos y subió al cielo para unirnos a su séquito, a nosotros, que estábamos derribados a causa del pecado " (Sermones 1, 5).