Entrada: " Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor " (Sal 26, 14).
Colecta (del misal anterior y antes, del Gelasiano): " Concédenos, Señor, perseverar en el fiel cumplimiento de tu santa voluntad, para que en nuestros días crezca en santidad y en número el pueblo dedicado a tu servicio ".
Comunión: " Cuando Yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia Mí, dice el Señor " (Jn 12, 32).
Postcomunión: " Concédenos, Dios Todopoderoso, que, participando asiduamente en tus divinos misterios, merezcamos alcanzar los dones del Cielo ".
– Nm 21, 4-9: Los mordidos de serpiente quedarán sanos si miran a la serpiente de bronce... Esta lectura nos permite ver el poder y fecundidad de la Cruz. " Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre para que todo el que cree en Él tenga vida eterna " (Jn 3, 14-15). San León Magno dice:
" ¡Oh admirable poder de la Cruz!... En ella se encuentra el tribunal del Señor, el juicio del mundo, el poder del Crucificado. Atrajiste a todos hacia ti, Señor, a fin de que el culto de todas las naciones del orbe celebrara mediante un sacramento pleno y manifiesto, lo que realizaban en el templo de Judea como sombra y figura... Porque tu Cruz es fuente de toda bendición, el origen de toda gracia; por ella, los creyentes reciben de la debilidad, la fuerza; del oprobio, la gloria; y de la muerte, la vida " (Sermón 8 sobre la Pasión).
Y San Teodoro Estudita:
" La Cruz no encierra en sí mezcla del bien y del mal como el árbol del Edén, sino que toda ella es hermosa y agradable, tanto para la vista cuantos para el gusto. Se trata, en efecto, del leño que engendra la vida, no la muerte; que da luz, no tinieblas; que introduce en el Edén, no que hace salir de él... " (Disertación sobre la adoración de la Cruz).
– El autor del Salmo 101 es un pobre gravemente enfermo, pero que no ha perdido la confianza de ser salvado de su enfermedad, pues conoce las frecuentes visitas de Dios a su pueblo.
Por profundo que sea nuestro abatimiento, alcemos nuestros ojos a Dios, como Israel los levantó al signo que le presentaba Moisés y contemplemos a Jesucristo, nuestra salvación, en la Cruz. El Señor nos librará, aunque por nuestros pecados nos sintamos condenados a muerte: " Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti, no me escondas tu rostro el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí, cuando te invoco, escúchame en seguida... Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra, para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los condenados a muerte ".
– Jn 8, 21-30: Cuando levantéis al Hijo del Hombre sabréis que soy yo. Jesús anuncia su pasión con expresiones veladas. Hay que creer en Cristo para escapar de la muerte eterna. La respuesta definitiva será la exaltación de Jesucristo. San Germán de Constantinopla contempla la Cruz y la obediencia de Cristo:
" A raíz de que Cristo se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte y muerte de Cruz (cf. Flp 2, 8), la Cruz viene a ser el leño de obediencia, ilumina la mente, fortalece el corazón y nos hace participar del fruto de la vida perdurable. El fruto de la obediencia hace desaparecer el fruto de la desobediencia. El fruto pecaminoso ocasionaba estar alejado de Dios, permanecer lejos del árbol de la vida y hallarse sometido a la sentencia condenatoria que dice: "volverá a la tierra de donde fuiste formado" (Gn 3, 19). El fruto de la obediencia, en cambio, proporciona familiaridad con Dios, dando cumplimiento a estas palabras de Cristo: Cuando yo sea levantado en alto atraeré a todos a Mí (Jn 12, 32). Esta promesa es verdad muy apetecible " (Sobre la Adoración de la Cruz).