Entrada: " Cristo es mediador de una alianza nueva; en ella ha habido una muerte; y así los llamados pueden recibir la promesa de la vida eterna " (Hb 9, 15).
Colecta (Veronense): " Escucha nuestras súplicas, Señor, y mira con amor a los que han puesto su esperanza en tu misericordia; límpialos de todos sus pecados, para que perseveren en una vida santa y lleguen de este modo a heredar tus promesas ".
Comunión: " Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros. Con Él nos lo ha dado todo " (Rm 8, 28).
Postcomunión: " Después de haber recibido los dones de nuestra salvación, te pedimos, Padre de misericordia, que este sacramento con que ahora nos alimentas nos haga partícipes de la vida eterna ".
– Gn 17, 3-9: Serás padre de muchedumbre de pueblos. Dios promete a Abrahán que será el comienzo de una dinastía, de una gran multitud, de una alianza y de la tierra de promisión. Según la doctrina de San Pablo, los hombres son llamados por la fe en Cristo a convertirse en hijos de Abrahán y en herederos de las promesas. La teología de esta alianza es una fe inquebrantable en la voluntad de Yahvé de establecer una alianza divina con un pueblo representado en Abrahán.
A pesar de todas las dificultades por parte del pueblo, que se aparta del recto camino establecido por Dios, éste es fiel a la promesa. Dios no puede fallar. Todo se consumó perfectamente en Cristo y en los que lo siguen, en su santa Iglesia. San Ambrosio dice:
" Es cosa normal que, en medio de este mundo tan agitado, la Iglesia del Señor, edificada sobre la piedra de los Apóstoles, permanezca estable y se mantenga firme sobre esta base inquebrantable contra los furiosos asaltos del mar (Mt 16, 18). Está rodeada por las olas, pero no se bambolea, y aunque los elementos de este mundo retumban con inmenso clamor, ella, sin embargo, ofrece a los que se fatigan la gran seguridad de un puerto de salvación " (Carta 2, 1-2).
La descendencia de Abrahán por Cristo permanece segura en la promesa de Dios. Él es fiel y se acuerda de su alianza eternamente.
– Con el Salmo 104 meditamos la historia de la salvación y las promesas de Dios, que tendrán su pleno cumplimiento en Cristo y sus seguidores. Por eso necesitamos recordar que Dios tiene siempre presente su alianza.
Somos los verdaderos hijos de Abrahán. El Señor es fiel a sus promesas, ¿por qué, pues, perder la paz ante las dificultades que nos suceden? " Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su Rostro. Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo, hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios, Él gobierna toda la tierra. Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada por mil generaciones, de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac "
– Jn 8, 51-59: Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo por ver mi día. Jesucristo da cuenta de su existencia eterna: antes que naciera Abrahán ya existía Él. Esto provoca una reacción adversa entre sus enemigos: por ser la Vida le quieren dar muerte. Pero todavía no ha sonado la hora en el plan divino de la salvación y Jesús se esconde. La venida de Cristo al mundo se ha realizado en un momento determinado de la larga historia humana, y en un espacio concreto.
Los Santos Padres se alegran al ver que en Cristo se cumplen todas las promesas de Dios. El enlace entre el Israel antiguo y la Iglesia es visto por San Agustín de esta manera:
" Aquel pueblo no se acercó por eso, esto es, por la soberbia. Se convirtieron en ramos naturales, pero tronchados del olivo, es decir, del pueblo creado por los patriarcas; así se hicieron estériles en virtud de su soberbia; y en el olivo fue injertado el acebuche. El acebuche es el pueblo gentil. Así dice el Apóstol que el acebuche fue injertado en el olivo, mientras que los ramos naturales fueron tronchados. Fueron cortados por la soberbia e injertado el acebuche por la humildad " (Sermón 77, 12).