– Gn 2, 4-9.15-17: El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín del Edén. Situado en el jardín paradisíaco, el hombre es rey de todo. Así lo quiso el Señor; pero, al mismo tiempo, lo quiso dependiente de Él, como no podía ser menos, pues era criatura suya. Dice San Gregorio Nacianceno: " Dios puso al hombre en el paraíso, cualquiera que éste fuera, considerándolo digno del libre albedrío; para que el bien permaneciera en quien lo elige, como quien ha puesto en él capacidad de hacerlo. Lo hizo hortelano de árboles inmortales, los pensamientos divinos, los más simples y los más perfectos. Estaba desnudo por su sencillez y forma de vida sin artificio, lejos de todo encubrimiento y recelo. Pues así era conveniente que fuera quien había sido creado en el principio." Y le fue dada la ley, que es el objeto sobre el que ejercitar la libertad. Le dió, en efecto, el mandato de "no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal" (Gn 2, 16); no porque éste hubiera sido mal plantado, y tampoco porque se le prohibiera por envidia -no desaten aquí sus lenguas los enemigos de Dios, imitando a la serpiente-, sino porque comer de él era bueno sólo en el momento oportuno. Este árbol, creo yo, representaba la contemplación de Dios, cuya posesión era solo conveniente para quienes tuvieran una conveniente disposición... " (Sermón 38, 12).-La grandeza de la creación no se agota en el acto creador, sino que se continúa en la conservación y en el cuidado que Dios dispensa a sus criaturas. Este cuidado llegó a su más alta expresión en el hombre. Toda la narración de la colocación del hombre en el jardín del Edén es una imagen expresiva y fuerte del Dios cercano y amigo.Ante este designio amoroso de Dios, brota la alabanza del Salmo 103: " Bendice, alma mía, al Señor. ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y de majestad, la luz te envuelve como un manto. Todos ellos aguardan a que les eches la comida a su tiempo. Abres tu mano, y se sacian de bienes. Le retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo. Envías tu aliento, y los creas y repueblas la faz de la tierra ".
– 1R 10, 1-10: La reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón. La crónica del reino de Salomón describe admirativamente la sabiduría, la magnificencia, la justicia y la fama del rey. En realidad, lo que se intenta mostrar es que es Dios quien se ha complacido en Salomón y, por amor a su pueblo, le ha dado sabiduría y riquezas. Y Cristo es más que Salomón (Mt 12, 42). Escribe San Ambrosio:" Todo lo tenemos en Cristo; Cristo es todo para nosotros. Si quieres curar tus heridas, Él es médico; si estás ardiendo de fiebre, Él es manantial; si tienes necesidad de ayuda, Él es fuerza; si temes la muerte, Él es vida; si deseas el cielo, Él es el camino; si buscas refugio de las tinieblas, Él es Luz; si buscas manjar, Él es alimento " (Sobre la virginidad 19, 99).-La proverbial sabiduría de Salomón se refleja bien en el Salmo 36: el fiel cumplimiento de la alianza nos guarda en la verdadera sabiduría. La mayor prudencia se da en el cumplimiento de la voluntad del Señor: " Encomienda tu camino al Señor y Él actuará: hará tu justicia como el amanecer, tu derecho, como el mediodía. La boca del justo expone la sabiduría, su lengua explica el derecho; porque lleva en el corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan. El Señor es quien salva a los justos, El es su alcázar en el peligro; el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados y los salva, porque se acogen a El ".
–Mc 7, 14-23: Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. La enseñanza de Jesús sobre lo puro e impuro es una aplicación de su principio general sobre la verdadera religiosidad. San Juan Crisóstomo comenta: " El Señor, tanto en lo que afirma, cuanto en lo que legisla, se apoya en la verdad misma de las cosas. Por eso sus enemigos no se atreven a replicarle, y no le arguyen: "¿pero qué es lo que dices? ¿Dios nos manda tantas cosas acerca de la observancia de los alimentos, y tú nos vienes ahora con esa ley?" Y es que el Señor los había enmudecido eficazmente no sólo por sus argumentos, sino haciendo patente su mentira, sacando a pública vergüenza lo que ellos ocultamente habían hecho, y en fin, revelando los íntimos secretos de su alma. Por eso ellos, sin chistar, optan por la retirada. Pero considerad aquí, os ruego, por otra parte, cómo todavía el Señor no estima prudente romper abiertamente con la ley de los alimentos, y se limita a decir: "no es lo que entra en la boca lo que mancha al hombre" " (Homilía sobre San Mateo 51, 3).De dentro del corazón salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfrenos, envidia, difamación, orgullo, frivolidad... Todas las maldades salen de dentro, y eso es lo que hace impuro al hombre. Pero esto no querían verlo los fariseos, sino que se aferraban a sus tradiciones, que miraban sobre todo a lo exterior del hombre.