5ª semana del Tiempo Ordinario, sábado

Años impares

Gn 3, 9-24: El Señor los expulsó del jardín del Edén para que labrasen el suelo. Los progenitores de la humanidad se ven excluidos de la felicidad, a la que en su origen los había destinado el Creador. Pero el Señor no los abandona. Ya entonces les anuncia una salvación por gracia: la que ofrece Cristo Jesús.Las consecuencias del pecado tienen siempre forma de rupturas: ruptura del hombre con Dios, ruptura del hombre consigo mismo, ruptura con la creación. Todo esto desbarata el estado anterior de la armonía primera. Todo queda dañado, menos el amor de Dios. Los descendientes de Adán nacemos con ese pecado, llamado original, y sufrimos todas sus consecuencias. Pero el amor de Dios, en la plenitud de los tiempos, resplandeció en Cristo, el nuevo Adán, el Redentor, el Reconciliador, el Mediador y Pontífice. Dice San Agustín:" Cuando vencemos en nosotros mismos las apetencias de los bienes temporales, vencemos en nosotros a aquel que reina mediante esas apetencias del hombre. Cuando le dijeron al diablo: "tierra comerás", le dijeron al pecador: "tierra eres y en tierra te convertirás" (Gn 3, 14-19). El pecador fue hecho así alimento del diablo. No seamos, pues, tierra, si no queremos ser devorados por la serpiente " (El combate cristiano 2).-Hasta en el momento más ruinoso de la historia de la humanidad brilla la luz de la salvación, la fidelidad de Dios, su amor misericordioso. Así lo proclamamos con el Salmo 89: " Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Antes que naciesen los montes o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y por siempre Tú eres Dios. Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: "retornad, hijos de Adán". Mil años en tu presencia son un ayer que pasó, una vela nocturna. Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos ".

Años pares

1R 12, 26-32-13, 33-34: Jeroboán hizo dos becerros de oro, y puso uno en Betel y otro en Dan. Pretende así asegurar la división entre los reinos de Israel y de Judá, no solo en lo político, sino también en lo religioso. Otra vez, como había sucedido en el Éxodo, las tribus del Norte representan a Yavé como un " becerro " de oro. Recayendo así en la idolatría, son infieles a la alianza, y se apartan de Yavé.También ahora muchos miembros del Pueblo de Dios se fabrican no pocos " becerros " de oro: el poder, la ambición, las riquezas, los placeres... La vida de muchos bautizados se cierra así a los designios de Dios, queda sorda a la Palabra de Dios, encarnada y escrita en Cristo. Los bautizados infieles se hacen dioses a su medida. La fe de los cristianos, como dice San León Magno, puede corromperse:" En esta misericordia de Dios, cuya grandeza no podemos explicar, los cristianos deben tener mucho cuidado de no dejarse atrapar por los lazos del demonio y envolverse de nuevo en los errores a los que han renunciado (cf. 2P 2, 20). En efecto, el antiguo enemigo, "transfigurándose en ángel de luz" (2Co 11, 14), no cesa de tender por todas partes las redes de sus engaños y trabaja sin descanso para corromper de todas formas la fe de los creyentes... Sabe a quién conturbar con la tristeza, a quién engañar con la alegría, a quién abatir con el temor, a quién seducir con la adulación..." Engaña también a los que afirman mentirosamente que toda la vida humana depende de la influencia de las estrellas, y a los que atribuyen a una inevitable fatalidad lo que solo ha sido hecho por voluntad de Dios o de la nuestra. Para causar mayor daño, promete que las circunstancias pueden ser cambiadas mediante plegarias a los astros adversos... Arrojen de sí los fieles la costumbre de esta condenable perversidad, y guárdense de mezclar el honor debido solo a Dios con los ritos de los hombres, que son esclavos de las criaturas " (Sermón 27, 4-5).-El pecado de Jeroboán ha sido grande: ha incitado al pueblo a la infidelidad y a violar su alianza con Él. Es un episodio más en la historia de la prevaricación y del pecado, que se prolonga, ciertamente, en nuestros días. Volvámonos, pues, a Dios, rezando el Salmo 105, perfectamente actual:" Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo. Hemos pecado con nuestros padres, hemos cometido maldades e iniquidades. Nuestros padres en Egipto no comprendieron tus maravillas. En Horeb se hicieron un becerro de oro; adoraron un ídolo de fundición; cambiaron su gloria por la imagen de un toro que come hierba. Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto, maravillas en el país de Cam, portentos junto al Mar Rojo ".Quien habiendo llegado a la fe en Jesucristo, se deja después dominar por la avaricia, se enaltece con los falsos honores, se abrasa con la envidia, se contamina con los deleites inmundos, y se goza con las prosperidades mundanas, renuncia a seguir a Cristo, en quien creyó.

Evangelio

Mc 8, 1-10: La gente comió hasta quedar satisfecha. Segunda multiplicación de los panes y peces. Muchos autores ven en este prodigio un símbolo anticipador de la Eucaristía. En el acto de la sagrada comunión se realiza una inefable, íntima, viva y fecunda unión del hombre con Cristo Salvador. San Cirilo de Jerusalén describe así esta maravillosa unión:" Mezclad dos gotas de cera derretida y ambas se fundirán en una sola. De igual modo, cuando nosotros recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, se realiza entre Él y nosotros tal unión que Él se encuentra en nosotros y nosotros en Él " (Catequesis 23, 4).Y San León Magno:" La comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, es decir, la sagrada Comunión, no aspira sino a que nos transformemos en lo que recibimos, a que llevemos en el alma y en el cuerpo a Aquél con quien hemos muerto, con quien fuimos enterrados y con quien hemos resucitado " (Homilía 24, 2).