– Si 4, 12-22: Dios ama a los que aman la sabiduría. Ella es manantial de vida y felicidad para los que la sirven. La Sabiduría, en lugares de la Escritura como éste, se muestra personificada, como un Maestro que llama hijos a sus discípulos. Altísimos son los bienes que ella ofrece: favor, bendición, amor del mismo Dios. Actúa como mediadora para conducir y levantar al hombre hacia Dios.Ser sabio es aceptar los propios límites, sin cegarse con falsas soluciones, ni dormirse con seguridades falsas. En lugar de amilanarse en cada contratiempo, el sabio ejerce con humildad la prudencia. La Sabiduría es anterior a él, y nunca le faltará a aquél que le guarda fidelidad. Más que en los libros y en los maestros de este mundo, el cristiano aprende la Sabiduría en su propia fuente, que es Cristo Jesús, el Verbo divino encarnado, que nos ha dejado en los Evangelios unos mensajes de vida, y nos ha comunicado palabras de vida eterna, que no pasan y que superan toda sabiduría mundana.-Una vez más el Salmo 118, el más largo de todo el Salterio, nos ofrece versos preciosos para meditar en la Sabiduría. Aprendemos en él que la voluntad de Dios, hecha Palabra, guía al hombre en el camino de la vida, es decir, en Cristo, pues Él es el Camino verdadero: " Mucha paz tienen los que aman tus leyes, y nada los hace tropezar. Guardo tus decretos, y Tú tienes presentes mis caminos. De mis labios brota la alabanza, porque me enseñaste tus leyes. Mi lengua canta tu fidelidad, porque todos tus preceptos son justos. Ansío tu salvación, Señor; tu voluntad es mi delicia. Que mi alma viva para alabarte, que tus mandamientos me auxilien ".
– St 4, 13-17: Debéis decir: " si el Señor lo quiere ". ¿Quiénes somos nosotros para disponer de nuestra vida, como si fuera nuestra propia, y no de Dios? Comenta San Agustín:" ¿Qué consejo puedo daros?... ¿He de presentaros acaso libros para mostraros cómo las cosas son inciertas, pasajeras, casi nada y cuán cierto es lo que está escrito? "¿Qué es vuestra vida? Un vapor, que aparece un instante, y pronto se disipa" (St 4, 15). Ayer vivía, hoy ya no existe; hace poco que se le veía, pero ahora no hay nadie a quien ver. Se conduce al sepulcro a un hombre; los acompañantes vuelven tristes, y en seguida se olvidan. Se dice: "¡Qué poca cosa es el hombre!" Y esto lo dice el hombre mismo, pero no se corrige, a fin de ser algo y dejar de ser nada " (Sermón 302, 7).-A esa lectura de Santiago le conviene bien el Salmo 48, que en tono sapiencial medita sobre la suerte de ricos y pobres a la luz del común destino: la muerte. Ante lo provisional de la vida, lo más cuerdo es adherirnos a la voluntad de Dios con toda confianza: " Oíd esto, todas las naciones, escuchadlo, habitantes del orbe; plebeyos y nobles, ricos y pobres. ¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando se acerquen y acechen los malvados que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas? ¿Si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate? Es tan caro el rescate de la vida, que nunca bastará para vivir perpetuamente, sin bajar a la fosa. Mirad: los sabios mueren lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan sus riquezas a extraños ".
–Mc 9, 37-39: El que no está contra nosotros está a nuestro favor. El seguir a Jesucristo y cumplir la misión que nos encomienda no da ningún derecho a privilegio alguno. No podemos apropiarnos el Evangelio con criterios partidistas, ni mirando propios intereses humanos. Nuestra entrega al mensaje salvífico de Cristo ha de brotar de un amor puro a su persona, a su obra y a las almas, a las que procuramos que llegue por todos los medios a nuestro alcance, buscando su plena incorporación a la Iglesia de Jesucristo y su salvación.Hemos de tener amplitud de miras en toda obra apostólica. Hemos de vivir fraternalmente unidos, y desear que sean muchos los que trabajen en el apostolado de la Iglesia. Sería absurdo tirar piedras al propio tejado. Hemos de alegrarnos del éxito de todas las empresas apostólicas de la Iglesia. San Gregorio Magno dice:" Examine cada uno lo que hace, y vea si trabaja en la viña del Sembrador. Porque el que en esta vida procura el propio interés no ha entrado todavía en la viña del Señor. Pues para el Señor trabajan quienes buscan no su propia ganancia, sino la del Señor..., aquellos que se desvelan por ganar almas, y se dan prisa por llevar a otros a la viña del Señor " (Homilía sobre los Evangelios 19).