8ª semana del Tiempo Ordinario, sábado

Años impares

Si 51, 17-27: Daré gracias al que me enseñó. Ben Sirá, el autor del Eclesiástico, termina su libro con este poema. En él da gracias al Señor por la búsqueda y adquisición de la Sabiduría. La búsqueda de Dios no es el resultado de un simple esfuerzo intelectual, sino que implica una conversión moral y un estilo de vida correcto. La Sabiduría no es un mero conjunto de doctrinas y pruebas, sino un don de Dios ofrecido, para establecer con Él una comunión de vida, y que solo puede ser recibido en la humildad, haciéndose Su discípulo. Esta Sabiduría que de Él procede es para los hombres un tesoro superior a todo. Escribe Lactancio:" Ni la religión puede andar separada de la sabiduría, ni la sabiduría de la religión, porque uno mismo es el Dios, que debe ser conocido, lo cual pertenece a la sabiduría, y el que debe ser honrado, que es cosa de la religión. Precede la sabiduría, le sigue la religión; lo primero es conocer a Dios, y después darle culto." Así, en ambas cosas actúa una sola fuerza, aunque parezcan diversas. Una está en el pensamiento, la otra en la actuación. Son semejantes a dos ríos que brotan de una misma fuente. La fuente de la sabiduría y de la religión es Dios; del cual, si estos dos ríos se apartan, se secan necesariamente. Los que ignoran a Dios no pueden ser sabios, ni religiosos " (Instituciones divinas 4, 4).-Con el Salmo 18 cantamos la ley del Señor, expresión maravillosa de su Sabiduría eterna: " La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. Los mandamientos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. Más precioso que el oro, más que el oro fino; más dulce que la miel de un panal que destila ".

Años pares

– Judas 17.20-25: Dios puede preservarnos de tropiezos y guardarnos sin mancha ante su gloria. Peligros siempre hay para la vida cristiana. Pero con la gracia de Dios, estamos guardados en su amor, y siempre podemos superarlos. Orígenes enseña:" Dios nos libra de las tribulaciones no solamente cuando las hace desaparecer, ya que dice el Apóstol "en mil maneras somos atribulados", como si nunca nos hubiéramos de ver libres de ellas, sino cuando por la ayuda de Dios no somos abatidos al sufrir la tribulación " (Tratado sobre la Oración 30, 1).Escribe Casiano:" Las ocasiones de contrariedad jamás nos faltarán mientras estemos en contacto con los hombres. Las hace inevitables el constante roce con ellos. Que no sean ocasión para evitar su compañía " (Instituciones 9).Y San Pedro Damiano: " Son dignos ciertamente de alabanza los designios de Dios, que inflige a los suyos castigos temporales para preservarlos de los eternos; que manda para elevar; que corta para curar; que mancha para ensalzar " (Carta 8, 6).San Ambrosio: " Muchas son las tribulaciones, muchas las pruebas, y por tanto, muchas serán las coronas, ya que muchos son los combates. Te es beneficioso que haya muchos perseguidores, ya que, entre esta gran variedad de persecuciones, hallarás más fácilmente el modo de ser coronado " (Comentario al Salmo 118).Y San Cipriano: " Ésta es la diferencia entre nosotros y los que no conocen a Dios; éstos, en la adversidad, se quejan y murmuran; a nosotros las cosas adversas no nos apartan de la virtud, sino que nos afianzan en ella " (Sobre la inmortalidad 13).-Toda la vida del creyente está marcada por una tensión de futuro. Vive en este mundo, pero su pensamiento está en la vida eterna, en el gozo pleno de Dios. Así nos lo recuerda el Salmo 62: " Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. ¡Cómo te contemplaba en el Santuario, viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos ".

Evangelio

Mc 11, 27-33: ¿Con qué autoridad haces esto? Jesús responde a esta pregunta de los jefes religiosos de Israel con una cuestión análoga a propósito de Juan Bautista. No se admite la acción salvífica de Jesús, porque la autoridad no le viene de la jerarquía de Israel. La argumentación de Jesús pone de manifiesto la irracionalidad de tal postura, llevando a sus contrincantes al absurdo.En efecto, si los judíos reconocían, ante la pregunta de Jesús, que el bautismo de Juan era de Dios, se mostraban entonces pecadores, pues lo habían rechazado; pero si decían que era de los hombres, el pueblo se les echaría encima, pues estimaba mucho a Juan Bautista. Ante este dilema, optan por el silencio: " no lo sabemos ".Pero en este repliegue vergonzante se mantienen cerrados a la verdad. Y la verdad es que la acción salvífica de Dios no está a merced de la autoridad humana. Es de Dios y se manifiesta como Él elige, y a Él debemos obedecer y someternos.