13ª semana del Tiempo Ordinario, jueves

Años impares

Gn 22, 1-19: El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe. El sacrificio de Isaac fue una prefiguración del misterio de la Cruz (cf. Hb 11, 17-19). Orígenes así lo explica:

" Que Isaac lleve él mismo la leña para el holocausto es figura de Cristo, que llevó Él mismo la cruz (Jn 19, 17). Pero llevar la leña para el holocausto es oficio del sacerdote; por tanto, él es a la vez hostia y sacerdote. Cuando se añade: "Y partieron los dos juntos" se significa lo siguiente: Abrahán, que tenía que hacer el sacrificio, llevaba el fuego y el cuchillo, e Isaac no iba detrás de él, sino juntamente con él, para mostrar que con él desempeña un mismo sacerdocio... Abrahán levanta un altar, pone sobre el altar la leña, ata al hijo y se dispone a degollarlo.

En esta iglesia sois muchos los padres que escucháis esta narración: ¿acaso alguno de vosotros al oír narrar esta historia obtendrá tanta fortaleza y tanta valentía, que cuando tal vez pierda a su hijo por la muerte ordinaria que a todos ha de venir, aunque se trate de un hijo único, aunque se trate de un hijo preferido, se aplicará el ejemplo de Abrahán poniendo ante sus ojos su grandeza de alma? Y aun a ti no se te exigirá tan gran fortaleza de que tú mismo hayas de atar a tu hijo, tú mismo hayas de sujetarlo, tú mismo prepares el cuchillo, tú mismo degüelles a tu unigénito.

" Todos estos oficios no se te pedirán; pero por lo menos mantente firme en tu propósito y en tu voluntad, y agarrado a la fe ofrece con alegría tu hijo a Dios. Sé tú el sacerdote del alma de tu hijo: ahora bien, no es digno que el sacerdote, al ofrecer un sacrificio a Dios, vaya con llanto... Abrahán ofrece a Dios su hijo mortal, que no había de morir; Dios ofrece a la muerte por los hombres a su Hijo inmortal. Ante esto, ¿qué diremos? ¿qué le devolveremos al Señor a cambio de todo lo que nos ha dado? (Sal 105, 3). Dios Padre, por amor nuestro, no perdonó a su propio Hijo. ¿Quién de vosotros podrá oír alguna vez la voz de Dios diciendo: Ahora he conocido que tú temes a Dios, porque no has perdonado a tu hijo, o a tu hija, o a tu esposa, o no has perdonado tu dinero, los honores del siglo y las ambiciones del mundo, sino que lo has despreciado todo y lo has tenido por estiércol para ganar a Cristo (Flp 3, 8), lo has vendido todo dándolo a los pobres y has seguido la palabra de Dios? " (Homilías sobre el Génesis, VIII).

– Con el Salmo 114 proclamamos: " caminaré en presencia del Señor en el país de la vida ". Pocos salmos como éste ponen de relieve que el justo es un siervo de Dios que cumple su voluntad, como la cumplió Abrahán.

" Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante; porque inclina su oído hacia mí, el día que lo invoco. Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor; Señor, salva mi vida. El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos; estando yo sin fuerza me salvó. Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida ".

Años pares

Am 7, 10-19: Ve y profetiza a mi pueblo. El pesimismo de la predicación de Amós le lleva al profeta a ser acusado de alta traición y le acarrea la posibilidad de ser expulsado de su territorio. Amós hace notar el carácter irresistible de su vocación y reitera sus desdichados presagios.

El profeta es el representante de Dios y, por tanto, oponerse a su predicación es oponerse a los designios divinos. Sus opositores serán los primeros en sentir la prueba de la autenticidad de la profecía de Amós. Así ha sucedido siempre. Pero los seguidores de Dios no pueden, no deben abandonar su camino, aunque le cueste la vida. Así actuaron los mártires del cristianismo en todos los tiempos y otros que, sin derramar su sangre, han tenido que sufrir por predicar y enseñar la doctrina del Evangelio.

– El Salmo 18 canta la excelencia de la ley del Señor: " los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos ". Es un himno maravilloso en el que se celebra la Sabiduría de Dios que ordena y rige el universo y vivifica y dirige el espíritu y el corazón del hombre. La misma ley divina que se manifiesta en la creación, penetra con su luminosa claridad en la conciencia humana y a través de la razón y de la adhesión libre de la voluntad, armoniza el universo y la historia para una misma celebración de la gloria de Dios en la que el hombre viene a ser como intérprete consciente de todas las voces de la creación y el cantor del cosmos ante el Altísimo.

" La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila ".

Evangelio

Mt 9, 1-8: La gente alaba a Dios que da a los hombres tal potestad. Con ocasión de la curación del paralítico Jesús manifiesta el misterio de su persona. Es el Hijo de Dios, llamado también por Daniel el Hijo del Hombre (Dn 7, 13). Posee, por lo mismo, la potestad de perdonar los pecados y transmitirla. Comenta San Juan Crisóstomo:

" Como todos, pues, daban grandes pruebas de fe el Señor la dio de su poder perdonando con absoluta autoridad los pecados y demostrando una vez más su igualdad con el Padre. Pero notadlo bien: antes la había demostrado por el modo como enseñaba, pues lo hacía como quien tiene autoridad... Aquí, empero, por modo más eminente obliga a sus propios enemigos a que confiesen su igualdad con el Padre, y por boca de ellos hace Él que esta verdad sea patente.

" Por lo que a Él le tocaba, bien claro mostraba lo poco que le importaba el honor de los hombres. Y era así que le rodeaba tan enorme muchedumbre que amurallaban toda la entrada y acceso a Él, y ello obligó a bajar al enfermo por el tejado, y, sin embargo, cuando lo tuvo ya delante, no se apresuró a curar su cuerpo. A la curación de éste fueron más bien sus enemigos los que le dieron ocasión. Él, ante todo, curó lo que no se ve, es decir, el alma, perdonándole los pecados. Lo cual, al enfermo le dio la salvación; pero a Él no le procuró muy grande gloria. Fueron, digo, sus enemigos quienes, molestándole llevados de su envidia y tratando de atacarle, lograron, aun contra su voluntad, que brillara más la gloria del milagro. Y es que, como el Señor era hábil, se valió de la envidia misma de sus émulos para manifestación del milagro " (Homilía 29, 1 sobre San Mateo).