14ª semana del Tiempo Ordinario, jueves

Años impares

Gn 44, 18-21.23-29; Gn 45, 1-5: Para vuestra salvación me envió Dios a Egipto. José se da a conocer a sus hermanos en una escena emocionante y manifiesta el carácter providencial de su historia, como se apuntó ayer. En los Hechos de los Apóstoles y puesto en los labios de San Esteban, se lee a propósito de José: " Dios estaba con él y lo libró de todas sus tribulaciones " (Hch 7, 9-10). De este modo José prefiguró a Cristo en su pasión y resurrección.

– La historia de José nos la exaltan los versos 16-22 del Salmo 104, escogido como Salmo responsorial, que tiene como estribillo: Recordad las maravillas que hizo el Señor. Esos versos son un magnífico ejemplo de las intervenciones de Dios en su pueblo. Son un nuevo canto a la misericordia y a la providencia de Dios para con su pueblo. Nos sirve del lección en los momentos de peligro, de prueba, de contradicción en que podemos encontrarnos. Dios quiere lo mejor para nosotros, aunque en ocasiones no lo entendamos. Dios sabe más, como lo muestran los testimonios que presentamos:

" Cualquier cosa que te suceda, recíbela como un bien, consciente de que nada pasa sin que Dios lo haya dispuestos " (Carta de Bernabé 19).

También San Agustín:

" Si algo acontece en contra de lo que hemos pedido, tolerémoslo con paciencia y demos gracias a Dios por todo, sin dudar lo más mínimo de que lo más conveniente para nosotros es lo que acaece según la voluntad de Dios y no según la nuestra " (Carta 130 a Proba).

Y el mismo autor:

" El Señor conoce mejor que el hombre lo que conviene en cada momento, lo que ha de otorgar, añadir, quitar, aumentar, disminuir y cuándo o ha de hacer " (Carta 138).

Años pares

Os 11, 1-2.3-4.8-9: Se me revuelve el corazón. En un fragmento de profunda poesía, el profeta compara el pueblo de Israel con un niño pequeño al que Dios prodiga cuidados maternales. Se ha llamado a esta perícopa " Balada del amor desdeñado ": Dios se comporta con su pueblo como un padre amoroso. Israel no corresponde y Dios castiga, pero perdona movido de su misericordia. Todo es admirable. El último motivo por el que se inclinará al perdón es precisamente porque Él es Dios y no hombre. Su comportamiento es diferente del comportamiento del hombre que es vengativo y justiciero. Más allá de las infidelidades de su pueblo Él conserva un inmenso amor para con él.

Perdonar es verdaderamente una actitud divina porque sólo Dios es capaz de dominar el acontecimiento inmediato y relativizarlo en la perspectiva más amplia de la historia de la salvación y de la eternidad. Dios es amor. Todo esto exige de nuestra parte una correspondencia de amor y de arrepentimiento sincero.

San Jerónimo nos habla de esto:

" Cuánta es la clemencia de Dios, cuánta nuestra dureza, que después de tantos pecados nos llama a la salvación ...

 " Cuán grande sea su misericordia, cuán grande y, por decirlo así, excesiva su clemencia, que nos lo enseñe el profeta Oseas, por cuya boca nos habla Dios: ¿Qué haré contigo Efraim? ¿Cómo te protegeré, Israel, qué haré contigo?... Mi corazón está en Mí trastornado, y me he conmovido de arrepentimiento. No daré curso al ardor de mi cólera... " (Carta 122, 2 a Rústico ).

– Con el Salmo 79 proclamamos: " que brille tu rostro y nos salve, Señor ". Es una súplica fervorosa para impetrar la intervención de Dios liberador. En todo tiempo tenemos necesidad de esta actuación de Dios. Él es el Pastor Bueno nosotros somos su rebaño (Mt 9, 36; Jn 11, 14-16) o también somos una viña amada. Él es el agricultor que nos cuida (Is 11, 1; Jn 15, 1-6).

El misterio de la Iglesia se reproduce en cada uno de sus miembros. A nuestra plegaria responde Cristo: " Yo soy la vid y vosotros los sarmientos; el que permanece en Mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin Mí no podéis hacer nada. El que no permanece en Mí es echado afuera, como el sarmiento, y se seca, y los amontonan y los arrojan al fuego para que ardan. Si permanecéis en Mí y mis palabras permanece en vosotros, pedid lo que queráis, y se os dará " (Jn 15, 5-7).

Evangelio

Mt 10, 7-15: Lo que habéis recibido gratis dadlo gratis. Jesús da a los Doce sus consignas en orden a la misión de Galilea. Deberán reproducir la actividad de su Maestro: proclamar la proximidad del Reino de Dios y manifestar su presencia por medio de milagros.

Cristo no se contenta con entregar a sus enviados un mensaje que les encarga transmitir; desea que su estilo de vida sea la reproducción viva de la palabra proclamada.

Las modalidades de este estilo de vida no dependen totalmente de una decisión privada de los evangelizadores y catequistas. Cristo tiene sus exigencias y la Iglesia, por Él fundada, también. Por eso no debe extrañarnos que la competente jerarquía de la Iglesia indique los modos y los medios para toda clase de evangelización. Esto cambia con los tiempos y los espacios. No todo es bueno para todos.

Con respecto al último versículo sobre el castigo de los que no reciben o rechazan la Buena Nueva, comenta San Agustín:

" Hay dos lugares de moradas: una en el fuego eterno y otra en el reino también eterno. Mi opinión es que dentro del fuego eterno, los tormentos serán distintos; pero todos estarán allí para ser atormentados, aunque unos más y otros menos, pues en el día del juicio será más tolerable la suerte de Sodoma que la de alguna otra ciudad (Mt 10, 15) " (Sermón 161, 4).

Al rechazar a los apóstoles del Evangelio que llaman a las puertas de una ciudad o una casa en aquella hora de la misión de los mismos, cuando ya los milagros de Cristo los habían acreditado como legados de Dios (Jn 3, 2), no se les podía rechazar impunemente. Esto era cerrar los ojos a la luz mesiánica. Y en este sentido, la culpa de éstos era superior a la aberración moral, pagana, de Sodoma y Gomorra. Santo Tomás de Aquino lo justifica así:

" Pecan más los que oyen y no practican que los que nunca oyeron " (Coment. in Mt).

De ahí la gran responsabilidad de los que rechazan la predicación evangélica y de los que no acomodan su conducta a ella.