15ª semana del Tiempo Ordinario, lunes

Años impares

Ex 21, 8-14.22: Vamos a vencer a Israel porque está siendo más fuerte y numeroso que nosotros. Los israelitas se ven reducidos a esclavos de los egipcios. Un pueblo es explotado por otro. Esto es suficiente para señalar el mal. Los pobres han tomado pronto conciencia de su inferioridad, han adoptado, bajo la dirección de uno de los suyos, medidas para salir de ella. Pero esto tiene un sentido religioso, porque en definitiva es Dios el que tiene la iniciativa de la liberación... Se verá más adelante. El hombre se rebela contra Dios en la misma liberación que Él determina hacer. Es increíble, pero así es de insensato el hombre pecador. Prefiere la misma esclavitud a la libertad que Dios le otorga. Así lo afirma San Jerónimo:

" En la etapa decimoséptima podemos darle el nombre de los ladrillos... En el Éxodo se lee de los ladrillos de Egipto y que el pueblo gemía cuando los fabricaba (Ex 1, 14)... De todo ello aprendemos que, en el camino de la vida presente y en el continuo pasar de una cosa a otra, unas veces crecemos, otras retrocedemos, y después de haber ocupado una dignidad eclesiástica con frecuencia pasamos al trabajo de los ladrillos " (Carta 78, 19, a Fabiola).

– Por eso cantamos en el Salmo 123: " Nuestro auxilio es el nombre del Señor ", que es una afirmación llena de fe y de confianza en Dios. El cristiano puede tener la seguridad de que nunca está solo. Sobrellevando con entereza las pruebas de esta vida, que Dios permite para nuestra purificación y mayor mérito, podemos progresar rápidamente en la perfección cristiana. El Salmo da al cristiano una buena lección de fe y de humildad y le muestra la caducidad de la vida presente: " Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, que lo diga Israel, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos, tanto ardía su ira contra nosotros. Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habían llegado hasta el cuello las aguas espumantes. Bendito el Señor que no nos entregó en presa a sus dientes. Hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador; la trampa se rompió y escapamos. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra ".

Años pares

Is 1, 15-17: Lavaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dios da a conocer a su pueblo por medio del profeta Isaías cuál es el culto que le agrada: no los ritos puramente externos, sino la conversión del corazón. Es doctrina común en los profetas, como ya lo hemos expuesto en muchas ocasiones con textos patrísticos. San Justino trae ese texto de Isaías al tratar del Bautismo, en su primera Apología, 61. Todo culto verdadero ha de proceder de un corazón purificado y ha de inducir a un amor más intenso a Dios y al prójimo, que son todos los hombres.

– Esto mismo sigue en el Salmo 49, en el que se repite como estribillo: " Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios ", no a los que participan en el culto y detestan las enseñanzas de Dios y no tienen presentes sus mandatos... " El que ofrece acción de gracias ése honra al Señor ". No debe haber dos líneas paralelas en la vida del cristiano: por un lado su fe, su culto y por otro su conducta y comportamiento. El verdadero espíritu del culto cristiano es la fidelidad a la voluntad de Dios. Es bien explícito lo que se lee en la Carta a los Hebreos Hb 9, 11-15 y Hb 13, 15-16.

Esto es lo que enseñó Pío XII en su encíclica Mediator Dei y lo repitió el Concilio Vaticano II, en la Constitución Sacrosanctum concilium, ni 11: en los dos documentos se nos pide " recta intención de ánimo y cooperar con la gracia divina para no recibirla en vano ".

Evangelio

Mt 10, 34-11, 1: No he venido a sembrar la paz, sino espadas. Cristo es una señal de contradicción para el mundo. O en favor de Cristo o en contra del mismo. Sus discípulos han de preferirlo a todo lo demás. " No anteponer nada al amor de Cristo ", dice San Benito en su Regla.

Los enviados del Señor que le siguen con las rupturas necesarias y le acompañan llevando cada uno su propia cruz, reciben al final una promesa extraordinaria: todo lo que se haga a sus enviados es a Cristo a quien se hace. San Agustín ha comentado con frecuencia este pasaje:

" La justicia exige de ti lo que de ti obtuvo la impureza. Escuchasteis el Evangelio: "No vine a traer la paz a la tierra, sino la espada" (Mt 10, 34). Dijo que iba a separar a los hijos de los padres. Pon tu mirada, pues, en aquella espada. ¿Quieres acaso servir a Dios y tu padre te lo prohíbe? Cuando amabas la impureza, corrías tras ella, aunque tu padre te lo prohibiese. Ahora la justicia te prohíbe seguir amándola; también aquí encontraste la prohibición de tu padre. Saca a relucir tu libertad, como entonces tu pasión. Entonces estabas dispuesto a ser desheredado con tal de no separarte de aquella impureza; estálo ahora también con tal de no separarte de la hermosura de la justicia. Es cosa grande y justa. ¿Quién hay que se atreva a decir: Es más merecedora de amor la impureza que la justicia?... Fijaos en aquella impureza y ved cuánto más exige de vosotros la piedad y la caridad, la hermosura de la justicia y la dulzura de la santificación " (Sermón 306, 4).