– Ex 11, 10-12.14: La Pascua del Señor. El cordero pascual es símbolo de Cristo. El memorial de la Nueva Pascua es la Eucaristía. Comenta San Cirilo de Alejandría:
" Los israelitas en Egipto inmolaron un cordero siguiendo las órdenes e instrucciones de Moisés. Se les mandó también añadir panes ázimos y verduras amargas... Así pues, aquel verdadero cordero, que quita el pecado del mundo, se inmoló también por nosotros, que estamos llamados a la santidad mediante la fe. Acerquémonos en su compañía a aquellos banquetes espirituales, sublimes y realmente santos, prefigurados en cierto modo por los ázimos prescritos en la ley, y que espiritualmente han de ser recibidos.
" De hecho, en las sagradas Escrituras la levadura ha sido siempre considerada como símbolo de iniquidad y del pecado. Por lo cual, nuestro Señor Jesucristo exhorta a sus santos discípulos que se abstengan del pan fermentado de los fariseos y saduceos... Igualmente, el doctísimo Pablo escribe a los santificados que se mantengan lo más alejados posible de la levadura de la impureza que mancha el alma... Para estar espiritualmente unidos a Cristo, nuestro Salvador, y tener un alma pura, no es, pues, inútil, antes muy necesario y hemos de tomarlo muy a pecho, librarnos de nuestras miserias y evitar el pecado; en una palabra, mantener nuestra alma alejada de todo lo que pudiera contaminarla " (Homilía pascual 19).
– Con el Salmo 115 decimos: " alzaré el cáliz de la salvación, invocando el nombre del Señor ". Lo primero que se preguntaba el salmista, y también nosotros debemos hacerlo, es: " ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? ". La respuesta la da él mismo: " Tomaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor ". La Eucaristía es, en efecto, no sólo la mayor prenda de la misericordia divina, sino que es el medio mejor de dar gracias a Dios por todo cuanto de Él hemos recibido.
– Is 38, 1-6.21-22.7-8: He escuchado tu oración, he visto tus lágrimas. Ezequías ora a Dios, y Él lo cura y prolonga su vida. De ahí está tomada la lectura y el salmo responsorial. Esto nos da oportunidad de reflexionar sobre la muerte. Oigamos a San Jerónimo:
" Lo mismo muere el justo que el impío, el bueno y el malo, el limpio y el sucio, el que ofrece sacrificios y el que no lo hace. La misma muerte es para el bueno que para el que peca. El que jura que el que teme el juramento. De igual modo se reducen a pavesas hombres y animales... Pase que se llore a un muerto, pero a aquel que se lo lleva la gehenna, al que devora el tártaro, y para castigo del cual arde el fuego eterno. Pero nosotros, cuya salida del mundo acompaña el ejército de los ángeles, a quienes sale Cristo al encuentro, deberíamos sentir pesar de permanecer demasiado tiempo en esta tienda de muerte. Porque mientras vivimos aquí, andamos peregrinos lejos del Señor... " (Carta 39, a Paula).
Dice San Ambrosio:
" No te perturbe el oír el nombre de la muerte, antes bien, deléitate en los dones que te aporta este tránsito feliz, ¿Qué significa en realidad para ti la muerte sino la sepultura de los vicios y la resurrección de las virtudes? " (Tratado sobre el bien de la muerte, 4).
Y San Cipriano:
" El que está lejos de la patria es natural que tenga prisa por volver a ella. Para nosotros, nuestra patria es el paraíso; allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra... La muerte no es un punto final, es un tránsito. Al acabar nuestro viaje en el tiempo viene el paso a la eternidad " (Tratado sobre la muerte, 18, 20).
– Mt 12, 1-8: El Hijo del hombre, Señor del sábado. San Juan Crisóstomo explica sobre los preceptos referidos al sábado:
" Habla de Sí mismo. Marcos, nos cuenta que también se refirió el Señor a la común naturaleza humana, y así dijo: "el sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado". Entonces ¿por qué fue castigado de muerte aquel que recogía leña el día de sábado? (Nm 15, 33 ss). Porque si desde el principio se hubiera tolerado el desprecio de la ley, mucho menos se hubiera observado posteriormente.
" Y a la verdad, muchos y grandes provechos vino a traer en los comienzos la guarda del sábado. El sábado, por ejemplo, hacía que los judíos fueran más blandos y humanos para con sus propios familiares, les enseñaba a conocer la providencia y la obra de Dios, como dice Ezequiel (20, 12, 20), y los iba instruyendo para que, poco a poco, se apartaran de la maldad, y les obligaba, al fin, a prestar alguna atención a las cosas del espíritu.
" Si Dios, al promulgar la ley del sábado, les hubiera dicho: "el día del sábado haced el bien, pero no os entreguéis al mal", no habrían contenido. De ahí que se lo prohibió todo por igual. No hagáis absolutamente nada. Y ni aun así le obedecieron. Sin embargo, el mismo que les da la ley del sábado, aun dentro de aquella generalidad, deja entender que solo quiere que se abstengan de toda obra mala. Porque no haréis nada -dice- fuera de lo que haga el alma (Ex 12, 16) Y todo aquello se hacía en el templo y se hacía con duplicado fervor y multiplicada faena. De este modo, por la sombra misma, revelábales el Señor a sus contrarios la verdad " (Homilía 39, 3, sobre San Mateo).