– Ex 24, 3-8: Alianza del Señor con el pueblo de Israel. Este se ha obligado a observar la ley de Dios, por eso se realiza una alianza con Él sellada con la sangre de un sacrificio. La Nueva Alianza estará sellada con la sangre del Hijo de Dios encarnado, para el perdón de los pecados y se hace presente en la Eucaristía. Ya hemos visto que la alianza de Israel con Dios se rompió muchas veces por la infidelidad del pueblo elegido. Pero Dios, infinitamente misericordioso, siempre la reanudó. Lo hemos expuesto con muchos textos patrísticos. como éste de Melitón de Sardes:
" La salvación del Señor y la realidad fueron prefiguradas en el pueblo judío, y las prescripciones del Evangelio fueron preanunciadas por la ley. De esta suerte, el pueblo era como el esbozo de un plan, y la ley, la letra de una parábola; pero el Evangelio es la explicación de la ley y su cumplimiento y la Iglesia el lugar donde aquello se realiza. Lo que era figura era valioso antes de que se diera la realidad, y la parábola era maravillosa antes de que se diera la explicación. Es decir, el pueblo judío tenía un valor antes de que se estableciera la Iglesia, y la ley era maravillosa antes de que resplandeciera la luz del Evangelio " (Números 4-10).
– El pacto es cantado por el Salmo 49, algunos de cuyos versículos forman el Salmo responsorial de hoy: " Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza. Congregadme a mis fieles que sellaron mi pacto con un sacrificio ". Nuestro Pacto ha sido sellado con el sacrificio de Cristo en la Cruz. Esto es reactualizado sacramentalmente en la Eucaristía. En ella hemos de participar con mente y corazón y ser consecuentes con lo que esa participación exige.
– Jr 7, 1-11: El templo no se puede convertir en una cueva de bandidos. El profeta interpela a los peregrinos junto al templo, denunciando la hipocresía de sus compatriotas y vaticinando la ruina del lugar santo. Los exhorta a practicar una religión comprometida, interior y sincera, no sólo un culto externo, aunque este también sea necesario. San Jerónimo así lo explica:
" Si han de pasar el cielo y la tierra, sin duda que pasará también todo lo terreno. Por consiguiente, los lugares de la cruz y de la resurrección aprovecharán sólo a quienes llevan su cruz y resucitan con Cristo cada día, a los que se hacen dignos de tan excelsa morada. Por el contrario, los que dicen: "el templo del Señor, el templo del Señor" (Jr 7, 4), oigan al Apóstol... Vosotros sois templo de Dios y el Espíritu Santo mora en vosotros. La corte celeste está abierta lo mismo si se mira desde Jerusalén como si se mira desde Bretaña, pues el Reino de Dios está dentro de vosotros (Lc 17, 21) " (Carta 58, 3, a Paulino presbítero).
– El Salmo 83 expone los deberes del santuario del Señor: " ¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! " El alma del piadoso israelita se consume y anhela los atrios del Señor, su corazón y su carne retozan por el Dios vivo... Anhela vivir en la Casa del Señor, alabándolo siempre y encontrar su gozo y su alegría y toda su fuerza en Dios y en su culto auténtico. Por eso prefiere el umbral de la Casa del Señor a vivir con los malvados, y vivir un día en los atrios del Señor a mil en su propia casa.
El cristiano tiene muchos motivos para superar el fervor del piadoso israelita. El antiguo templo de Jerusalén era sólo un símbolo y signo de la presencia dinámica de Dios; pero el templo cristiano es la morada del Dios vivo, ya que allí está Jesucristo, realmente presente en la Eucaristía. Allí se reactualiza sacramentalmente el sacrificio redentor del Calvario. Todo esto es mucho más que lo que significaba el templo judío de Jerusalén.
– Mt 13, 24-30: Dejadlos crecer juntos hasta la siega. Manifiesta la paciencia de Dios que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta de su conducta y que viva. Dice Clemente de Alejandría:
" Si decimos, como se admite universalmente, que todas las cosas necesarias y útiles para la vida nos vienen de Dios, no andaremos equivocados. En cuanto a la filosofía, ha sido dada a los griegos como su propio testamento, constituyendo un fundamente para la filosofía cristiana, aunque los que la practican de entre los griegos se hagan voluntariamente sordos a la verdad, ya porque menosprecian su expresión bárbara, ya también porque son conscientes del peligro de muerte con que las leyes civiles amenazan a los fieles.
" Porque igual que la filosofía bárbara, también en la griega ha sido sembrada la cizaña (Mt 13, 25) por aquel cuyo oficio es sembrar cizaña. Por esto nacieron las herejías juntamente con el auténtico trigo, y entre ellos, los que predican el ateísmo y el hedonismo de Epicuro, y todo cuanto se ha mezclado en la filosofía griega contrario a la recta razón, son fruto bastardo de la parcela que Dios había dado a los griegos... " (Stromata 6, 8, 67).