19ª semana del Tiempo Ordinario, sábado

Años impares

Jos 24, 14-29: Elección por el Señor. Josué propone a la asamblea que concluya un pacto con el Señor, cosa que aceptó el pueblo afirmando ardorosamente su decisión de servir a Dios y de obedecerle. Es un ejemplo siempre actual y siempre necesario: elegir a Dios, servir a Dios, aunque Él no lo necesite. Oigamos a San Ireneo:

" Así acontece en el servicio de Dios: a Dios no le aporta nada, pues Dios no tiene necesidad del servicio de los hombres; mas a aquellos que le sirven y le siguen, Dios les da la vida, la incorruptibilidad y la gloria eterna. Él concede su benevolencia a los que le sirven por el hecho de servirle, y a los que le siguen por el hecho de seguirle, pero no recibe de ellos beneficio alguno, porque es perfecto y no tiene ninguna necesidad. Si Dios solicita el servicio de los hombres es para poder, siendo bueno y misericordioso, otorgar sus beneficios a aquellos que perseveran en su servicio; porque, del mismo modo que Dios no tiene necesidad de nada, el hombre tiene necesidad de la comunión con Dios, pues la gloria del hombre está en perseverar en el servicio de Dios " (Tratado contra las herejías 4, 3).

– El Salmo 15 es un poema de oro, que hace una opción absoluta por Dios; un poema precioso, que convierte la fe en un manantial inagotable de amor: " Tú eres, Señor, mi heredad... El Señor es el lote de mi heredad y mi cáliz, mi suerte está en su mano... Bendigo al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré ".

Nuestro ejemplo y modelo es Cristo, que hizo siempre la voluntad del Padre (Mt 26, 39; Lc 2, 49). Donde está la Cabeza allí ha de estar el Cuerpo. Somos coherederos con Cristo (Rm 8, 16-17). Para todo cristiano Dios es el único y sumo Bien. Todo " ídolo " que se introduce en la vida cristiana la empobrece hasta destruirla, porque quita a Dios sus derechos y seca la fuente vital de la existencia humana hecha a imagen y semejanza de Dios. Solamente en Dios podemos encontrar la fuente de la alegría, de la paz y la promesa segura de una vida eterna feliz. Hemos optado por Dios. Ahí está nuestra verdadera felicidad y victoria.

Años pares

Ez 18, 1-10.13.30-32: Os juzgué a cada uno según su conducta. Dios da cuenta, por medio del profeta, de la responsabilidad de cada uno de cara al juicio divino: es un llamamiento a la conversión del corazón y al cambio de vida. San Cipriano escribe:

" Cuál y cuánta es la paciencia de Dios se ve en que aguanta con toda calma la afrenta que hacen a su soberanía y dignidad los hombres, levantando templos idolátricos, fabricando estatuas, practicando sacrificios sacrílegos. Se ve en que hace nacer el día y el sol lo mismo sobre los buenos que sobre los malos, y riega la tierra con lluvias, sin quedar nadie excluido de sus beneficios, porque no discrimina entre justos y malvados. Vemos que, por una equidad inseparable de la paciencia, lo mismo a los inocentes que a los culpables, a los piadosos que a los impíos, a los agradecidos que a los ingratos sirven por disposición de Dios las estaciones, favorecen los elementos, soplan los vientos, corren las fuentes, crecen las mieses, maduran las uvas, florecen los prados.

" Y a pesar de provocar continuamente con ofensas la ira de Dios, sin embargo contiene su cólera y aguarda con calma el día prescrito para la sanción; aunque tiene en sus manos la venganza, prefiere dar tiempo con su clemencia y demora para ofrecer la posibilidad de que ceda alguna vez la prolongada malicia, y los hombres encenagados en errores y crímenes, al menos al final, se vuelvan a Dios, ya que dirige estas advertencias: "No quiero la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva" (Ez 18, 32) " (De los bienes de la paciencia 3-4).

– Ese espíritu de conversión lo hacemos oración con el Salmo 50: " Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu, devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso... un corazón quebrantado y humillado Tú no lo desprecias, Señor ". Hasta el fin de los tiempos este Salmo será la plegaria de todo hombre que busca el camino de la salvación y que lucha contra el mal que se anida en su corazón.

Evangelio

Mt 19, 13-15: No impidáis a los niños que se acerquen a Mí, de ellos es el Reino de los cielos. Oigamos a San Agustín, que en una octava de la Pascua predica:

" De los tales es el Reino de los cielos (Mt 19, 14), es decir, de los humildes, de los párvulos en el espíritu. No los despreciéis; no los aborrezcáis. Esta sencillez es propia de los grandes; la soberbia, en cambio, es la falsa grandeza de los débiles, que, cuando se adueña de la mente, levantándola, la derriba; inflándola, la vacía; y de tanto extenderla, la rompe. Él humilde no puede dañar; el soberbio no puede no dañar... Así, pues, si guardáis esta piadosa humildad que la Escritura Sagrada muestra ser una infancia santa, estáis seguros de alcanzar la inmortalidad de los bienaventurados: de los tales es el Reino de los cielos " (Sermón 353, 1).