21ª semana del Tiempo Ordinario, viernes

Años impares

1Ts 4, 1-8: Dios quiere de nosotros una vida sagrada. Somos templos vivos de Dios. No podemos profanarlo. La pureza no es solamente cuestión de voluntad, sino también signo de que el hombre ha sido santificado en lo más profundo de su ser por la presencia del Espíritu Santo. Escribe San Juan Crisóstomo:

" Una tierra buena hace algo más que devolver el grano que le ha sido confiado; así también el alma no debe limitarse a cumplir lo que está mandado, sino ir más lejos... Dos condiciones configuran la virtud: evitar el mal y hacer el bien. Huir del mal no completa la virtud, sino que es el principio del camino que conduce a ella. Es necesario añadir un celo ardiente por el bien... Estos crímenes que comentamos no quedarán ni mucho menos impunes, El deleite que nos producen causa menos encantos que dolores traerán consigo los sufrimientos con que serán castigados " (Homilía sobre I Tes.).

La llamada universal a la santidad ha sido una doctrina enseñada por la Iglesia en todos los tiempos. Son bien expresivos los testimonios de los Santos Padres, de San Francisco de Sales y de San José-maría Escrivá, y sobre todo del Concilio Vaticano II. Enseña Casiano:

" El fin último de nuestro camino es el Reino de Dios; pero nuestro blanco, nuestro objetivo inmediato es la pureza de corazón. Sin ella es imposible alcanzar ese fin " (Colaciones 1, 4).

– El Salmo 96 es un himno a la realeza de Dios que viene. Puede decirse que toda la historia bíblica gira alrededor de la venida del Señor, preconizada en las venidas parciales, que anuncian la gran venida en los últimos tiempos: " El Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados. Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón ". Por eso se invita a los justos a alegrarse con el Señor.

Años pares

1Co 1, 17-25: Predicación de Cristo crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los griegos, pero sabiduría para los creyentes. Oigamos a San Agustín:

" La sabiduría de este mundo es necedad ante Dios. No tenemos, pues, un corazón como el vuestro. Reciba la cruz de Cristo, póngala en la frente, donde está el asiento del pudor; allí precisamente donde antes se nota el rubor; póngala allí para no avergonzarse de ella... Lo necio de Dios es más sabio que la sabiduría de los hombres " (Sermón 174, 3).

Y San Teodoro Estudita:

" ¡Oh don preciosísimo de la Cruz! ¡Qué aspecto tiene más esplendoroso!... Es un árbol que engendra la vida, sin ocasionar la muerte; que ilumina sin producir sombras; que introduce en el paraíso, sin expulsar a nadie de él; es un madero al que Cristo subió, como rey que monta en su cuadriga, para derrotar al diablo que detentaba el poder de la muerte, y librar al género humano de la esclavitud a que la tenía sometido el diablo. Este madero, en el que el Señor, cual valiente luchador en el combate, fue herido en sus divinas manos, pies y costado, curó las huellas del pecado y las heridas que el pernicioso dragón había infligido a nuestra naturaleza... Aquella suprema sabiduría, que, por así decir, floreció en la cruz, puso de manifiesto la jactancia y la arrogante estupidez de la sabiduría mundana " (Sermón en la Adoración de la Santa Cruz).

– El Salmo 32 nos muestra que los proyectos del Señor subsisten siempre, contra todo criterio meramente humano. Así manifiesta su misericordia que llena toda la tierra. Por eso " los justos aclaman al Señor, que merece la alabanza de los buenos, dan gracias al Señor con cítaras y tocan en su honor el arpa de diez cuerdas... La palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales. Él ama la justicia y el derecho. Deshace los planes de los malvados y frustra sus proyectos ". Todo esto nos debe mover a poner en Dios toda nuestra confianza.

Evangelio

Mt 25, 1-13: Llega el Señor, salid a recibirlo. La parábola de las diez vírgenes es muy aleccionadora. El tiempo de la vida presente ha de ser un tiempo de espera del Señor. Hemos de estar siempre en vela esperándolo y bien preparados. San Agustín expone con frecuencia este pasaje evangélico en sus sermones:

" Estas cinco y cinco vírgenes son la totalidad de las almas de los cristianos. Pero cinco prudentes y cinco necias. Toda alma que vive en un cuerpo se asocia al número cinco, porque se sirve de los cincos sentidos. Fueron y entraron las cinco prudentes. ¡Cuán muchos sois, hermanos míos, en el nombre de Cristo! Hállense entre vosotros las cinco vírgenes prudentes. Vendrá, en efecto, la hora; vendrá y en el momento que desconocemos. Vendrá a media noche, estad en vela... Si, pues, hemos de dormir, ¿cómo estaremos en vela? Vela con el corazón, con la fe, con la esperanza, con la caridad, con las obras. Y una vez que te hayas dormido en el cuerpo, ya llegará el momento de levantarte. Cuando te hayas levantado, prepara las lámparas. Que no se te apaguen entonces, que ardan con el aceite interior de la conciencia..., entonces te introducirá el Esposo en la Casa en la que nunca duermes, en la que tu lámpara nunca puede apagarse. Hoy, en cambio, nos fatigamos y nuestras lámparas fluctúan en medio de vientos y tentaciones de este mundo. Pero arda con vigor nuestra llama para que el viento de la tentación más bien acreciente el fuego que no lo apague " (Sermón 93).