21ª semana del Tiempo Ordinario, sábado

Años impares

1Ts 4, 9-11: Dios mismo nos enseña a amarnos. La caridad viene de Dios. No es solo benevolencia, sino una verdadera comunión, creada por la participación de una misma vida. Por eso es fraternidad. El cristiano se purifica progresivamente del pecado y así se deja invadir más y más por la vida divina. San Clemente Romano escribe:

" La altura a la que nos eleva la caridad es inenarrable. La caridad nos une con Dios, la caridad cubre la muchedumbre de pecados, la caridad todo lo soporta, la caridad es paciente. Nada hay vil en la caridad, nada soberbio... En la caridad se perfeccionaron todos los elegidos de Dios. Sin la caridad nada es agradable a Dios " (Carta a los Corintios I,49).

– Con el Salmo 97 proclamamos que en la concordia y la paz de todos brota la alabanza divina, pues todo nos viene del Señor: " El Señor llega para regir la tierra con rectitud. Cantemos al Señor un cántico nuevo porque hace maravillas; su diestra le ha dado la victoria; retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes. El Señor rige el orbe con justicia y los pueblos con rectitud ". De Él aprendemos todos y así todos viviremos en la paz, que es uno de los mejores bienes de los pueblos.

San Pablo decía a los Filipenses: " La paz de Dios que sobrepuja todo entendimiento, guarde vuestros corazones y vuestros sentidos en Jesucristo " (Flp 4, 7). La paz del cristiano es de orden interior, conocimiento de las propias miserias y de las propias virtudes, respeto a los demás y una confianza plena en el Señor.

Años pares

1Co 1, 26-31: Dios ha escogido lo débil del mundo. Dios llama a todos, a sabios e ignorantes, a vivos y a pobres, a gente distinguida y a gente sencilla..., porque lo que Él da no está sujeto a la riqueza, a la sabiduría humana ni a la aristocracia. Está por encima de todo eso. Este es el nuevo orden de cosas que trajo el Señor a la tierra, los más grandes son aquellos que más sirven, los más elevados son aquellos que más se abajan por amor a Dios y al prójimo. Comenta San Agustín:

" ¿Quieres ser grande? Comienza por hacerte pequeño. ¿Piensas construir un edificio de colosal altura? Dedícate primero al cimiento bajo. Y cuanto más elevado sea el edificio que quieres levantar, tanto más honda debes preparar su base... Los edificios antes de llegar a las alturas se han de humillar. El remate se levanta airoso después de la humillación " (Sermón 142).

San Juan Crisóstomo exclama:

" ¡Qué hermoso es el orden que el Apóstol pone en su lenguaje! Dios nos ha hecho sabios sacándonos del error; después justos y santos comunicándonos su espíritu " (Homilía sobre I Cor)

– El Salmo 32 nos muestra la misma doctrina: Es dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. Es dichosa la nación no porque tiene riquezas y poder, sino porque su Dios es el Señor. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia. Es la enseñanza de San Juan Crisóstomo:

" Porque la soberbia fue la raíz y la fuente de la maldad humana, contra ella pone el Señor la humildad, como firme cimiento, porque una vez colocada ésta debajo, todas las demás virtudes se edificarán con solidez, pero si ésta no sirve de base, se destruye cuanto se levante por bueno que sea " (Homilía 15 sobre San Mateo).

Evangelio

Mt 25, 14-30: La fidelidad para entrar en el Reino. La parábola sobre los talentos exhorta a una postura activa y generosa en toda la vida. San Juan Crisóstomo comenta:

" Este hombre, padre de familia, es Cristo, sin ninguna duda. Él, al ascender victorioso al Padre después de su resurrección, llamó a los apóstoles y les confió la doctrina evangélica, dando a uno más y a otro menos, no por liberalidad o parsimonia, sino según las fuerzas de los que recibían, como dice también el Apóstol que había alimentado con leche a los no podían tomar alimento sólido. Por eso acoge con la misma alegría al que había transformado en diez los cinco talentos que al que había transformado los dos en cuatro, no considerando la magnitud de la ganancia sino la intención de su esfuerzo... Lo que había dicho para excusarse, se vuelve contra él mismo.

" Es llamado servidor malo porque acusa, sin razón, a su señor; perezoso porque no quiso duplicar el talento, de modo que por un lado se le condena por su indolencia y por el otro, por su negligencia... La palabra divina, que debería haber sido dada a los banqueros y negociantes, es decir, ya sea a los otros doctores -que es lo que hicieron los apóstoles consagrando presbíteros y obispos en cada provincia- o a todos los creyentes que hubieran podido duplicar el dinero y devolverlo con interés ejecutando con obras todo lo que habían aprendido con palabras... " (Comentario al Evangelio de Mateo 25, 14-15.26-28).