22ª semana del Tiempo Ordinario, lunes

Años impares

1Ts 4, 13-17: Morir en Cristo para reinar en Cristo. Muchos están preocupados por el momento de la segunda venida de Cristo: ¿Salvación? ¿Condenación? Todos hemos de participar en la gloria de Cristo si hemos participado en su muerte y resurrección. San Juan Crisóstomo enseña:

" Afligirse en exceso por la muerte de los amigos es actuar como un hombre al que no anima la esperanza cristiana. Y, de hecho, quien no tiene fe en la resurrección y mira la muerte como un aniquilamiento total, tiene razón en llorar, lamentarse y gemir por sus gentes, aniquiladas para siempre. Pero vosotros, cristianos, que creéis en la resurrección, que vivís y morís en la esperanza, ¿por qué os lamentáis con exceso? " (Homilía sobre I Tes.).

La idea de San Pablo es que los difuntos no solo estarán en un reino maravilloso, sino que compartirán el Reino con el Señor. Cristo ha asumido la condición humilde y mortal de los hombres y a cambio de esto dará a los resucitados su gloria y la participación de su señorío. Es lo que manifiestan elocuentemente las fórmulas paulinas: " si padecemos con Él seremos con Él glorificados ".

– El Salmo 95 nos ofrece temas para la reflexión espiritual con respecto a la lectura anterior: " El Señor llega a regir la tierra, cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. Porque grande es el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses. Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo. Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena, vitoreen los campos y cuanto hay en ellos. Aclamen los árboles del bosque delante del Señor que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad ".

Años pares

1Co 2, 1-5: Anuncio de Cristo crucificado. Es el tema de la predicación paulina. San Pablo ha llegado al conocimiento y al amor de la Cruz de Cristo, después de largos años de incomprensión en el judaísmo. Como sus contemporáneos judíos, no podía ni imaginar un Mesías crucificado. Escribe Orígenes:

" Y es así que la palabra de los que a los comienzos predicaron la religión cristiana, y trabajaron en la fundación de las Iglesia de Dios y, por tanto, su enseñanza tuvo ciertamente fuerza persuasiva, pero no como la que se estila en los que profesan la sabiduría de Platón o de cualquier otro filósofo, hombres al cabo y que nada tienen fuera de la naturaleza humana. La demostración, empero, de los apóstoles de Jesús era dada por Dios y tomaba su fuerza persuasiva del espíritu y del poder (1Co 2, 4). Así se explica que su palabra corriera rápida y agudísimamente (Sal 147, 4) o, por mejor decir, la palabra de Dios, que por su medio convertía a muchos que pecaban por natural tendencia y por costumbre; a los que nadie, ni a fuerza de castigos, hubiera hecho mudar de vida, los cambió la palabra viva, formándolos y moldeándolos a su talante " (Contra Celso 3, 68).

Es lo mismo que afirma San Pablo: " no me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado ".

– Con esta ciencia de la Cruz, San Pablo hace suya, y nosotros también, la doctrina de esos versos del Salmo 118: " ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor! Todo el día la estoy meditando. Tu mandato me hace más sabio que mis enemigos, siempre me acompaña. Soy más docto que todos mis maestros, más sagaz que los ancianos... no me aparto de tus mandamientos, porque Tú me has instruido ".

Evangelio

Lc 4, 15-30: Evangelización de los pobres. Lectura en la sinagoga de Nazaret del pasaje de Is 58, 6; Is 61, 1-2. Comenta San Ambrosio:

" Ve aquí la Trinidad perfecta y coeterna. La escritura nos afirma que Jesús es Dios y hombre, perfecto en lo uno y en lo otro; también nos habla del Padre y del Espíritu Santo. Pues el Espíritu Santo nos ha sido mostrado cooperando, cuando en la apariencia corporal de una paloma descendió sobre Cristo en el momento en el que el Hijo de Dios era bautizado en el río y el Padre habló desde el cielo. ¿Qué testimonio podemos encontrar más grande que el de Él mismo, que afirma haber hablado en los profetas? El fue ungido con un óleo espiritual y una fuerza celestial, a fin de inundar la pobreza de la naturaleza humana con el tesoro eterno de su resurrección, de eliminar la cautividad del alma, iluminar la ceguera espiritual, proclamar el año del Señor, que se extiende sobre los tiempos sin fin y no conoce las jornadas del trabajo, sino que concede a los hombres frutos y descanso continuos. Él se ha entregado a todas las tareas, incluso no ha desdeñado el oficio de lector, mientras que nosotros, impíos, contemplamos su cuerpo y rehusamos creer en su divinidad que se deduce de sus milagros " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib. IV,45).