22ª semana del Tiempo Ordinario, martes

Años impares

1Ts 5, 1-6.9-11: Murió por nosotros, para que vivamos por Él. No sabemos el día ni la hora de su segunda venida. Por eso hay que velar y estar alerta en el tiempo presente. Explica San Juan Crisóstomo:

" La embriaguez de que habla aquí el Apóstol no es solamente la que resulta del vino, sino la que resulta del pecado. La riqueza, la ambición, la codicia y todo su cortejo de pasiones, esto es lo que causa la borrachera del alma. Pero, ¿por qué se da al pecado el nombre de sueño? Porque el esclavo del pecado se encuentra sin energía, sin acción para las obras de virtud. Sumergido en las ilusiones y el encanto delirante del mal, sus obras no tienen nada de real, nada de sólido; se limita a correr tras unos fantasmas " (Homilía sobre I Tes. 4, 2).

– Con el Salmo 26 decimos muy adecuadamente: " Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida... El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la Casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo. Espero gozar de la dicha del Señor ".

Quien recibe el bautismo puede decir con toda verdad: " El Señor es mi Luz y mi salvación y la defensa de mi vida; el bautizado es conciudadano de los Santos y familiar de Dios " (Ef 2, 19). Pertenece a la Iglesia y puede ofrecer a Dios, juntamente con Cristo, el sacrificio más agradable a Dios, que es la sagrada Eucaristía. La fe ayuda a la Iglesia a reconocer el rostro de Cristo en la Escritura, en las celebraciones litúrgicas, en los pobres y perseguidos y luego en la visión beatífica.

Años pares

1Co 2, 10-16: Solo el hombre espiritual puede captar lo que es propio del Espíritu. Comenta San Agustín:

" El Espíritu de Dios es el Espíritu de caridad, mientras que el espíritu de este mundo es soberbio e ingrato para Dios " (Sermón 283, 3).

El Espíritu de Dios proporciona el pensamiento y el vocabulario que permiten hablar de Dios como conviene. El Espíritu de Dios en el corazón del cristiano es la facilidad que da para juzgar todas las cosas desde un punto más elevado, pero hace falta aún una seria voluntad de humildad y de apertura a Dios para ser capaz de acceder a ello. San Juan Crisóstomo lo expone adecuadamente en su Homilía sobre este pasaje paulino:

" El que ve claro, ve todo, incluso al que no ve; en cambio, el que no ve no puede ver lo que hace referencia al que ve claro. Nosotros, los cristianos, comprendemos nuestra condición y la situación de los infieles; los infieles, sin embargo, no entienden la nuestra. Nosotros sabemos como ellos y mejor que ellos cuál es la naturaleza de las cosas presentes; los infieles no conocerán sino un día las excelencias de las cosas futuras, mientras que nosotros vemos desde ahora los sufrimientos de los malvados y las coronas destinadas a los buenos ".

– Por eso cantamos jubilosos con el Salmo 144: " El Señor es justo en todos sus caminos. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas... Es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. Su reinado es un reinado perpetuo y su gobierno va de edad en edad ". Toda la grandeza de Dios, su majestad inconmensurable está al servicio de su bondad. Esto debe llenarnos de alegría y de generosidad para corresponder a Él con gran amor.

Evangelio

Lc 4, 31-37: Cristo es el Santo de Dios. Hasta los demonios lo reconocen. San Ambrosio comenta:

" ¿Quién es el que en la sinagoga estaba poseído de un espíritu inmundo? ¿No es el pueblo judío? Como atrapado por los anillos de una serpiente y cogido por las redes del diablo, manchaba su pretendida pureza corporal por las inmundicias interiores del alma. Con razón había en la sinagoga un hombre poseído del espíritu inmundo, porque había perdido el Espíritu Santo. El diablo había entrado en el lugar de donde había salido Cristo. Al mismo tiempo se nos muestra que la naturaleza del diablo no es mala y que sus obras son inicuas: pues el que en virtud de su naturaleza superior reconocía como Señor, por sus obras lo reniega.

" Esto significa la malicia y depravación de los judíos, que ha esparcido por este pueblo una tan gran ceguera y tan gran raquitismo espiritual, que niega lo que los mismo demonios reconocían. ¡Oh herencia de discípulos peores que el maestro! Él tienta al Señor con la palabra, estos con los hechos; él dice: Échate, ellos intentan precipitarlo. No obstante estas cosas, desde un punto de vista más profundo, debemos entender aquí la salud del alma y del cuerpo... " (Tratado sobre San Lucas lib. IV,61-62).