24ª semana del Tiempo Ordinario, martes

Años impares

1Tm 3, 1-13: Cualidades de los responsables de la comunidad cristiana, para ser capaces de conducir a la Iglesia adecuadamente. Comenta San Agustín:

" Si conviene que la conducta del obispo sea irreprochable, ¿será acaso decoroso que la del cristiano sea reprochable? Obispo es un término griego que en nuestra lengua puede traducirse por 'inspector' o 'visitador': Nosotros somos obispos, pero con vosotros somos cristianos. Recibimos el nombre particular debido del hecho de visitar; todos recibimos el nombre común [de cristiano] del hecho de la unción. Si todos hemos sido ungidos, todos participamos en el combate. Mas ¿por qué os visitamos si nada bueno vemos en vosotros? " (Sermón 176, A).

En el rito de la ordenación episcopal, con un texto de principios del siglo III, se pide:

" Concede, oh Padre, que conoces los corazones, a este servidor que has escogido para el episcopado, que apaciente tu sagrado rebaño, sirviéndote de noche y de día; que haga complaciente tu rostro y que ofrezca las oblaciones de tu Iglesia santa; que pueda perdonar los pecados en virtud del Espíritu del Sacerdocio supremo, según tu mandato.., que te complazca por la naturaleza y pureza de su corazón, presentándote un nuevo perfume, por tu Hijo Jesucristo ".

Todos debemos reverencia santa a la jerarquía eclesiástica: obispos, presbíteros y diáconos. Por todos ellos hemos de orar al Señor.

– Con el Salmo 100 cantamos al Señor: Andaré con rectitud de corazón. Cantemos la bondad y la justicia del Señor, caminemos por el camino perfecto y suspiremos por la venida del Señor, andemos con rectitud de corazón, apartemos nuestros ojos de intenciones viles, oremos por los que oran mal para que se conviertan. No prestemos oídos a los que difaman al prójimo, oremos por los engreídos y de corazón arrogante. Hagamos el bien a todos, a ejemplo de Cristo, el Rey-Mesías que se entregó al servicio de todos y formar junto a Él un reino de leales que buscan la verdad, la justicia, la sencillez y sobre todo amar como Él amó.

Años pares

1Co 12, 12-14.27-31: Todos formamos el Cuerpo de Cristo. Los dones espirituales o naturales no deben ser factor de división, sino que deben contribuir a la unión. Comenta San Agustín:

" A Cristo lo constituyen muchos miembros, que son un único Cuerpo. Descendió del cielo por misericordia y no asciende nadie sin Él, puesto que también nosotros estamos en Él por la gracia... No se trata de diluir la dignidad de la Cabeza en el Cuerpo, sino de no separar la Cabeza de la unidad del Cuerpo " (Sermón 263, A,2).

Y San Juan Crisóstomo:

" Cabría esperar otra consecuencia y decir, así también la Iglesia; pero no... Porque lo mismo que la cabeza y el cuerpo forman un mismo hombre, así Cristo y la Iglesia forman un mismo Cuerpo; y así en lugar de nombrar a la Iglesia, nombra a Cristo " (Homilía sobre 1 Cor, 12, 12-13).

San Agustín:

" Cristo entero está formado por la Cabeza y el Cuerpo, verdad que no dudo que conocéis bien. La Cabeza es nuestro mismo Salvador, que padeció bajo Poncio Pilato y ahora, después que resucitó de entre los muertos, está sentado a la diestra del Padre. Y su Cuerpo es la Iglesia. No esta o aquella Iglesia, sino la que se halla extendida por todos el mundo. Ni es tampoco solamente la que existe entre los hombres actuales, ya que también pertenecen a ella los que vivieron antes de nosotros y los que han de existir después, hasta el fin del mundo. Pues toda la Iglesia, formada por la reunión de los fieles -porque todos los fieles son miembros de Cristo-, posee a Cristo por Cabeza, que gobierna su Cuerpo desde el Cielo. Y, aunque esta Cabeza se halle fuera de la vista del Cuerpo, sin embargo, está unida por el amor " (Comentario al Salmo 56, 1).

– Con el Salmo 99 decimos: " Somos su pueblo y ovejas de su rebaño ". Aclamemos al Señor, tierra entera, sirvámosle con alegría, entremos en su presencia con vítores. Él Señor es Dios. Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. Él es nuestro Pastor, conocemos su voz y Él nos conoce a nosotros. Formamos un solo Cuerpo. Él es nuestra Cabeza. El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades. Un solo corazón y una sola alma. Todos los dones al servicio de todos, con gran amor a ejemplo de Jesucristo.

Evangelio

Lc 7, 11-17: Resurrección del hijo de la viuda. Comenta San Ambrosio:

" Este pasaje también es rico en un doble provecho; creemos que la misericordia divina se inclina pronto a las lágrimas de una madre viuda, principalmente cuando está quebrantada por el sufrimiento y por la muerte de su hijo único... Mas, aunque los últimos síntomas de la muerte hayan hecho desaparecer toda esperanza de vida y que los cuerpos de los difuntos están próximos al sepulcro, sin embargo, a la palabra de Dios, los cadáveres, dispuestos a perecer, resucitan, se entrega el hijo a la madre, se llama de la tumba, se arranca del sepulcro. ¿Cuál es esta tumba, la tuya, sino las malas costumbres? Tu tumba es la falta de fe; tu sepulcro es esta garganta que profiere palabras de muerte. Este es el sepulcro del que Cristo te libra; resucitarás de esa tumba si escuchas la palabra de Dios.

" Aunque existe un pecado grave que no puede ser lavado con las lágrimas de tu arrepentimiento, llora por la madre Iglesia, que interviene por cada uno de sus hijos como una madre viuda por sus hijos únicos; pues ella se compadece, por un sufrimiento especial que le es connatural, cuando ve a sus hijos arrastrarse hacia la muerte por vicios funestos. Somos nosotros entrañas de sus entrañas; pues también existen entrañas espirituales... Somos nosotros las entrañas de la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, hechos de su carne y de sus huesos. Que llore, pues, la piadosa madre y que la multitud la asista; que no solo la multitud, sino una multitud numerosa compadezca a la buena madre. Entonces tú te levantarás del sepulcro; los ministros de tus funerales se detendrán y comenzarás a pronunciar palabras de vida; todos temerán, pues, por el ejemplo de uno solo, serán muchos corregidos; y más aún, alabarán a Dios que nos ha concedido tales remedios para evitar la muerte " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib. V, 89-92).