24ª semana del Tiempo Ordinario, viernes

Años impares

1Tm 6, 2-12: Tú, practica la justicia. El Apóstol debe evitar las querellas por las palabras y atender al ejercicio de las virtudes cristianas. En eso consiste el combate espiritual para alcanzar la vida eterna. Comenta San Agustín:

" He aconsejado a los ricos. Oíd ahora los pobres. Los primeros, dad; los segundos, no robéis. Los unos dad de vuestra riqueza; los otros frenad vuestras apetencias. Escuchad los pobres al Apóstol: Es una gran ganancia la piedad con lo suficiente. Tenéis en común con los ricos el mundo, pero no la casa. Tenéis en común con ellos el cielo y la luz. Buscad lo que basta; buscad eso, nada más. Las demás cosas oprimen, no elevan; cargan, no honran... Nació el rico, nació el pobre. Os encontrasteis caminando al mismo tiempo por un camino. Tú no oprimas; tú no engañes. Este necesita, aquel tiene. A ambos los hizo el Señor. A través del que tiene socorre al necesitado; a través de quien no tiene prueba al que tiene. Lo hemos escuchado; lo hemos dicho; hermanos, preocupémonos, oremos, lleguemos " (Sermón 85, 5-7).

– Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos. Con el Salmo 48 decimos: " ¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y acechen los malvados que confían en su opulencia y se jacten de sus inmensas riquezas? Nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate... No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa; cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él ". Todo esto no quiere decir abandono de los bienes de este mundo. El sentido es el que de tal modo utilicemos las cosas temporales que no perdamos las eternas. "Todas las cosas son para vosotros, vosotros para Cristo y Cristo para Dios", dice San Pablo.

Años pares

1Co 15, 12-20: La resurrección de Cristo, fundamento de nuestra fe. Desde el día de Pentecostés se convierte la resurrección del Señor en el centro de la predicación apostólica. Habían sido testigos de la presencia del Señor resucitado. Era un inmenso bien que los había impactado y lo difunden por doquier. Oigamos a San Agustín:

" El ser liberado del cuerpo de esta muerte no equivale a carecer de cuerpo. Lo tendrás, pero no será el cuerpo de esta muerte. Será el mismo y no será el mismo. Será el mismo porque existirá la misma carne; no será el mismo porque no será mortal. La forma de liberación del cuerpo de esta muerte consistirá en que lo mortal se vista de inmortalidad, lo corruptible de incorruptibilidad... En Adán mueren todos, de aquí proceden tus gemidos, de aquí tu lucha con la muerte; de aquí el cuerpo de esta muerte. Pero como todos mueren en Adán, del mismo modo todos recibirán la vida en Cristo... Entonces habrás sido liberado del cuerpo de esta muerte, pero no por tu poder, sino por la gracia de Dios a través de Jesucristo " (Sermón 154, 17).

– " Al despertar me saciaré de tu semblante ". Oremos con el Salmo 16: " Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mis súplicas, que en mis labios no hay engaño... Muestra las maravillas de tu misericordia, Tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha... Yo con mi apelación vengo a tu presencia "... Lo que consta al cristiano es el estar convencido de que Dios es preferible al mundo entero y que la suprema felicidad consiste en vivir con Él ahora y luego en la vida eterna, para saciarnos en la contemplación de su rostro.

Evangelio

Lc 8, 1-3: Las mujeres que acompañaban a Jesús y le ayudaban con sus bienes. La Iglesia primitiva tuvo gran veneración de estas mujeres que seguían a Jesús y le ayudaban. Es un inmenso bien contribuir a las obras de apostolado.

Durante veinte siglos de cristianismo han sido muchas las mujeres que han hecho un firme y eficaz apostolado; otras, no pudiendo hacer esos ministerios han contribuido con sus bienes a la ayuda de tales obras de caridad que la Iglesia ha prodigado siempre por doquier, de modo que sin esa aportación no se hubiera podido realizar la inmensa labor apostólica, que se ha hecho y hace la Iglesia. Otras, muy especialmente han contribuido y contribuyen eficacísimamente con su vía de oración y de sacrificio en la vida religiosa contemplativa, como muchas veces lo ha manifestado con gratitud la competente jerarquía de la Iglesia. Oigamos a San Agustín:

" El mismo Señor poseía bolsa, en la que depositaban las cosas necesarias y encerraba también el dinero para sus propias necesidades y las de quienes le acompañaban. En efecto, cuando el evangelista dice que sintió hambre (Mt 4, 2; Mt 21, 18) no mentía. Quiso sentir hambre por ti, para que tú no sintieras hambre en aquel que, siendo rico, se hizo pobre para que nosotros participáramos en su riqueza (2Co 8, 9). También el Señor tuvo bolsa, y se nos narra que ciertas mujeres devotas lo seguían a los lugares a donde iba a evangelizar y le servían de sus propios haberes, entre las cuales estaba también la mujer de un cierto Cusa, procurador de Herodes (Lc 8, 3) " (Comentario al Salmo 103, 3).