26ª semana del Tiempo Ordinario, lunes

Años impares

Za 8, 1-8: Yo libertaré a mi pueblo del país de Oriente y Occidente. Son oráculos de felicidad. Zacarías es el profeta del retorno del destierro; reconstrucción, vida larga, alegría... Pero todo esto se realizará en Cristo y su obra con sentido espiritual y sublime. El profeta está convencido de que Dios está en el corazón de la ciudad como lo estaba en la columna de fuego y en la tienda del desierto. El amor de Dios es inmenso. Mas donde se mostró en su plenitud fue en la Encarnación del Unigénito del Padre: Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Unigénito, como dice San Juan en el Evangelio (Jn 3, 16). Este es el signo grande del amor de Dios.

– El Salmo 101 nos ofrece un material adecuado para meditar con respecto a la lectura anterior: " el Señor reconstruyó Sión y apareció en su gloria; los gentiles temerán su nombre y los reyes del mundo su gloria ". Es en la reconstrucción de Sión, la Santa Iglesia, donde brilla con esplendor su gloria... Él se inclina a la súplica de los indefensos y no desprecia sus peticiones. Esto se escribió para las generaciones futuras hasta el fin de los tiempos; el pueblo de Dios que fue creado alabó al Señor y lo alaba constantemente en las celebraciones litúrgicas y fuera de ellas. El Señor miró desde su excelso santuario, desde el cielo se fija en la miseria del hombre pecador, escuchó los gemidos de la humanidad doliente y la salvó, libró a los condenados a muerte. " Bendito sea el nombre del Señor ".

Años pares

Jb 1, 6-22: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. Bendito sea el nombre del Señor. Enseña San Gregorio Magno:

" El santo varón, tentado por el adversario, había perdido todo. Sabiendo que si el Señor no lo permitía, Satanás no tendría fuerzas para tentarlo, no dijo: "el Señor me lo dio, el diablo me lo quitó", sino "el Señor me lo dio y el Señor me lo quitó". Quizá hubiera sido para dolerse si el enemigo hubiera quitado lo que el Señor había dado. Pero como el que quitó fue el mismo que dio, es suyo lo que recibió y no nuestro lo que se nos quitó. Si hemos recibido de Él los bienes que empleamos en esta vida, ¿por qué dolerse si el mismo Juez nos exige lo que generosamente nos había prestado? No es injusto el acreedor que no estando sujeto al vencimiento de ningún plazo, exige lo prestado cuando quiere. De ahí que rectamente se añada: "como ha agradado al Señor, así ha sucedido".

" Cuando en esta vida sufrimos males que no queremos, debemos dirigir los esfuerzos de nuestra voluntad a Aquel que nada injusto puede querer. Es de gran consuelo saber que las cosas desagradables que nos ocurren, suceden por orden de Aquel a quien solo agrada lo justo. Si sabemos que lo justo agrada al Señor y que no podemos sufrir nada sin su beneplácito, consideraremos justos nuestros sufrimientos y de gran injusticia murmurar de lo que justamente padecemos " (Los Morales sobre Job lib. II,18, 31).

– Con el Salmo 16 proclamamos: " Inclina el oído y escucha mis palabras. Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores; presta oído a mis súplicas, que en mis labios no hay engaño. Emane de Ti la sentencia, miren tus ojos la rectitud. Aunque sondees mi corazón, visitándolo de noche; aunque me pruebes a fuego, no encontrarás malicia en mí. Yo te invoco, porque Tú me respondes, Dios mío, inclina el oído y escucha mis palabras. Muestra las maravillas de tu misericordia, Tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha ".

Evangelio

Lc 9, 46-50: El más pequeño entre vosotros es el más importante. Puso Jesús por modelo a un niño. La humildad es una disposición del alma. Está dentro del corazón y del espíritu profundo, que se inclina y se doblega ante la majestad del Señor. Dice San Juan Crisóstomo:

" Todas las oraciones, ayunos, obras de misericordia, la castidad y por último, las virtudes todas, perecerán algún día y se destruirán si no van fundadas sobre la humildad, porque así como la soberbia es la fuente de todos los vicios, la humildad es el manantial de todas las virtudes... Hace Jesucristo de las Bienaventuranzas, como una escala divina, y la primera es como un escalón para subir a la segunda; porque la humildad del corazón va sin repugnancia a llorar sus pecados. Esto será como un efecto necesario, benigno, justo y misericordioso. El que esté lleno de benignidad, justicia y misericordia, tendrá puro el corazón. El que tenga puro el corazón, será sin duda pacífico; y el que posea todas estas virtudes, no temerá los peligros, ni se turbará con cuantas calamidades carguen sobre él " (Homilía 15, 43-44).