26ª semana del Tiempo Ordinario, sábado

Años impares

Ba 4, 5-12.27-29: El que os mandó las desgracias os mandará el gozo eterno. Reconoce el pecado que han cometido, pero los exhorta a la penitencia y al arrepentimiento, para volver a encontrar el gozo eterno junto al Señor. El pecado es siempre fuente de desgracias personales y colectivas. Cuando el hombre peca gravemente se pierde para sí mismo y para Dios. Escribe Orígenes:

" Así como el médico procura con medicamentos atraer a la parte exterior del cuerpo ciertas enfermedades o daños interiores, aunque ocasione en esta operación al paciente más crueles dolores de los que padecía, del mismo modo Dios, cuando ve que nuestros males espirituales penetran hasta lo íntimo, saca al público la iniquidad que estaba oculta, para que nos reconozcamos y apliquemos los remedios oportunos " (Comentario al Éxodo 2).

Y San Ambrosio:

" Nuestro pecado es nuestro mayor enemigo; esto nos turba en el reposo, nos aflige en la salud, nos entristece en el gozo, nos inquieta en la tranquilidad, mezcla su amargura en nuestra misma dulzura y nos despierta en el descanso del sueño. Por el pecado, nos vemos convencidos sin acusador sin verdugo; atados sin cadenas y vendidos sin que nadie nos haya puesto en venta " (Comentario al Salmo 37, 45).

San Juan Crisóstomo dice:

" Pongamos todos los días delante de nuestros ojos los pecados que hemos cometidos después del bautismo, para que esta memoria nos sirva como de freno que nos tenga continuamente en la humildad y la modestia " (Homilía 31, 9).

– Con el Salmo 68 decimos: " El Señor escucha a los pobres. Miradlo los humildes y alegraos, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. No desprecia el Señor a los cautivos, a los pecadores, sino que los llama al arrepentimiento... El Señor salvó a Sión y reconstruyó las ciudades de Judá y las habitaron en posesión. La estirpe de sus siervos la heredarán, los que amaron su nombre vivirán en ella ". También nosotros poseeremos la gran Ciudad de Dios si nos arrepentimos de nuestros pecados. Por eso entonamos un himno de alabanza y pedimos que lo alaben el cielo, la tierra, las aguas y cuanto hay en ellas.

Años pares

Jb 42, 1-3.5-6.12-16: Job reconoce que ha hablado con ligereza, se arrepiente de sus palabras, y Dios le premia. Job ha reflexionado durante mucho tiempo, ha discutido con sus amigos. Ha penetrado en los designios de Dios y ha descubierto la grandeza del pensamiento divino. Adopta la actitud primera de aceptar la Voluntad de Dios generosamente. Se convence de que la Sabiduría de Dios es inalcanzable y reconoce el valor del sufrimiento. La Cruz es la gran revelación de Dios para Job y para nosotros. San Juan Crisóstomo enseña:

" La cruz nos trae admirable utilidad: ella nos sirve de arma saludable y es un escudo impenetrable contra los tiros del demonio. Armémonos con la Cruz en la guerra que nos hace, no llevándola solamente como estandarte, sino sufriendo los trabajos que son el verdadero aparato de la cruz " (Homilía 13).

– Con el Salmo 118 proclamamos: " El Señor hace brillar su rostro sobre su siervo. Nuestra vida ha de gustar y comprender los mandatos del Señor y fiarnos de ellos ". El sufrir es bueno para nosotros, hemos de reconocerlo. Así aprendemos mejor los mandamientos del Señor. Reconocemos con Job que los mandamientos del Señor son justos y que con razón nos hizo sufrir, participar en la cruz de su Hijo bienamado. Somos siervos del Señor, pidámosle luces para conocer sus preceptos y cumplirlos. " La explicación de sus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes ".

Evangelio

Lc 10, 17-24: Estad alegres, porque vuestros nombres están escritos en el cielo. Los discípulos vuelven contentos de la misión evangelizadora, pero Jesús les indica la verdadera alegría. Comenta San Agustín:

" Si a uno no le dio resucitar muertos, y a otro no le hizo el don de la palabra, a todos, sin embargo, les dio... ¿Qué?: "Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29). ¿Qué sirve hacer milagros, si es soberbio el que los hace, si no es humilde y manso de corazón? ¿Acaso no será contado en el número de quienes al fin de los siglos han de salir diciendo: Pues, "¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre cantidad de prodigios?" Y ¿qué respuesta oirán? "No os conozco. Apartaos de mí todos los obradores de iniquidad". ¿Qué, pues, conviene que aprendamos?... Una caridad acendradísima, noble, sin fastuosidad, sin altivez, sin doblez " (Sermón 142, 11-12).