30ª semana del Tiempo Ordinario, martes

Años impares

Rm 8, 18-25: Los hijos de Dios viven aguardando la gloria que se manifestará en ellos. Y mantienen esta esperanza en medio de los sufrimientos del mundo presente. San Agustín comenta:

" ¡Cuán fácilmente se tolera cualquier adversidad temporal para evitar la pena eterna, para lograr la paz eterna! Con razón el Vaso de Elección [San Pablo] dijo con inmensa alegría: "no corresponden los padecimientos temporales a la gloria futura que se revelará en nosotros" (Rm 8, 18). Ya ves por qué es suave aquel yugo y la carga ligera. Si es difícil para los pocos que le eligen, es fácil para todos los que le aman. Dice el salmista: "según tus mandatos, yo me he mantenido en la senda establecida" (Sal 16, 4). Esos caminos que son duros para los trabajadores, son suaves para los amadores. Por eso la dispensación de la divina providencia hizo de modo que el hombre interior, que se renueva día a día, ya no viva bajo la ley, sino bajo la gracia... Tiene ahora la facilidad de la fe simple, de la esperanza buena y de la santa caridad " (Sermón 70).

– Con el Salmo 125 decimos: " El Señor ha estado grande con nosotros. Cambió nuestra suerte "... Nos ha dado su gracia, su yugo es suave y su carga ligera. Parece un sueño, pero es una gran realidad. Él ha sufrido por nosotros. Nos ha dado ejemplo y nos ayuda con su gracia misericordiosa... Hemos sembrado con lágrimas, pero cosechamos entre cantares. Grande y hermoso es participar en los sufrimientos de Cristo, para luego participar también en la gloria de su triunfo.

Años pares

Ef 5, 21-23: El matrimonio cristiano, símbolo de la unión entre Cristo y su Iglesia. El deseo de San Pablo de que el amor de Cristo para con la humanidad se dé en el amor de los esposos cristianos está perfectamente justificado; eso es precisamente lo que constituye el contenido del sacramento del matrimonio. Juan Pablo II el 22-XI-1981 dice:

" Creando al hombre "varón y mujer" (Gn 1, 27), Dios da la dignidad personal de igual modo al hombre y a la mujer, enriqueciéndolos con derechos inalienables y con las responsabilidades que son propias de la persona humana " (encíclica Familiaris Consortio).

Cuando San Pablo exhorta a la esposa a estar sometida al esposo lo hace pensando en la fidelidad amorosa y obediente de la Iglesia respecto de su esposo Jesucristo. Y de modo semejante al marido le exige que ame a su esposa, continuando el amor de Cristo, que se entrega hasta la muerte por amor a la Iglesia.

– " Dichosos los que temen al Señor ", decimos en el Salmo 127. Él justo sigue el camino del Señor, su mujer es como parra fecunda en medio de su casa; sus hijos, como renuevos de olivo alrededor de su mesa. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. El Señor lo bendice desde Sión, y él ve la prosperidad de Jerusalén todos los día de su vida. Ésta es la maravilla de la vida cristiana, en la Santa Madre Iglesia, que reúne a todos sus hijos en el banquete eucarístico. Es la bendición de la paz familiar, tan quebrantada en nuestros días...

Evangelio

Lc 13, 18-21: El Reino de Dios es como el grano de mostaza, y como la levadura. El reino glorioso del futuro está ahora en los corazones humildes de los creyentes. Es un misterio el crecimiento del reino de Dios en este mundo. Nos fijamos en el crecimiento externo que, ciertamente existe, según las estadísticas, pero no nos fijamos en el crecimiento interior o de profundidad, es decir, en la vida interior, en la santidad, que también existe, aunque no resulta tan manifiesta, salvo cuando hay una beatificación o canonización... San Ambrosio escribe:

" Si tanto al reino de los cielos como a la fe se les compara al grano de mostaza, no se puede dudar que la fe es el reino de los cielos, y el reino de los cielos es una realidad que en nada difiere de la fe. Por tanto, quien tiene la fe posee el reino de los cielos, reino que "está dentro de nosotros", como está dentro de nosotros la fe... Por eso hemos de desear que la Santa Iglesia, que está figurada por esta mujer del Evangelio y que tiene en su poder esa harina que somos nosotros mismos, esconda en el interior de nuestra alma a Jesús, nuestro Señor, hasta que el colorido de la divina sabiduría penetre en los rincones más secretos de nuestro espíritu " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VII,177 y 182).