30ª semana del Tiempo Ordinario, jueves

Años impares

Rm 8, 31-39: Nada ni nadie podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo. San Pablo entona un himno a la esperanza cristiana: Dios nos ha entregado a su Hijo y ha realizado en Él su plan de amor. En adelante, pues, ya no habrá nada que nos pueda separar de este amor divino. San Agustín comenta este pasaje paulino:

" Si Dios está con nosotros ¿quién estará contra nosotros? En favor de quien está Dios lo mostró el bienaventurado Pablo más arriba al decir: "a los que predestinó los llamó, a los que llamó los justificó, y a los que justificó los glorificó"... El favor de Dios hacia nosotros se manifestó en que nos predestinó, nos llamó, nos justificó y nos glorificó. Nos predestinó antes de que existiéramos, nos llamó cuando estábamos alejados de Él, nos justificó cuando éramos pecadores y nos glorificó siendo mortales. Quien quiera hacer la guerra a los predestinados, llamados, justificados y glorificados por Dios, prepárese y piense si podrá luchar contra Dios... ¿Quién podrá vencer al Todopoderoso? "Quienquiera luchar contra Él se dañará a sí mismo" (Hch 9, 5)... Quien da patadas contra el aguijón ¿no se dañará a sí mismo? " (Sermón 158).

– Con palabras del Salmo 108 pedimos al Señor que nos salve por su bondad: Señor, trátanos bien por tu nombre, líbranos con la ternura de tu bondad, pues somos pobres desvalidos y llevamos el corazón traspasado. Socórrenos, Señor, Dios mío, sálvanos por tu bondad. " Reconozcan que aquí está tu mano, que eres tú, Señor, quien lo ha hecho ". Demos gracias al Señor con todo nuestro corazón, celebrémoslo en medio de la asamblea litúrgica, porque se ha puesto a la derecha del pobre para salvar de los enemigos su vida, nuestra vida.

Años pares

Ef 6, 10-20: Nuestra vida es una lucha. Hemos de tomar la armadura completa que Dios nos da para luchar contra el Maligno: la fe, la salvación, el Espíritu, la palabra de Dios, la oración... Comenta San Agustín:

" Nos exhorta el Apóstol a que oremos no contra el hombre malo, sino contra el diablo que actúa juntamente con él. Y a que hagamos lo posible para que el diablo sea expulsado y el hombre liberado. Es lo mismo que si en una batalla uno viene armado y a caballo contra otro del bando contrario; éste no se aira contra el caballo, sino contra el jinete, y lo que pretende, en la medida de sus posibilidades, es hacer huir al jinete y quedarse con el caballo. De modo idéntico ha de actuarse con los hombres malos; se ha de trabajar con todas las fuerzas, no contra ellos, sino contra el diablo que los instiga, de modo que éste sea vencido y sea liberado aquel infeliz que él comenzaba a poseer " (Sermón 167,A).

– Con el Salmo 143 bendecimos al Señor, que es nuestra Roca, que adiestra nuestras manos para el combate, nuestros dedos para la pelea en las continuas luchas contra las fuerzas del mal, en las que está en juego nuestro crecimiento espiritual. Tenemos confianza en el Señor. Él es nuestro bienhechor, nuestro alcázar, nuestro baluarte, donde estamos a salvo; nuestro escudo y nuestro refugio, que nos auxilia en todo. Por eso nuestra alabanza se eleva constantemente hasta Él, pues nos da la victoria sobre nuestros enemigos.

Evangelio

Lc 13, 31-35: Jesús anuncia de nuevo su Pasión. Morirá en Jerusalén en cumplimiento de las Escrituras. En esta ocasión, se lamenta profundamente por la suerte que va a correr la ciudad santa. Y se afirma en la determinación de subir a Jerusalén, dispuesto a morir.

En tres ocasiones ha anunciado su Pasión y Resurrección (Mc 8, 31-33; Mc 9, 31-32; Mc 10, 32-34). Al dirigirse a Jerusalén dice: " No cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén ". Jesús recuerda el martirio de los profetas, que habían sido muertos en Jerusalén (Mt 23, 37). Sin embargo, persiste y llama todavía a Jerusalén para que se reúna en torno a Él.

Es inefable el amor de Jesucristo por su tierra. ¡Cuánto debió sufrir su Corazón al ver que Israel se alejaba de Él, que le preparaba el martirio, que muchos se perderían, que no era fiel a su condición de Pueblo elegido! Lloró sobre Jerusalén a su vista: ¡si la Ciudad Santa hubiera conocido el mensaje de paz! También Jesús llora sobre nosotros cuando no acogemos fielmente su mensaje de salvación, sino que lo rechazamos con el pecado...