– Sb 13, 1-9: A través de la creación el hombre debe elevarse al conocimiento de Dios. San Pablo dice: " Desde la creación del mundo, se deja Dios ver a la inteligencia a través de sus obras, su poder eterno y su divinidad " (Rm 1, 20). Oigamos a San Agustín:
" El libro de la Sabiduría [Sb 13, 8-9] acusa a los que consumieron su tiempo y las ocupaciones de sus discusiones en estudiar y en cierto modo medir las criaturas: investigaron las órbitas de los astros, los intervalos de las estrellas, los caminos de los cuerpos celestes, hasta tal punto que, con ciertos cálculos lograron la ciencia de predecir los eclipses del sol, de la luna y, según predecían, se realizaban en el día y hora, en la intensidad y parte anunciada por ellos. ¡Gran habilidad! ¡Gran talento! Pero, cuando buscaban al Creador, que no estaba lejos de ellos, no lo hallaron. Si lo hubieran hallado lo tendrían consigo... ¿Por qué buscas una voz más fuerte? A ti te están clamando el cielo y la tierra: "Dios me hizo" " (Sermón 68, 6).
– Con razón decimos en el Salmo 18: " El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos, el día al día le pasa el mensaje, la no-che a la noche se lo susurra. Sin que hablen sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje ". La gran Palabra de Dios, al alcance de todos, es la misma creación. Cristo mismo enseñó a descubrir el sentido de las palabras de Dios, que habla en las cosas más pequeñas de la naturaleza. San Juan de la Cruz dice:
" ¡Oh bosques y espesuras plantadas por la mano del Amado! ¡Oh prado de verduras de flores esmaltado, decid si por vosotros ha pasado! Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura y, yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de su hermosura ".
– 2Jn 4-9: Quien permanece en la doctrina, vive con el Padre y el Hijo. El amor es inseparable de la verdad. El amor a los hermanos y el servir a los hombres no serán solidarios del amor a Dios más que si el creyente mantiene su fe en Jesucristo, Dios y Hombre. La verdadera fe y la verdadera caridad son indisociables. Enseña San Cirilo de Jerusalén:
" Velad cuidadosamente no sea que el enemigo despoje a algunos desprevenidos y remisos; o que algún hereje pervierta alguna cosa de las que os han sido entregadas. Recibir la fe es como poner en el banco el dinero que os hemos entregado; Dios os pedirá cuenta de ese depósito " (Catequesis 5 sobre la fe y el símbolo).
– Con algunos versos del Salmo 118 llamamos dichoso al que camina en la voluntad del Señor, el que guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón. Por eso decimos al Señor sinceramente: " Te busco de todo corazón, no consientas que me desvíe de tus mandamientos. En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré jamás. Haz bien a tu siervo, y viviré y cumpliré tus palabras. Ábreme los ojos y contemplaré las maravillas de tu voluntad ".
– Lc 17, 26-37: Un día se manifestará el Hijo del Hombre. Es la doctrina escatológica del Evangelio, que nos hace mantenernos siempre alertas y preparados por la esperanza. Comenta San Agustín:
" Hermanos míos, muchos que no creen ni han oído la voz de los santos patriarcas serán hallados como se halló la multitud en tiempos de Noé: no se salvaron más que aquellos que entraron en el arca. Si reflexionasen y cambiasen sus caminos, alejándolos de la impiedad y se convirtieran a nuestro Señor, satisfarían por sus pecados y, acudiendo con lágrimas a su misericordia, con toda certeza no pecarían... Teman, pues, los hombres ser hallados así en el último día. Nosotros, hermanos, comportémonos de manera que cambiemos nuestros caminos alejándolos de la impiedad y enmendemos nuestras costumbres, para que aquel día nos encuentre preparados, puesto que, nunca miente quien dice que ha de venir. Cuídate de dudar de lo que es verdad " (Sermón 346,A).