33ª semana del Tiempo Ordinario, jueves

Años impares

1M 2, 15-29: Queremos vivir según la Alianza de nuestros padres. La resistencia de los judíos fieles, que sufren la persecución de los paganos, se concretiza en Matatías, el padre de los Macabeos. Él se rebela contra los oficiales encargados de obligar a la apostasía. Marca con su actitud fiel el comienzo del enfrentamiento armado. La adhesión a Dios vale más que todas las riquezas del mundo. Esto es lo que nos enseña la lectura de hoy. El poderoso mundo quiere comprar a Matatías, para que renuncie a sus principios religiosos y siga los paganos. Pero el precio del servicio de Dios es mucho mayor que todos los bienes de este mundo. San Ireneo dice:

" El servir a Dios en nada afecta a Dios, ni tiene Dios necesidad alguna de nuestra sumisión. Él es, por el contrario, quien da la vida, la incorrupción y la gloria eterna a los que le siguen y sirven, beneficiándolos por el hecho de seguirle y servirle, sin recibir de ellos beneficio alguno " (Contra las herejías 4).

Esto es lo que, arriesgando sus vidas y perdiéndola a veces, hicieron aquellos judíos piadosos para observar fielmente la ley santa del Señor.

– Con el Salmo 49 proclamamos la felicidad de ser fieles al Señor, como aquellos judíos piadosos de la lectura anterior: " Al que sigue buen camino le haré ver la salvación del Dios. El Dios de los dioses, el Señor habla: convoca la tierra de oriente a occidente. Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece. "Congregadme a mis fieles, que sellaron mi pacto con un sacrificio". Proclame el cielo su justicia, Dios en persona va a juzgar. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo, e invócame el día del peligro: yo te libraré, y tú me darás gloria ".

Nosotros también nos vemos tentados como aquellos judíos perseguidos, que son para nosotros una gran ejemplo. También el mundo quiere que demos culto a muchos ídolos que pone en nuestro camino, como son el dinero, el poder, los honores, la fama, el placer...

Años pares

Ap 5, 1-10: El Cordero fue degollado y con su sangre nos ha comprado de toda nación. El Cordero que nos ha comprado con su sangre es Cristo, muerto y resucitado, el único que puede abrir el libro, esto es, el único que sabe hacer patentes los secretos de Dios sobre el porvenir de la Iglesia y del mundo. Escribe San Cesáreo de Arlés:

" "Cantan un cántico nuevo", es decir, profieren públicamente su profesión de fe. Es verdaderamente una novedad el que el Hijo de Dios se haga hombre, muera, resucite y suba al cielo y conceda a los hombres la remisión de los pecados. Pues la cítara, es decir, una cuerda tensa sobre la madera, significa la carne de Cristo unida a la pasión; mas la copa representa la confesión y la propagación del nuevo sacerdocio. "La apertura de los sellos" es el desvelamiento del Antiguo Testamento " (Comentario al Apocalipsis 5).

– Con el Salmo 149 cantamos nosotros al Señor un cántico nuevo, y así resuena su alabanza en la asamblea de los fieles, se alegra Israel, la Iglesia, por su Creador y por su Redentor, los hijos de Sión y de la Iglesia por su Rey. " Alabemos su nombre con danzas, cantémosle con tambores y cítaras, porque el Señor ama a su pueblo ". Dios nos entregó a su Unigénito para redimirnos, y Él adorna con la victoria a los humildes. Festejemos su gloria, cantemos jubilosos en la asamblea litúrgica, con vítores a Dios en la boca. Esto es un honor para todos sus fieles, para toda la Iglesia.

Evangelio

Lc 19, 41-44: Jesús llora por su amada Jerusalén, que no ha comprendido su gran amor, y prevé los castigos que le vendrán. Es un gran misterio. Adoremos los designios del Señor. Es verdad que la Iglesia de Jesucristo es el Israel de los tiempos nuevos. Es verdad que los apóstoles eran todos judíos, así como la mayor parte de los miembros de las primeras comunidades cristianas. Pero también es cierto que el pueblo judío, tanto en sus representantes cuanto en sus instituciones, rechazaron la salvación mesiánica que les ofrecía el Señor, como herederos de las promesas. Es un misterio. Israel no entró en la conversión suprema que Jesucristo exigía de él para que fuera el gran instrumento de su misión universal. El pueblo judío rechazó a Jesucristo, y por eso Él llora. Orígenes dice:

" hay que ver ante todo la significación de sus lágrimas. Todas las bienaventuranzas de las que Jesús habló en el Evangelio las confiesa Él mismo con su ejemplo, y lo que enseñó lo prueba con su propio testimonio... Conforme a lo que ha dicho: "bienaventurados los que lloran" (Mt 5, 5), Él lloró para plantar también el fundamento de esta bienaventuranza. Lloró sobre Jerusalén, diciendo: "si hubieras conocido también tú la visita de la paz" " (Comentario al Evangelio de San Lucas 38, 1-2).

También a nosotros nos puede pasar algo semejante si no sabemos discernir en las vicisitudes de nuestra vida lo que conduce a la paz, si no correspondemos con gran amor al inmenso amor que Cristo nos tuvo y nos tiene.