En la colección hebrea de los Profetas Menores y en las versiones latinas el libro de Joel se sitúa en segundo lugar, después de Oseas y antes de Amós, mientras que en la versión griega de los Setenta ocupa el cuarto. El orden del volumen hebreo podría deberse a que en uno de los versículos finales de Joel 1 y en el exordio del libro de Amós 2 se citan las mismas palabras: «El Señor ruge desde Sión, alza su voz desde Jerusalén». Quizás, al formarse la colección hebrea de los Profetas Menores, se pretendió que los lectores entendieran los oráculos de Amós a la luz de los de Joel. Habría que añadir que en el último capítulo de Joel se inserta el oráculo contra Tiro, Sidón y Filistea 3, incluido también en el primer oráculo de Amós 4 contra las naciones vecinas. En cualquier caso, el orden en el canon hebreo y el anuncio de la efusión del Espíritu confieren al libro gran relevancia en el Antiguo Testamento. La importancia será todavía mayor en el Nuevo.
Acerca de la persona de Joel sólo tenemos los datos que se expresan o se deducen del escrito. Joel significa «el Señor es Dios». En el título del libro se dice que era hijo de Petuel. Por el contenido del escrito nos enteramos de que el autor del libro vivió y predicó en Judá 5, probablemente en Jerusalén 6, que conocía los ritos y vicisitudes del Templo 7 y que era sensible a los acontecimientos de su tierra 8.
Desde el punto de vista literario se acepta la división en dos partes: Jl 1, 2-Jl 2, 17 y Jl 2, 18-Jl 4, 21, pero no hay acuerdo sobre si cada parte se escribió por separado y luego se ensamblaron, o si desde el principio formaron una especie de díptico con un propósito unitario. Hoy día es opinión común la unidad del escrito, sin resolver si procede del origen o de labor redaccional posterior.
En la primera parte predomina el género narrativo, con tonos de lamentación. El episodio de una plaga de langostas 9 es visto como azote de Dios, que está urgiendo a la conversión y a la penitencia10. Con el relato se subraya la fuerza de Dios y se insta a las obras de penitencia para que el Señor se apiade del pueblo. En Jl 1, 8 se compara a Judá con una virgen vestida de saco, en luto y penitencia por el novio perdido de su juventud. El novio no es otro que el Señor que, en tiempo de los patriarcas, esposó a una virgen, Israel, limpia de las manchas de idolatría. Luego, el profeta anuncia la inminencia del «día del Señor»11. La plaga de las langostas es presentada como un ejército invasor que destruye todo12. Termina esta primera parte con una nueva llamada a la conversión13.
En la segunda parte prevalece el género escatológico–salvífico: el pueblo de Dios y su tierra no han de temer, porque el Señor los librará de las desgracias y les dará toda clase de bienes14. Es más, derramará su «Espíritu sobre toda carne»15. Éste es uno de los quicios de todo el libro; el otro es el «día del Señor»16, día de castigo por las iniquidades17, de manifestación de su poder mediante prodigios18, y de juicio19.
El tránsito de la primera a la segunda parte lo marcan Jl 2, 17-18. Se puede dar el siguiente esquema de la estructura:
I. TIEMPO DE DESGRACIAS (Jl 1, 2-Jl 2, 17). Comienza con la descripción de la devastación del país por una plaga de langostas20, suceso que le lleva al profeta a predicar la conversión y penitencia21, por la cercanía del «día del Señor»22. A continuación, se repite el esquema: a la descripción del «pueblo» invasor23, sigue la exhortación a la conversión24, presidida por los sacerdotes25.
II. LA EFUSIÓN DEL ESPÍRITU Y EL DÍA DEL SEÑOR (Jl 2, 18-Jl 4, 21). A la penitencia, el Señor responde con el cese del castigo26, un anuncio de prosperidad27, y la promesa de que el Señor estará presente en medio de su pueblo28. Como bendiciones se anuncian también: la efusión del Espíritu29, el juicio de las naciones30, una llamada a la guerra santa de paz31, y el definitivo día del Señor32 con la restauración del Israel escatológico33.
Las referencias que ofrece el libro para poder situarlo en un contexto histórico bien definido son escasas y poco precisas. A esa dificultad se añade la cuestión no resuelta de su unidad originaria. En consecuencia hay cierta inseguridad para fechar su composición. Dos son las posiciones. Una subraya los detalles que abogan por una época antigua, hacia los siglos IX-VIII a.C. La otra enfatiza las razones que se desprenden del escrito para asignarle un contexto histórico posterior a la vuelta del exilio de Babilonia; más en concreto, las décadas que rodean el año 400 a.C.: en el escrito de Joel se reflejaría la organización de la comunidad judaica resultante de las reformas de Nehemías y Esdras (comienzos del siglo IV a.C.), por las que, desaparecida la monarquía tras el exilio, una jerarquía sacerdotal guiaba la vida de Judá.
A las razones de carácter histórico se suman los análisis del contenido del texto. De un lado, el libro presenta continuos paralelos literarios con otros escritos proféticos. En una primera lectura se aprecia ya la relación literaria y temática con Amós, Oseas, Isaías, Miqueas, Sofonías, Ezequiel y Abdías. El estudio comparado de los textos parece mostrar que es Joel quien se inspiró en los otros y no al revés. Por todas estas razones, hoy día la investigación se inclina a asignarle la fecha de composición que hemos apuntado, alrededor del año 400 a.C.
El libro tiene gran unidad de materias y de estilo. El tema del «día del Señor» recorre todo el escrito, ya sea como día de castigo y de juicio, ya sea como día de restauración y bendición. El estilo es también fluido y armonioso, aunque algunos pasajes –como por ejemplo Jl 4, 4-8– tienen un carácter más prosaico, por lo que a veces se juzgan como añadidos posteriores.
Joel nos ha dejado un selecto legado de la Revelación en dos áreas importantes. La primera puede ser sintetizada en Jl 2, 13: «Rasgad vuestros corazones y no vuestros vestidos. Convertíos al Señor, vuestro Dios, porque es clemente y compasivo». La segunda, en Jl 3, 1-2: «Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas…». Conversión verdadera y promesa del Espíritu están en el centro del mensaje de Joel.
La clave para la comprensión global del libro es el tema del «día del Señor», que aparece explícitamente cinco veces: Jl 1, 15; Jl 2, 1.11; Jl 3, 4 y Jl 4, 14. El significado del «día del Señor» en los profetas es el de una intervención especial de Dios en la historia humana, en particular en el pueblo elegido. Pero ese día tiene dos caras: de una parte, es el día del Juicio divino de los pueblos, con connotaciones de destrucción–purificación y castigo; por otro lado, es el día de la salvación divina para los que han padecido injusticias y opresión.
Tal ambivalencia se refleja en Joel. El pasaje de Jl 1, 4-20 –la plaga de la langosta– se inscribe en la primera cara de la moneda. El poema de Jl 2, 1-11 viene a servir de interpretación de la plaga: el pueblo invasor representa al ejército de Dios, ejecutor del castigo divino. Ante tal escarmiento, se propone el mensaje profético de la penitencia34. Con Jl 2, 17-18 –la penitencia de los hombres y la respuesta de Dios– se inicia el giro hacia la otra cara: el día del Señor es un día de salvación, integrado por actos que pueden ser simultáneos: efusión del Espíritu35; conmociones cósmicas36; juicio de las naciones incrédulas37; convocatoria de las naciones a Sión y llamada a la paz38; restauración de Sión y abundancia de bienes39. Esta segunda cara transciende las condiciones naturales del mundo presente, y conlleva una renovación de todo lo creado, con el Señor habitando en medio de su pueblo40.
Esta doctrina es como un resumen del mensaje profético y apocalíptico. Por esto también se inscribe mejor en la época que siguió a la vuelta del exilio de Babilonia, cuando fue calando el mensaje de los profetas y se fue abriendo la esperanza a un horizonte escatológico, por encima de las experiencias precarias de la restauración del pueblo elegido, que se limitaba a ser sólo una pequeña provincia del imperio persa.
No obstante su brevedad, Joel tuvo notable resonancia en el Nuevo Testamento. San Marcos alude casi literalmente a Jl 4, 13 al final de la parábola de la semilla que crece41. El Evangelio de San Juan42, que presenta las tinieblas y la noche como elementos hostiles a Cristo, tiene ecos de Jl 2, 2. En el diálogo con la samaritana, Jesús le habla del agua viva que Él dará y que saltará hasta la vida eterna43, pasaje que recuerda a Jl 4, 18.
Hay otros pasajes neotestamentarios en que las referencias a Joel son explícitas e importantes. En el relato del día de Pentecostés, Hch 2, 17-21, Lucas recoge, al final del discurso de San Pedro, una cita literal del oráculo de Jl 3, 1-5, que se ve cumplido en la efusión del Espíritu Santo sobre los presentes: la comunidad cristiana. San Pablo, en Rm 10, 12-13, para explicar a los fieles el universalismo del Evangelio, sin distinción entre judíos y griegos, trae a colación Jl 3, 5a, pasaje que está también en el trasfondo de Ga 3, 28; Ga 6, 15. Finalmente, Jl 2, 4-6 inspiró la visión del tañido de la quinta trompeta y la plaga de langostas del Apocalipsis de San Juan44.
Santos Padres y escritores cristianos antiguos, de Oriente y Occidente, comentan o citan a Joel. La liturgia de la Iglesia ha hecho de varios textos de Joel un uso muy amplio que expresa cómo la Iglesia entiende y actualiza el libro profético. Así, Jl 2, 12-18 constituye la primera lectura de la misa del Miércoles de Ceniza, y Jl 2, 13 y Jl 2, 17 se ofrecen como antífonas para el canto durante la imposición de la ceniza. En la misa de acción de gracias por la cosecha, Jl 2, 21-27 es leído como primera lectura. En la misa de la Vigilia de Pentecostés, Jl 3, 1-5 es uno de los pasajes opcionales como primera lectura, texto empleado también en el rito del sacramento de la Confirmación.
1 Jl 4, 16a.
2 Am 1, 2a.
3 Jl 4, 4-8.
4 Am 1, 6-10.
5 Jl 1, 6.
6 Jl 2, 1.15.23.
7 Jl 1, 9.13.14.
8 Jl 1, 5.11.13-14.
9 Jl 1, 2-12.
10 Jl 1, 13-20.
11 Jl 2, 1-2.
12 Jl 2, 3-11.
13 Jl 2, 12-16.
14 Jl 2, 18-27.
15 Jl 3, 1.
16 Jl 1, 15; Jl 2, 1.11; Jl 3, 4 y Jl 4, 14.
17 Jl 1, 15; Jl 2, 1-3.
18 Jl 3, 3-4.
19 Jl 4, 12-14.
20 Jl 1, 2-12.
21 Jl 1, 13-20.
22 Jl 2, 1-2.
23 Jl 2, 3-11.
24 Jl 2, 12-16.
25 Jl 2, 17.
26 Jl 2, 18-20.
27 Jl 2, 21-26.
28 Jl 2, 27.
29 Jl 3, 1-5.
30 Jl 4, 1-8.
31 Jl 4, 9-13.
32 Jl 4, 14-17.
33 Jl 4, 18-21.
34 Jl 2, 12-16.
35 Jl 3, 1-2.
36 Jl 3, 3- 5; Jl 4, 15-16.
37 Jl 4, 1-8.
38 Jl 4, 9-13.
39 Jl 4, 18-21.
40 Jl 4, 15-18.
41 Mc 4, 26-29.
42 Jn 1, 5; Jn 8, 12; Jn 13, 30; Jn 20, 1.
43 Jn 4, 13-14.
44 Ap 9, 7-12.