El libro de Malaquías cierra el volumen de los doce Profetas Menores. Es también cronológicamente posterior a Ageo y Zacarías. Poco sabemos de su autor; no hay noticia histórica de algún profeta de Israel que llevara ese nombre. Además, la expresión hebrea Mal’aki 1 no es un nombre propio sino un nombre común, que significa «mi mensajero» 2. Es generalizada la conjetura de que el nombre de Malaquías viene precisamente de haber transferido el título desde 3, 1 a 1, 1. Algunos comentaristas hebreos, y San Jerónimo 3, atribuyeron el libro a Esdras. Sin embargo, el vocabulario y el tratamiento de algunos temas son más propios de la tradición deuteronomista que de la sacerdotal 4. Lo más probable es que estemos ante los oráculos de un profeta anónimo de mediados del siglo V a.C., que exhorta a los repatriados de Israel para que aumenten su esperanza en Dios y mantengan su fidelidad al compromiso de la Alianza.
La tradición judía consideró a Malaquías como el último o sello de los profetas, dentro del canon de las Escrituras. Así pasó a la tradición cristiana.
El libro consta de seis partes, de extensión desigual, y un epílogo. Cada una de las partes está estructurada de la misma manera y responde, en líneas generales, a la forma literaria denominada disputa: se enuncia una tesis –que normalmente coincide con expresiones o normas contenidas en el Deuteronomio–, con la que, explícita o implícitamente, se reprocha algo al pueblo o a los sacerdotes; a continuación se presenta la respuesta de los oponentes, de ordinario en forma de pregunta; finalmente, a la luz de la objeción planteada, se desarrolla la tesis que se había expuesto inicialmente.
De acuerdo con este esquema, la estructura del libro podría ser la siguiente:
Dios ama a Israel. Muestra de ese amor es la elección y también que Israel, al contrario que Edom, está protegido por Dios.
El profeta les reprocha sus faltas en el cumplimiento de los sacrificios rituales 5 y en la enseñanza al pueblo 6. En este contexto, anuncia un sacrificio nuevo: puro y universal 7.
El profeta condena estas dos prácticas en las que ve una infidelidad a la Alianza y al plan divino en la creación.
Anuncia la llegada del Señor a su Templo. Estará precedida por la presencia de un mensajero, pues el día de la venida del Señor será día de purificación del culto y ejercicio de la justicia.
Las gentes no viven la integridad de los diezmos y primicias que hay que dar para el sostenimiento del Templo y de los levitas, al parecer porque las cosechas no son copiosas. El profeta enseña que las cosechas son escasas precisamente porque ellos son mezquinos en el tributo: si son generosos, podrán comprobar la magnanimidad del Señor.
Ante la perplejidad de algunos, que se quejan al Señor por el triunfo aparente de los que no temen a Dios, el profeta anuncia que el Señor no es ajeno a las obras de los hombres, y anuncia un día de juicio, que será de alegría para los justos y de destrucción para los impíos.
Tres versículos compendian la enseñanza: hay que vivir en fidelidad a la Ley de Moisés 8; en tensa espera ante el día de la manifestación del Señor, que estará precedido por la aparición de Elías 9; Elías será el instrumento divino para restablecer la armonía entre las generaciones10.
Sin estar perfectamente conjuntado, el libro tiene un claro desarrollo argumental. Comienza con la afirmación del amor de Dios por Israel, que es el punto de apoyo de toda la obra. En virtud de ese amor, el profeta denuncia las faltas en el culto, piedra de toque de la piedad de los israelitas. Ante las objeciones que se le plantean, alienta la esperanza del pueblo anunciando el día del Señor: día terrible, pero consolador para los que temen a Dios.
Las ediciones del texto hebreo dividen el libro de Malaquías en los tres capítulos que hemos numerado. Lo mismo hace la Neovulgata. Pero la Vulgata y algunas otras versiones numeran un capítulo cuarto, que incluye 3, 19-24.
Aunque, como se ha dicho, no tenemos ningún otro dato de un profeta que se llame Malaquías, los contenidos del libro nos permiten datar con cierta precisión la ocasión de los oráculos: es la época posterior al destierro de Babilonia. El Templo ha sido reconstruido11, pero el entusiasmo y el celo de los inicios de la restauración se han adormecido. Hay apatía en el culto12, y en el cumplimiento de las leyes de la Alianza13, especialmente en los diezmos14 y en la fidelidad matrimonial15. Por otra parte, el pueblo se queja al Señor: las cosechas no son tan fecundas como esperaban16, no ven cumplidas las promesas, y ponen en duda el amor del Señor por su pueblo17. Muchos de estos problemas, más agravados, son los que intentó solucionar la reforma de Esdras y Nehemías18. Si la reconstrucción del Templo se acabó el año 515 a.C. y la reforma religiosa de Esdras puede situarse hacia el 398, los oráculos de Malaquías serían un poco anteriores a esta reforma, quizás del último cuarto del siglo V a.C.
En estas condiciones el profeta exhorta a sus conciudadanos para que permanezcan fieles a la Alianza. Sus oráculos son una denuncia de la mezquindad a la hora de vivir la Ley de Dios. Es un polemista, que utiliza la forma literaria de la disputa. Tiene conciencia muy clara de quién es Israel y quién es el Dios de Israel. El pueblo es, sobre todo, el amado del Señor, y el Señor es el dueño de la historia. Si los hombres permanecen fieles a la Alianza, el futuro verá la manifestación del Señor ante las naciones19, e Israel mismo será felicitado por ellas20. Es pues un mensaje de esperanza ante la venida gloriosa del Señor, el día en que actúe21.
El libro afronta problemas particulares –el culto, repudio, diezmos, cumplimiento de los preceptos de la Ley, etc.–, desde perspectivas más generales. Son precisamente estas perspectivas generales las que dan consistencia al mensaje.
El punto de partida es la vigencia de la Alianza que el Señor hizo con los patriarcas. Dios ama a su pueblo, se comprometió con él22 y su voluntad no cambia como la del pueblo23. Pero éste no responde a esa fidelidad: no guarda los preceptos24, es descuidado en el culto25, se queja injustamente a Dios26, etc. El profeta anuncia entonces que los israelitas si guardan la Alianza –la alianza con Leví27, la alianza de los padres28, la alianza del matrimonio29– les llenará de bendiciones30 y serán el asombro de toda la tierra31.
Desde la perspectiva de la Alianza, el libro aborda también la cuestión de la retribución. Frente al aparente triunfo de los impíos –que no cumplen las leyes de la Alianza, aunque las cosas les van bien–, el profeta anuncia que el día de la manifestación del Señor pondrá todo en claro: los justos recibirán justicia32 y consuelo33, y los impíos serán como polvo y ceniza34. Pero, lo que es más importante, el premio o el castigo no se vinculan a la pertenencia al pueblo, sino a las buenas obras y al temor de Dios35.
Muy unida a la visión del día del Señor, está la doctrina sobre los tiempos mesiánicos. Malaquías anuncia la venida del Señor a su Templo precedida de un mensajero36, el profeta Elías37. También anuncia un nuevo acto de culto, una oblación pura y universal38 que desborda las expectativas del momento. El oráculo del profeta es sólo un atisbo, pero en los evangelios sinópticos el mensajero anunciado por Malaquías se identifica con Juan Bautista39.
A pesar de su brevedad, el libro de Malaquías es citado en varias ocasiones en el Nuevo Testamento. A veces, la cita es circunstancial, como en Rm 9, 13, donde San Pablo recoge la frase de Ml 1, 2-3 –«amé a Jacob y odié a Esaú»–para señalar que la elección de Dios precede a los méritos de los hombres. Las más de las veces que aparece en el Nuevo Testamento es a propósito del «mensajero»40 que se identifica con Elías41.
La aparición de Elías como misterioso mensajero antes de la llegada del Señor era creencia común en los tiempos de Jesús42 y recorre los cuatro evangelios. Jesús enseña a sus discípulos que en él se cumplen las promesas de Malaquías, y que, por tanto, el profeta Elías que debía precederle no es otro que Juan Bautista. Esta idea es expresada en los evangelios sinópticos de manera ligeramente distinta. En San Mateo, es clara, y Jesús dice del Bautista: «Si queréis comprenderlo, él es Elías, el que va a venir»43. En San Marcos es menos diáfana44, aunque el segundo evangelista cita explícitamente Ml 3, 1, para explicar la actividad del Bautista45. San Lucas identifica con nitidez a Juan Bautista con el mensajero que debe preceder a la venida del Señor46, aunque no recoge las palabras de Jesús a propósito de la identificación de Elías con Juan Bautista. Sin embargo, en el anuncio a Zacarías, el ángel dice de Juan que «irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto»47.
Pasaje importante para la tradición patrística más antigua es el anuncio de Ml 1, 11: los Padres ven en ese anuncio de un sacrificio nuevo, puro y universal, una profecía que se cumple en la Eucaristía.
1 Ml 1, 1.
2 Ml 3, 1.
3 Commentarii in Malachiam, Prolog.
4 cfr Introducción al Pentateuco, § 2.
5 Ml 1, 6-14.
6 Ml 2, 1-9.
7 Ml 1, 11.
8 Ml 3, 22.
9 Ml 3, 23.
10 Ml 3, 24.
11 Ml 1, 8; Ml 3, 1.
12 Ml 1, 8-14.
13 Ml 2, 8; Ml 3, 14; etc.
14 Ml 3, 6-10.
15 Ml 2, 14.
16 Ml 3, 11.
17 Ml 1, 2.
18 cfr Esd 9-10; Ne 10, 31-39; Ne 13, 23-29.
19 Ml 1, 5.14.
20 Ml 3, 12.
21 Ml 3, 2.17-19.
22 Ml 1, 2-5.
23 Ml 3, 6.
24 Ml 3, 7.
25 Ml 1, 8; Ml 3, 10.
26 Ml 2, 17; Ml 3, 14.
27 Ml 2, 4.
28 Ml 2, 10.
29 Ml 2, 14.
30 Ml 3, 10.
31 Ml 1, 5; Ml 3, 12.
32 Ml 2, 5.
33 Ml 3, 17.20.
34 Ml 3, 19.21.
35 Ml 3, 16.
36 Ml 3, 1.
37 Ml 3, 23.
38 Ml 1, 11.
39 Mt 11, 14.
40 Ml 3, 1.
41 Ml 3, 23.
42 cfr nota a Ml 3, 22-24.
43 Mt 11, 14; cfr Mt 17, 10-11.
44 Mc 9, 11-12.
45 Mc 1, 2.
46 Lc 7, 24-30; cfr Ml 3, 1.
47 Lc 1, 17; cfr Ml 3, 23-24.