Todos mis pensamientos, todas mis palabras, y las obras todas de este día, te las ofrezco, Señor, y mi vida entera por amor
En el nombre † del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Te doy gracias, Dios mío, por haberme creado, redimido, hecho cristiano y conservado la vida. Te ofrezco mis pensamientos, palabras y obras de este día. No permitas que Te ofenda y dame fortaleza para huir de las ocasiones de pecar. Haz que crezca mi amor hacia Ti y hacia los demás.
Señor Jesús, por el Corazón Inmaculado de María, Madre nuestra, me consagro a tu corazón y contigo al Padre, mediante el Espíritu Santo, en tu Santo Sacrificio del Altar, con mi oración y mi trabajo, sufrimientos y alegrías de hoy, en reparación por nuestros pecados. Y para que venga a nosotros tu reino. Te pido en especial por el Papa, y las intenciones que ha confiado este mes al Apostolado de la Oración. Amén.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza. Hoy quiero mirar al mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente. Ver por encima de las apariencias a tus hijos como Tú mismo los ves y así no ver más que el bien en cada uno de ellos. Cierra mis ojos a toda calumnia, guarda mi lengua en toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan tu presencia. Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Toma, Señor, y recibe mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer. Tú me lo diste, a Ti, Señor, lo torno; todo es tuyo; dispón de ello conforme a tu voluntad. Dame tu amor y gracia, que esto me basta.
Ángel de Dios, bajo cuya custodia y tutela el Señor me encomendó, guárdame, rigeme, gobiérname y defiéndeme. Amén.
Señor mío y Dios mío, en atención a los méritos de nuestro Señor Jesucristo, te suplico me concedas todas las indulgencias vinculadas a las oraciones o a las acciones mías de este día. Deseo cumplir las condiciones requeridas para ganar esas indulgencias, a fin de satisfacer a la divina justicia y aliviar a las benditas ánimas del purgatorio.
Señor, Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día; sálvanos hoy con tu poder, para que no caigamos en ningún pecado; sino que nuestras palabras, pensamientos y acciones sigan el camino de tus mandatos. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
(Traducción personal)
V/. A la Trinidad Beatísima.
R/. Gracias a ti, Dios, gracias a ti: verdadera y única Trinidad, única y suma Deidad, santa y única Unidad.
V/. A Jesucristo Rey.
R/. El Señor es nuestro Juez; El Señor es nuestro Legislador; El Señor es nuestro Rey. Él nos salvará.
V/. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten misericordia de nosotros.
R/. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten misericordia de nosotros.
V/. Levántate, Cristo, ayúdanos.
R/. Y líbranos por tu nombre.
V/. El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién temeré?
R/. Si se alza contra mí un campamento, no temerá mi corazón; si se levanta contra mí una batalla, yo esperaré en Él.
V/. A la bienaventurada Virgen María Mediadora.
R/. Acuérdate, Virgen Madre de Dios, mientras estás en la presencia del Señor, de hablar bien en nuestro favor.
V/. A san José, esposo de la bienaventurada Virgen María.
R/. Dios te dispuso a modo de padre del Rey, y señor de toda su casa: ruega por nosotros.
V/. A los Ángeles Custodios.
R/. Santos Ángeles Custodios nuestros, defendednos en la batalla, para que no perezcamos en el tremendo juicio.
V/. A san Josemaría, nuestro Fundador.
R/. Intercede por tus hijos para que, fieles al espíritu de la Obra de Dios, santifiquemos el trabajo y busquemos ganar almas para Cristo.
V/. Oremos por nuestro beatísimo Papa N.
R/. El Señor lo conserve, y lo llene de vida, y lo haga dichoso en la tierra, y no lo entregue a la voluntad de sus enemigos.
V/. Oremos también por el Obispo de esta diócesis.
R/. Que esté firme y apaciente con tu fortaleza, Señor, con la sublimidad de tu nombre.
V/. Oremos por la unidad del apostolado.
R/. Que todos sean una sola cosa, como tú, Padre, en mí y yo en ti: que sean uno, como también nosotros somos una sola cosa.
V/. Todo reino dividido contra sí, será desolado.
R/. Y toda ciudad o casa dividida contra sí, no permanecerá.
V/. Oremos por nuestros benefactores.
R/. Dígnate pagar con la vida eterna, Señor, a todos los que nos hacen cosas buenas por tu nombre. Amén.
V/. Oremos por el Padre.
R/. La misericordia del Señor esté desde siempre y para siempre sobre él: pues el Señor guarda a todos los que le aman.
V/. Oremos también por nuestros hermanos de la Obra de Dios, vivos y difuntos.
R/. Salva a tus siervos, Dios mío, que esperan en ti.
V/. Envíales, Señor, auxilio desde el lugar santo.
R/. Y protégelos desde Sion.
V/. Dales, Señor, el descanso eterno.
R/. Y la luz perpetua luzca sobre ellos.
V/. Descansen en paz.
R/. Amén.
V/. Señor, escucha mi oración.
R/. Y llegue a ti mi clamor.
Si un sacerdote dirige las Preces, se levanta y dice: El Señor esté con vosotros, permaneciendo en pie mientras recita la oración.
V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
Todos dicen:
El gozo con la paz, la enmienda de la vida, un tiempo de verdadera penitencia, la gracia y el consuelo del Espíritu Santo, y la perseverancia en la Obra de Dios, nos conceda el Omnipotente y Misericordioso Señor.
V/. San Miguel.
R/. Ruega por nosotros.
V/. San Gabriel.
R/. Ruega por nosotros.
V/. San Rafael.
R/. Ruega por nosotros.
V/. San Pedro.
R/. Ruega por nosotros.
V/. San Pablo.
R/. Ruega por nosotros.
V/. San Juan.
R/. Ruega por nosotros.
Si asiste algún sacerdote, el que hace cabeza dice:
Dígnate, Señor, bendecir.
El sacerdote bendice:
El Señor esté en vuestros corazones y en vuestros labios, en el nombre del Padre † y del Hijo y del Espíritu Santo.
V/. Paz.
R/. Para siempre.
Bendícenos, Señor, a nosotros y a estos alimentos que por tu bondad vamos a recibir. Por Cristo nuestro Señor.
R/. Amén.
El Rey de la Gloria eterna nos haga partícipes de la mesa celestial.
R/. Amén.
Te damos gracias, Omnipotente Dios, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
El Señor nos dé su paz.
R/. Y la vida eterna.
V/. Amén.
Se repite tres veces.
V/. Viva Jesús Sacramentado.
R/. Viva y de todos sea amado.
Padrenuestro, avemaría y gloria.
Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra santísima Madre; con el espíritu y fervor de los santos.
Te rogamos, Señor, que inspires nuestras acciones, y que las acompañes con tu ayuda, para que así toda nuestra oración y nuestro trabajo procedan siempre de Ti y por Ti siempre se concluyan. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Creador inefable, que de los tesoros de tu sabiduría formaste tres jerarquías de ángeles y con maravilloso orden las colocaste sobre el cielo empíreo, y distribuiste las partes del universo con suma elegancia.
Tú que eres la verdadera fuente de luz y sabiduría, y el soberano principio, dígnate infundir sobre las tinieblas de mi entendimiento un rayo de tu claridad, apartando de mí la doble oscuridad en que he nacido: el pecado y la ignorancia.
Tú, que haces elocuentes las lenguas de los niños, instruye mi lengua e infunde en mis labios la gracia de tu bendición.
Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facilidad para aprender, sutileza para interpretar, y gracia copiosa para hablar.
Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar. ¡Oh Señor! Dios y hombre verdadero, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Omnipotente y eterno Dios, que nos has creado a tu imagen, y has querido que buscáramos todo lo que es bueno, verdadero y limpio, especialmente en la divina Persona de tu Unigénito Hijo, nuestro Señor Jesucristo: concédenos, por la intercesión de San Isidoro, Obispo y Doctor de la Iglesia, que en la navegación de Internet dirijamos nuestras manos y nuestros ojos sólo hacia aquello que te sea grato, y sepamos tratar con caridad y paciencia a aquellos con los que nos encontremos. Por Cristo nuestro Señor.
Escúchanos, Dios santo, Padre omnipotente, eterno Dios; y dígnate enviarnos a tu Santo Ángel desde el cielo, para que guarde, proteja, visite y defienda a todos los habitantes de esta morada. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Al comenzar:
Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes; te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí.
Al terminar:
Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación; te pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí.
Por la intercesión de Santa María que tengamos (tengáis, tenga) un buen viaje, que el Señor esté en nuestro (vuestro, mi) camino y sus Ángeles nos (os, me) acompañen. En el nombre del Padre y del Hijo † y del Espíritu Santo. Amén.
A ti acudimos, San Cristóbal, para que nos acompañes a lo largo de la vida y nos alcances poder llegar al fin de cada día con salud, bienestar y gracia de Dios. Tú llevaste sobre tus hombros al Niño Jesús, que así quiso premiarte por tus servicios ofrecidos a todos quienes te pedían ayuda en el camino. Ya que eres abogado de los que están en camino, y especialmente de los conductores, rogamos tu intercesión para que nos asistas en el viaje, y nos obtengas del Señor el bien de regresar felices y agradecidos a nuestros hogares. Amén.
Dirigid, Señor, mis pasos como dirigisteis los de Tobías. El Arcángel San Rafael me acompañe y defienda de los lazos del mundo, para que vuelva a casa sin daño de alma y cuerpo.
Al comenzar:
¡Ven oh Santo Espíritu!, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
V/. Envía tu Espíritu y serán creados.
R/. Y renovarás la faz de la tierra.
Oración: ¡Oh Dios que has instruido los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo!, concédenos según el mismo Espíritu conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.
Al terminar:
V/. Te damos gracias, Omnipotente Dios, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
V/. El Señor nos dé su paz.
R/. Y la vida eterna.
V/. Amén.
Oh Dios, dame en esta hora la gracia de reconocer debidamente mis pecados ante ti, y de arrepentirme de ellos verdaderamente. Borra de tu libro, Señor de misericordia, mis múltiples acciones cometidas contra ti. Perdóname todas las distracciones en la oración, mis pecados de omisión, y mis pecados deliberados contra la conciencia.
Dame luz para ver lo que he de hacer, valor para emprenderlo y firmeza para llevarlo a cabo. Que en todas las cosas avance en la obra de santificación, de la realización de tu voluntad; y que en definitiva, por tu misericordia, pueda alcanzar la gloria de tu Reino eterno, por Jesucristo nuestro Señor.
Hay muchos modos de hacer el examen de conciencia. E incluso conviene cambiar el modo de hacerlo cada cierto tiempo. Transcribimos dos de esos modos posibles, el segundo sugerido en algún momento por San Josemaría.
Con Dios: ¿Me he acordado de Dios durante este día, ofreciéndole mi trabajo, dándole gracias, acudiendo a Él con confianza de hijo? ¿He tenido respetos humanos en algún momento? ¿He rezado con pausa y atención? ¿He acudido a Dios para pedirle ayuda para crecer en todas las virtudes y para superar mis defectos?
Con el prójimo: ¿He tratado con dureza o menosprecio a los demás? ¿Me he preocupado de ayudar a los que me rodean y de hacerles la vida agradable? ¿Me preocupa también su vida espiritual? ¿He hecho algún apostolado? ¿He murmurado o calumniado? ¿He perdonado? ¿He pedido perdón? ¿He rezado por las personas que me preocupan?
Conmigo mismo: ¿He luchado por mi santificación? ¿He cumplido con todos mis deberes y obligaciones? ¿Me he dejado llevar por la pereza? ¿Me he dejado llevar por sentimientos de orgullo, vanidad, sensualidad, impurezas? ¿Me he esforzado por vencer mi defecto dominante?
Para terminar: ¡Dios y Señor mío! Te doy gracias por todos los beneficios que hoy me has concedido. Te pido perdón de todas las faltas que he cometido durante este día, me pesa de todo corazón el haberte ofendido y propongo firmemente nunca más pecar, ayudado por tu divina gracia. Amén.
Y se me ocurre que es un buen modo de hacer el examen de conciencia el siguiente, que apuntaré brevísimamente:
Oración: ¿Cómo estuve en la oración? ¿Cumplí, durante el día, los propósitos? ¿He tenido presencia de Dios? ¿Anduve con el debido recogimiento?, etc.
Expiación: ¿Cómo recibí, en este día, las contradicciones venidas de la mano de Dios?, ¿las que me proporcionaron, con su carácter, mis compañeros?, ¿Las de mi misma miseria? ¿Supe ofrecer al Señor, como expiación, el mismo dolor, que siento, de haberlo ofendido ¡tantas veces!?, ¿le ofrecí la vergüenza de mis interiores sonrojos y humillaciones, al considerar lo poco que adelanto en el camino de las virtudes?
Acción: ¿Actué siempre, durante el día, como lo hubiera hecho el Señor?, ¿en tal obra?, ¿y en tal?, ¿y en tal otra?...
Este examen es compatible con cualquier otro sistema, que se siga, p.e., con el empleado por aquellos que miran, hora por hora del día, cómo anduvieron; o también con el de aquellos otros que examinan sus obligaciones con Dios, con el prójimo y consigo mismo: este triple punto puede considerarse en la oración, en la expiación y en la acción. Y así con cualquier otro modo de llevar el examen de conciencia.
En el nombre † del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Te doy gracias, Dios mío, por todos los beneficios que hoy me has concedido. Te pido perdón de todas las faltas que he cometido durante este día; me pesa de todo corazón haberte ofendido y me propongo firmemente nunca más pecar, ayudado de tu divina gracia.
Señor, Dios mío: en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro, lo pequeño y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno.
Dios mío, me arrepiento de todo corazón de todos mis pecados y los aborrezco, porque al pecar, no sólo merezco las penas establecidas por ti justamente, sino principalmente porque te ofendí, a ti sumo Bien y digno de amor por encima de todas las cosas. Por eso propongo firmemente, con ayuda de tu gracia, no pecar más en adelante y huir de toda ocasión de pecado. Amén.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, en vos descanse en paz el alma mía.
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Oh buen Dios, haced que mientras yo duerma, mi corazón esté velando: que sea yo preservado de todo mal por vuestros ángeles, a los cuales ordenasteis que me guarden en todos mis caminos. Manifiesto que mientras estaré entregado al sueño, quisiera adoraros del modo que os adoran vuestros ángeles en el cielo, y ya que la naturaleza exige el reposo de mi frágil y miserable cuerpo, os ofrezco las adoraciones que os tributan los espíritus celestiales, así como las oraciones, las lágrimas, las mortificaciones y penitencias de todos vuestros siervos que pasan una gran parte de la noche entregados a estos piadosos ejercicios.
Aceptad, Dios mío, estos ofrecimientos y deseos de mi corazón, para que de día y de noche no cese de alabar vuestro santo nombre. Os pido, Señor, esta gracia por los méritos del Sagrado Corazón de vuestro santísimo Hijo mi Redentor y Salvador mío.
El Señor Todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa. Amén.