Viene a continuación el tema de la oración de Cristo.
Y acerca de esto se plantean cuatro preguntas:
Objeciones por las que parece que el orar no le conviene a Cristo.
1. Como dice el Damasceno I la oración es la petición a Dios de las cosas convenientes. Ahora bien, al poder hacer Cristo todas las cosas, parece que no le conviene pedir nada a nadie. Luego da la impresión de que el orar no le conviene a Cristo.
2. no es oportuno pedir en la oración lo que sabe uno con certeza que va a suceder; no pedimos, por ejemplo, que mañana salga el sol. Ni tampoco conviene pedir en la oración lo que se sabe ciertamente que no sucederá en modo alguno. Ahora bien, Cristo conocía el futuro de todas las cosas. Luego no le convenía pedir cosa alguna en la oración.
3. escribe el Damasceno en el libro III que la oración es la ascensión de la mente hacia Dios. Ahora bien, la mente de Cristo no necesitaba de ascensión hacia Dios, porque su inteligencia estaba siempre unida a Dios, no sólo por la unión hipostática, sino también por el gozo de la bienaventuranza. Luego el orar no le convenía a Cristo.
Contra esto: está lo que leemos en Lc 6, 12: Aconteció por aquellos días que salió hacia la montaña para orar, y pasaba la noche orando a Dios.
Respondo: Como se explicó en la Segunda Parte (2-2 q.83 a.l y 2), la oración es una exposición ante Dios de nuestra propia voluntad, a fin de que la satisfaga. Por consiguiente, si en Cristo sólo existiese la voluntad divina, no le competería en modo alguno el orar, porque la voluntad divina cumple por sí misma lo que desea, según Sal 135, 6: El Señor hizo cuanto quiso. Pero, por haber en Cristo una voluntad humana, además de la divina, y por no ser aquella capaz de realizar lo que quiere sino mediante la voluntad divina, síguese que a Cristo en cuanto hombre, y por tener voluntad humana, le compete el orar.
1. Cristo podía hacer todo lo que quería en cuanto Dios, pero no en cuanto hombre, pues, como hemos dicho (q.13 a.l), en cuanto hombre no gozaba de la omnipotencia. Y, no obstante, siendo Dios y hombre, quiso presentar sus oraciones al Padre, no como si fuese impotente, sino para instruirnos a nosotros. Y, en primer lugar, para demostrar que venía del Padre. Por eso dice en Jn 11, 42: Lo he dicho por el pueblo que me rodea (se refiere a su oración precedente), para que crean que tú me has enviado. Por lo cual escribe Hilario en el libro X De Trin. : No tuvo necesidad de la oración; oró en favor nuestro, para que no lo ignorásemos como Hijo. Después, para darnos ejemplo. De ahí que diga Ambrosio In Lúe. : No tengas unos oídos insidiosos, pensando que el Hijo de Dios oraba como quien carece de fuerzas, a fin de pedir lo que él mismo no podía realizar. Creador del poder, maestro de la obediencia, nos informa con su ejemplo en relación a lo que prescribe la virtud. Por eso escribe también Agustín en su In loann. : Podía el Señor, en su forma de siervo, orar en silencio, si fuera necesario. Pero quiso presentarse al Padre como orante, afín de recordar que era nuestro Maestro.
2. Entre las cosas futuras que Cristo conoció, estaban aquellas que habían de acontecer gracias a su oración. Y, de este modo, no hay ningún inconveniente en que lo pidiese a Dios.
3. La ascensión no es otra cosa que un movimiento hacia lo que está arriba. Pero el movimiento, como se escribe en el libro III De An., se denomina tal de dos modos: uno, en sentido propio, cuando implica paso de la potencia al acto, en cuanto es el acto de un ser imperfecto. Y, en este sentido, el ascender le compete a aquel ser que está en potencia, y no en acto, respecto de lo alto. En este aspecto, como dice el Damasceno, el entendimiento humano de Cristo no necesita de ninguna ascensión hacia Dios, pues siempre está unido a El en su ser personal y por su contemplación bienaventurada. Otro, en cuanto que el movimiento es el acto de un ser perfecto, es decir, que existe en acto, al modo en que llamamos un cierto movimiento al entender y al sentir. Y, de este modo, el entendimiento de Cristo siempre está en ascensión hacia Dios, porque siempre le contempla como algo que está por encima de él.
¿Le compete a Cristo orar según su apetito sensible?
Objeciones por las que parece que a Cristo le compete orar según su apetito sensible.
1. Refiriéndose a Cristo, se dice en Sal 84, 3: Mi corazón y mi carne han saltado de gozo por el Dios vivo. Pero se llama sensibilidad al apetito de la carne. Luego la sensibilidad de Cristo pudo elevarse hasta el Padre mediante el gozo y, por una razón semejante, pudo hacerlo por medio de la oración.
2. el orar parece ser propio de aquel que desea lo que se pide. Ahora bien, Cristo pidió algo deseado por su sensibilidad cuando exclamó: Pase de mí este cáliz. Luego el apetito sensible de Cristo oró.
3. es más noble estar unido a Dios personalmente que elevarse hasta El por la oración. Pero el apetito sensitivo fue asumido por Dios en la unidad de la persona, como lo fue cualquier otra parte de la naturaleza humana. Luego, con mucha mayor razón, pudo elevarse hasta Dios por medio de la oración.
Contra esto: está que en Flp 2, 7 se dice que el Hijo de Dios, conforme a la naturaleza que asumió, se hizo semejante a los hombres. Pero los demás hombres no oran con el apetito sensitivo. Luego tampoco Cristo oró con su sensibilidad.
Respondo: Orar con la sensibilidad puede entenderse de dos modos: uno, tomando la oración como un acto de la sensibilidad. Y, tomada en este sentido, Cristo no oró con su apetito sensible, porque su sensibilidad fue de la misma naturaleza que la nuestra. Ahora bien, nuestra sensibilidad no puede orar por dos razones: primera, porque el movimiento de la sensibilidad no puede rebasar el ámbito de lo sensible, y por lo mismo no puede ascender hasta Dios, lo cual es un requisito para la oración; segunda, porque la oración lleva consigo un cierto orden en el sentido de que alguien desea una cosa en cuanto que debe ser realizada por Dios; y esto sólo es propio de la razón. De ahí que la oración sea un acto de la razón, como ya expusimos en la Segunda Parte (2-2 q.83 a.l).
Otro modo de entender el orar con la sensibilidad consiste en que la razón, al orar a Dios, le exponga los deseos del propio apetito sensitivo. Y, en este aspecto, Cristo oró con su sensibilidad en cuanto que su oración, a modo de abogada de su sensibilidad, expresaba los deseos de ésta. Y Cristo lo hizo así para instruirnos sobre tres cosas: primera, para demostrar que había asumido una naturaleza humana verdadera con todas sus inclinaciones naturales; segunda, para hacernos ver que al hombre le es lícito, conforme a sus sentimientos naturales, querer algo que Dios no quiere; tercera, para probar que el hombre debe subordinar sus propios deseos a la voluntad divina. Por eso dice Agustín en el Enchir. : Así Cristo, comportándose como hombre, manifestó su voluntad humana particular, al decir: Pase de mí este cáliz (Mt 26, 39). Era su voluntad humana la que quería algo propio y como privado. Mas, porque quiere ser un hombre recto y dirigirse hacia Dios, añade: Sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quieres tú (Mt 26, 39), como si dijera: Mírate en mí, porque puedes querer una cosa propia, aun cuando Dios quiera otra.
1. La carne salta de gozo por el Dios vivo, no por un acto de la carne que suba hacia Dios, sino por una redundancia del corazón en la carne, en cuanto que el apetito sensitivo sigue al movimiento del apetito racional.
2. Aunque el apetito sensitivo quisiera lo que pedía la razón, no competía, sin embargo, a la sensibilidad pedirlo por la oración, sino que competía a la razón, como se ha dicho (en la sol.).
3. La unión personal se realiza en el ser personal, que pertenece a todas las partes de la naturaleza humana. Pero la ascensión de la oración se produce mediante un acto que sólo pertenece a la razón, como queda dicho (en la sol.). Por tanto, no hay paridad de razones.
¿fue conveniente que Cristo orase por si mismo?
Objeciones por las que parece no haber sido conveniente que Cristo orase por sí mismo.
1. Dice Hilario en el libro X De Trin. : No siendo de provecho para él las palabras de la oración, oraba, sin embargo, para utilidad de nuestra fe. Así pues, parece que Cristo no oró por sí mismo, sino por nosotros.
2. nadie ora más que por lo que desea, porque, como queda ya dicho (a.l), la oración es una exposición de la propia voluntad con la intención de que Dios la sacie. Ahora bien, Cristo quería padecer lo que, de hecho, padecía, pues dice Agustín en el libro XXVI Contra Faust. : El hombre ordinariamente, aunque no quiera, se aflige; aunque no lo quiera, duerme; aunque no lo quiera, tiene hambre y pasa sed. El, en cambio, esto es, Cristo, pasó por todas esas experiencias porque quiso. Luego no le competía orar por sí mismo.
3. escribe Cipriano en el libro De oratione dominica : El Maestro de la paz y de la unidad no quiso que se hiciese oración particular y privadamente, afín de que, al orar, no lo haga uno sólo por sí mismo. Pero Cristo cumplió lo que enseñó, según Act I, I: Jesús comenzó a hacer y enseñar. Luego Cristo no oró nunca por sí solo.
Contra esto: está lo que el propio Señor dice, orando, en Jn 17, 1: Glorifica a tu Hijo.
Respondo: Cristo oró por sí mismo de dos modos: primero, expresando los deseos de su sensibilidad, como antes hemos dicho (a.2), o también de su voluntad natural, como cuando pidió que se alejase de él el cáliz de la pasión (Mt 26, 39). Segundo, exponiendo los deseos de su voluntad deliberada o racional, por ejemplo cuando pidió la gloria de la resurrección. Y lo hizo con razón. Como hemos dicho (a.l ad 1), Cristo quiso servirse de la oración a su Padre para darnos ejemplo de oración y para demostrar que su Padre es el autor del cual procede El desde la eternidad, según su naturaleza divina, y del que también recibe todo bien según su naturaleza humana. Pero así como su naturaleza humana poseía ya algunos bienes recibidos del Padre, así también esperaba recibir de El otros que aún no tenía. Y por eso, así como daba gracias al Padre por los beneficios recibidos ya en su humanidad, reconociéndole como autor de los mismos, como se deduce de Mt 26, 27 y Jn 11, 41, de modo semejante pedía al Padre, por medio de la oración, los bienes que faltaban a su humanidad, v.gr. la gloria del cuerpo y otros por el estilo, para reconocerle asimismo como autor de los mismos. Y también en esto nos dio ejemplo para que agradezcamos los bienes recibidos y pidamos en la oración los que aún no poseemos.
1. Hilario habla de la oración vocal, que Cristo no necesitaba, y que sólo era necesaria por nuestra causa. Por eso dice claramente que las palabras de la oración no eran de provecho para él. Pero si Dios escucha el deseo de los pobres, como se lee en Sal 9, 17, la sola voluntad de Cristo tiene un poder intercesor mucho mayor ante el Padre. Por eso decía El en Jn 11, 42: Yo sé que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la multitud que me rodea, a fin de que crean que tú me has enviado.
2. Cristo quería padecer lo que en aquellos momentos padecía; pero, sin embargo, deseaba que, después de la pasión, su cuerpo consiguiese la gloria que aún no tenía. Y tal gloria la esperaba del Padre como autor de la misma. Y, por tanto, era conveniente que se la pidiese a El.
3. La misma gloria que Cristo pedía para sí por medio de la oración, pertenece a la salvación de los demás, según la expresión de Rm 4, 25: Resucitó para nuestra justificación. Y, por eso, la oración que hacía por sí mismo era, en cierto modo, una oración en favor de todos los demás. Lo mismo que también cualquier hombre que pida a Dios un bien con el fin de utilizarlo en favor de los demás, no ora sólo por sí mismo, sino también por los otros.
¿Fue siempre escuchada la oración de Cristo?
Objeciones por las que parece que la oración de Cristo no fue siempre escuchada.
1. Pidió que el cáliz de la pasión se apartase de él, como es claro por Mt 26, 39; pero tal cáliz no se apartó. Luego parece que no toda oración suya fue escuchada.
2. oró para que fuese perdonado el pecado de los que le crucificaban, como es notorio en Lc 23, 34. Sin embargo, tal pecado no fue perdonado a todos, puesto que los judíos fueron castigados a causa del mismo. Luego parece que no toda oración suya fue escuchada.
3. el Señor oró por aquellos que habían de creer en El mediante la palabra de los Apóstoles, para que en él todos fuesen uno, y para que llegasen a morar con él (Jn 17, 20.21.24). Pero no todos logran esto. Luego no todas sus oraciones fueron escuchadas.
4. en Sal 22, 3 se dice, pensando en Cristo: Clamaré de día, y no me escucharás. Luego no toda oración suya fue escuchada.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Hb 5, 7: Habiendo ofrecido oraciones y súplicas con poderoso clamor y con lágrimas, fue escuchado por su reverencial temor.
Respondo: Como hemos afirmado (a.l), la oración es, en cierto modo, la intérprete de la voluntad humana. Se tiene por escuchada la oración de alguien cuando se cumple su voluntad. Ahora bien, la voluntad absoluta del hombre es la voluntad racional, pues queremos de verdad lo que queremos de acuerdo con la deliberación de la razón. En cambio, lo que queremos por un impulso de la sensibilidad, o también por un movimiento de la voluntad espontánea, la considerada como naturaleza, no lo queremos de forma absoluta, sino relativa, esto es, si no hay algún inconveniente por parte de la deliberación de la razón. Por lo que tal voluntad debe llamarse mejor veleidad que voluntad absoluta: es a saber, porque el hombre querría tal cosa si no se opusiese tal otra.
Con la voluntad racional, Cristo no quiso nada fuera de lo que sabía que también era querido por el Padre. Y por eso toda voluntad absoluta de Cristo, incluso la humana, se cumplió, porque fue conforme con Dios; y, en consecuencia, toda oración suya fue escuchada. En este sentido también son satisfechas las oraciones de los otros, por expresar unos deseos que están conformes con Dios, de acuerdo con lo que se escribe en Rm 8, 27: El que escudriña los corazones conoce, es decir, aprueba lo que desea el Espíritu, esto es, lo que hace desear a los santos, porque según Dios, es decir, conforme a la voluntad divina, intercede por los santos'.
1. Los Santos Padres explican de diversos modos la súplica acerca de la traslación del cáliz . Hilario, en Super Mt., comenta: Cuando pide que el cáliz pase de él, no suplica ser eximido del mismo, sino que lo que pasa por él redunde en otros. Y, por tanto, ruega por aquellos que habían de sufrir después de él, de modo que el sentido sea éste: así como bebo yo el cáliz de la pasión, así también bébanlo los otros, sin fallar en la esperanza, sin sentimiento por el dolor, sin miedo a la muerte.
Jerónimo, en cambio, escribe: Dice expresamente "este cáliz", esto es, el proveniente del pueblo judío, pues, si me mata, no podrá tener la excusa de la ignorancia, ya que posee la Ley y los Profetas, que me anuncian.
Por su parte, Dionisio de Alejandría expone: El decir "pase de mí este cáliz" no equivale a decir. No me sobrevenga, pues, de no llegarle, no sería posible que pasase. Mas así como lo que pasa de largo no es ni nocivo ni permanente, así el Salvador suplica que sea apartada la prueba que cae ligeramente sobre él.
Ambrosio, Orígenes y el Crisóstomo dicen que pidió como hombre que rehuye la muerte con su voluntad natural.
Así pues, si entendemos con Hilario que pidió que los otros mártires imitasen su pasión, o que el temor de beber el cáliz no le alterase, o que la muerte no le detuviese, entonces se cumplió totalmente lo que pidió. En cambio, si entendemos haber pedido no beber el cáliz de la pasión y la muerte, o no beberlo de manos de los judíos, entonces no se cumplió lo que él pidió, porque su razón, que formuló la petición, no quería que esto se cumpliese; sino que, con miras a nuestra instrucción, quería manifestarnos su voluntad natural y el impulso de su sensibilidad, cosas que poseía como hombre.
2. El Señor no oró por todos los que le crucificaban, ni tampoco por todos los que habían de creer en él, sino sólo por aquellos que estaban predestinados a conseguir la vida eterna por medio de él .
3. Con esto queda también resuelta la tercera dificultad.
4. Cuando dice: Clamaré y no me escucharás, hay que entenderlo como referido al deseo de su sensibilidad, que rehuía la muerte. Pero es escuchado en cuanto al deseo racional, como queda dicho (en la sol.).
Suma Teológica - IIIa (Tertia)
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