Amigos de Dios

La grandeza de la vida corriente

Lugar en el libro: 1ª
Datación: 19-III-1960
Primera edición: XI-1977
Orden de edición: 16ª

1. Nota histórica

La homilía La grandeza de la vida corriente, que ocupa el primer lugar en el Índice de Amigos de Dios 1, fue en realidad la decimosexta publicada por separado entre las que componen el libro. Había sido enviada a España desde Roma el 18 de septiembre de 1977, "para que la publiquéis como de costumbre" 2. Era el octavo texto inédito de san Josemaría que se mandaba a la imprenta después de su fallecimiento.

El original enviado ocupa diecinueve folios mecanografiados a doble espacio, con veintinueve notas a pie de página; las referencias patrísticas (a falta de añadir el lugar correspondiente del Migne 3) son incompletas. El título aparece en la cabecera del primer folio ("LA GRANDEZA DE LA VIDA CORRIENTE"), y bajo él se lee: "Homilía pronunciada el 11-III-1960". En esta fecha, sin embargo, hay una errata que probablemente se introdujo al realizar la última copia mecanográfica del original definitivo. Donde debería decir: "19-III-1960", se escribió: "11-III-1960", y al no haber sido advertido entonces el desliz, la fecha errónea quedó impresa en la primera edición por separado de la homilía y de ahí pasó al libro 4. Con esta edición crítico-histórica queda corregido el yerro.

La homilía, en efecto, fue preparada por san Josemaría, como algunas otras, entre agosto de 1973 y mayo de 1974 5, sobre la base de los apuntes –tomados a oído por algunos oyentes– de una meditación que predicó en Roma el 19 de marzo de 1960, de la que se conservan diversas –aunque muy semejantes– versiones. Antes de describirlas, es oportuno mencionar otro dato histórico interesante.

Como se puede comprobar leyendo el párrafo 10a de la homilía publicada –así como el correspondiente pasaje paralelo de la meditación inédita de 1960, que hemos transcrito en nota a pie de página en ese lugar– san Josemaría menciona que va a hacer uso de uno de sus antiguos esquemas de predicación 6. Se conserva, en efecto, un guion que muy probablemente es el reutilizado pues concuerda con la secuencia de ideas de la meditación, y a través de esta con las de la homilía. Por las referencias que contiene y por el conjunto de materiales con los que está archivado se remonta al inicio de la década de los 40 del siglo XX. Está redactado a máquina por las dos caras de una cuartilla, y contiene veinte ideas o recuerdos esquemáticamente expresados 7. Es evidente, a la vista de sus enunciados –sobre todo del n. 5, que habla de santidad sacerdotal–, que ese guion había sido usado por san Josemaría en una predicación dirigida a sacerdotes. Sin embargo, al utilizarlo de nuevo como esbozo para la meditación de 1960, cuyos destinatarios eran laicos, el argumento de fondo será la santidad cristiana como tal, predicable por igual para laicos y sacerdotes, aunque cada uno haya de alcanzarla en sus propias circunstancias 8.

De la meditación de 1960 se conservan cinco versiones, muy semejantes entre sí, como ya hemos señalado, aunque procedentes posiblemente de oyentes distintos. Una de estas, la que denominamos "Versión A", es posiblemente la que fue utilizada como texto de base para redactar la homilía 9.

En la anotación del Diario del Colegio Romano de la Santa Cruz correspondiente al sábado, 19 de marzo de 1960 ("festividad de san José y onomástica del Padre"), se hace también referencia a la meditación predicada en la ocasión por san Josemaría. Aunque sintético, es un testimonio valioso dentro del contexto histórico que estamos analizando10.

Antes de ser enviada la homilía a la imprenta, fueron consultadas desde España unas leves correcciones, que fueron aprobadas11.

La grandeza de la vida corriente fue editada por vez primera en la revista Mundo Cristiano, n. 178, noviembre de 1977, pp. 39-4612. Estaba acompañada de una entradilla que decía:

"A raíz del fallecimiento de Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer en Roma, el 26 de junio de 1975, el cardenal Baggio escribió: ‘La vida, la obra y el mensaje del Fundador del Opus Dei constituyen un viraje o, más exactamente, un capítulo nuevo y original en la historia de la espiritualidad cristiana’. La homilía que hoy nos honramos en publicar, pronunciada el 19 de marzo de 1960 e inédita hasta ahora, es una valiosa muestra de ese mensaje ‘nuevo y original’ que Monseñor Escrivá de Balaguer se ha esforzado en transmitir a lo largo de toda su vida. Cara al comienzo del nuevo año litúrgico, con el Adviento, nos impulsa, una vez más, a cumplir el mandato de Dios de buscar con empeño la santidad en la actividad diaria, en casa, en la oficina, en el campo, en la fábrica, haciendo que todos los momentos y circunstancias de la vida corriente se conviertan en ocasiones de amar a Dios y de servir a los demás".

2. Líneas teológico-espirituales de fondo

Un pórtico de entrada, donde ya está todo

Usando una expresión de lenguaje común, cabe decir que Amigos de Dios comienza "a lo grande", y no solo por el título de esta homilía inaugural, sino por la abundancia y riqueza de ideas que desde este primer momento nos ofrece.

Dos son los grandes argumentos sobre los que se edifica este primer texto: a) la "vida corriente", la que se desarrolla con la sencillez y normalidad de cada día; b) la llamada a la santidad, que Dios dirige a todos los hombres, en general, pero de modo particular a los cristianos. Ambos temas se hallan fundidos en el título de la homilía, pues la "grandeza" mencionada es sencillamente la que se advierte al contemplar la existencia cotidiana con mirada de cristiano, es decir, sabiendo ya de entrada que Cristo, el Hijo de Dios, al hacerse hombre y vivirla como suya, la ha convertido en cauce de encuentro personal con Dios y en camino real de santidad. Este es un punto clave de la homilía y de todo el libro.

Desde antiguo, con rutina y monotonía, viene serpeando en la mentalidad cultural vigente la idea –que en la época contemporánea es compartida a gran escala–, de que lo corriente, lo de todos los días, es cosa de poco valor, de lo que se debe escapar. Los grandes hombres y mujeres, las personas con notoriedad, conocidas y famosas, son, desde esa perspectiva, las que se desenvuelven en circunstancias fuera de lo común, en lo extraordinario. La vida corriente, en cambio, la normal cotidianidad, es considerada como un obstáculo a la propia realización, como algo opuesto a ese modelo, idealizado por los medios de comunicación, de ser alguien que cuenta y con quien se cuenta.

La concepción cristiana, fundada sobre la revelación del Dios hecho Hombre, contempla la vida cotidiana de un modo mucho más positivo y favorable. A la luz de Cristo, lo corriente, lo de cada día, se entiende como escenario de un acontecer lleno, sí, de normalidad y habitualmente desprovisto de gestos clamorosos, pero entretejido, al mismo tiempo, de una grandeza escondida que pide ser desvelada. Allí nos está esperando el amor de Dios, las realidades más usuales encierran también un algo de trascendente, un protagonismo de Dios.

Asumida por Cristo, la existencia humana común ha sido elevada a la admirable plenitud de la que es capaz. El Hijo de Dios la ha colmado con su realidad personal, dándole su pleno y definitivo significado. En Él, la vida corriente ha recuperado su condición originaria y, aún más, ha llegado a ser verdadero cauce de santidad.

San Josemaría nos exhorta desde estas páginas del libro a identificarnos con ese Modelo, a no conformarnos con menos. La vida corriente se descubre como algo grande, como una aventura grandiosa, cuando se siembra de amor a Dios y de humilde afán de santidad. Este es el hilo conductor de la homilía, que será glosado por el Autor en seis apartados.

En esta breve nota introductoria nos limitamos a sintetizar su contenido, transcribiendo algunos de sus párrafos más significativos, y dejamos para el sucesivo comentario del texto el subrayado de ideas, peculiaridades y matices. Obraremos del mismo modo en las restantes homilías.

Dios nos quiere santos (nn. 2-7)

Late en este breve título la esencia del seguimiento de Cristo conforme lo describe san Pablo, en cuyos escritos es habitual denominar a los fieles mediante el apelativo "santos". La llamada a ser discípulos de Jesucristo es sinónima de llamada a la santidad (cfr., por ejemplo, Rm 1, 7; 1Co 1, 2: "llamados a ser santos"; Ef 1, 4: "para que fuéramos santos"; etc. El apóstol Pedro, al exponer la misma doctrina, alude también a su base teológica ("así como es santo el que os llamó, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta" (1P 1, 15), tomando ocasión de la repetida exhortación del Lv 11, 44-45; Lv 19, 2: "Sed santos, porque Yo soy santo". Con esta luz de fondo –que se extiende a toda la homilía y a todo el libro– escribe el Autor estos primeros seis números. Su contenido puede quedar ilustrado, por ejemplo, con estas palabras del n. 2: "Vosotros y yo formamos parte de la familia de Cristo, porque Él mismo nos escogió antes de la creación del mundo, para que seamos santos (Ef 1, 4). (…) Esta elección gratuita, que hemos recibido del Señor, nos marca un fin bien determinado: la santidad personal. (…) No lo olvidemos, por tanto: estamos en el redil del Maestro, para conquistar esa cima".

Cosas pequeñas y vida de infancia (nn. 8-12)

Grande es la santidad a la que Cristo nos llama allí donde nos encontramos, es decir, en medio de nuestras circunstancias habituales y sin salir del sitio que ocupamos en la sociedad. Este principio central de la enseñanza de san Josemaría da la clave de los siguientes cinco números de la homilía, pues santidad en la vida corriente, para quien se sabe un hijo pequeño de Dios, significa santidad en y a través de las cosas usuales y de la actividad acostumbrada. La santidad real pide ser construida con realismo: "Convenceos de que ordinariamente no encontraréis lugar para hazañas deslumbrantes, entre otras razones, porque no suelen presentarse. En cambio, no os faltan ocasiones de demostrar a través de lo pequeño, de lo normal, el amor que tenéis a Jesucristo" (8b).

La coherencia cristiana de la vida (nn. 13-14)

A Cristo se le sigue para ser como Él santos, y para contribuir a la santificación de los demás. La lógica de tal seguimiento personal del Maestro requiere continuidad y totalidad: que no haya voluntariamente en la propia vida de fe zonas no franqueables desde la fe. Esa es la coherencia cristiana de la que habla el Autor en los dos siguientes puntos, coherencia que ejemplifica con la imagen gráfica de aquel niño que daba todo de sí queriendo tirar también él de la red; siendo muy poco lo que podía aportar, nadie lo apartaba porque él también, en efecto, lo daba todo. "Comenzaron a sacar del agua la red repleta de peces brillantes como la plata, que traían arrastrada por la barca. Tiraban con mucho brío, los pies hundidos en la arena, con una energía prodigiosa. De pronto vino un niño, muy tostado también, se aproximó a la cuerda, la agarró con sus manecitas y comenzó a tirar con evidente torpeza. (…) Pensé en vosotros y en mí; en vosotros, que aún no os conocía, y en mí; en ese tirar de la cuerda todos los días, en tantas cosas. Si nos presentamos ante Dios Nuestro Señor como ese pequeño, convencidos de nuestra debilidad pero dispuestos a secundar sus designios, alcanzaremos más fácilmente la meta" (14b-c).

Sinceridad en la dirección espiritual (nn. 15-17)

Nunca cesó san Josemaría de exhortar a todos a perseverar en una plena sinceridad en la dirección espiritual, insistencia que encierra profundas razones espirituales y teológicas, que irán apareciendo a lo largo de estas páginas. A la evidente relación de la sinceridad con la humildad, puerta de entrada a una dirección espiritual fecunda, se une –poniendo el fundamento último e indispensable– la realidad teológica incontrovertible de que a la amistad con Dios, Verdad misma, solo puede llegarse por la vía del amor a la verdad y del compromiso con ella. Amor a la verdad, y consecuentemente, sinceridad con Dios, con uno mismo y con el director espiritual, es un rasgo propio de la identidad de los hijos de Dios, muy marcado en la enseñanza de san Josemaría. "En esa dirección espiritual mostraos siempre muy sinceros: no os concedáis nada sin decirlo, abrid por completo vuestra alma, sin miedos ni vergüenzas. Mirad que, si no, ese camino tan llano y carretero se enreda, y lo que al principio no era nada, acaba convirtiéndose en un nudo que ahoga" (15b).

Buscar la presencia de Dios (nn. 18-20)

Quien fomenta en el fondo del corazón un deseo ardiente, un afán grande de alcanzar la santidad, aunque al mismo tiempo se considere a sí mismo, con razón, lleno de miserias (cfr. 20a), sabe también que necesita poner los medios para conseguir una piedad sólida (cfr. 18b). Y eso pide el esfuerzo de buscar en todo la presencia de Dios. San Josemaría lo expone en los siguientes tres números de la homilía, cuya enseñanza podría en cierto modo quedar resumida así: "En la personal intimidad, en la conducta externa; en el trato con los demás, en el trabajo, cada uno ha de procurar mantenerse en continua presencia de Dios, con una conversación –un diálogo– que no se manifiesta hacia fuera. Mejor dicho, no se expresa de ordinario con ruido de palabras, pero sí se ha de notar por el empeño y por la amorosa diligencia que pondremos en acabar bien las tareas, tanto las importantes como las menudas" (19a).

En la barca de Pedro (nn. 21-22)

La escena narrada en Lc 5, 1-31 (Jesús que primero pide subir a la barca de Pedro, para luego pedir también la vida entera a Pedro y a los demás) fue siempre evocada por el Autor con alegría e implicación. "¡Con qué naturalidad se mete el Maestro en la barca de cada uno de nosotros!: para complicarnos la vida" (21a). Y nos ayuda a comprender que nuestra vida corriente se hace de verdad grande cuando dejamos que, además de nuestra, sea enteramente suya. "Si nos damos, Él se nos da. Hay que confiar plenamente en el Maestro, hay que abandonarse en sus manos sin cicaterías; manifestarle, con nuestras obras, que la barca es suya; que queremos que disponga a su antojo de todo lo que nos pertenece" (22c).

Notas

1 Ya hemos relatado en páginas anteriores (cfr. supra, "Introducción General", Segunda Parte, III, 15, b.1 y b.2), que en la primera ordenación del Índice, esta homilía ocupaba el segundo lugar, después de Hacia la santidad; así había sido indicado en com/cg/4-X-1977 (en AGP, A.3, 110-1-2). No obstante, poco después, atendiendo una sugerencia venida de España (com/cr/27-X-1977, en ibid.), se decidió pasar Hacia la santidad al final del libro, quedando así La grandeza de la vida corriente en el primer lugar.
2 com/cg/18-IX-1977, en AGP, A.3, 109-2-5. Se instaba también en ese escrito a que se pusiera en la publicación "el mayor esmero en los detalles. En concreto, estudiad bien dónde aparecerá –si es en una revista, por ejemplo, que no haya otros artículos o fotos que desentonen–, cuidad la presentación y corregid muy bien las pruebas de imprenta: no debe haber ni una errata". Una vez publicada se debían enviar dos ejemplares "cuidadosamente revisados, para que sean conformes al original" a otras Regiones. La minuta de despacho de esa comunicación, de fecha 15-IX-1977, había sido vista y aprobada por D. Álvaro del Portillo, que escribió a mano: "Bien, 18-IX-77".
3 Como ya hemos indicado, citamos con ese nombre la colección de volúmenes editados por Jacques Paul Migne, que tiene por título Patrologiae cursus completus (cfr. supra, "Introducción General", p. 112, nt. 300).
4 Una fotocopia del original mecanografiado (con la fecha errónea) se conserva en AGP, A.3, 110-2-1 (hay otra en AGP, A.4, m600319). En ese texto se han añadido a mano los números marginales definitivos (1-22) tachando los anteriores (23-45), una vez tomada la decisión (cfr. supra, "Introducción General", Segunda Parte, III, 15, b.2) de pasar Hacia la santidad al último lugar del libro. Se han incorporado también algunos leves retoques redaccionales que señalaremos más adelante.
5 Cfr. supra, "Introducción General", Primera Parte, 2, b.
6 Lo hacía en alguna ocasión, retocando con nuevas ideas o matices el guion antiguo. Posiblemente recordaba la utilidad que había tenido en su momento aquel esquema, y, trabajándolo de nuevo, lo reutilizaba. En este volumen encontraremos diversos ejemplos, que señalaremos.
7 Como hemos señalado, si se comparan el texto de la meditación de 1960 y el de la homilía que estudiamos con el del guion, se advierte que, en efecto, el Autor ha desarrollado en aquellas los puntos indicados en este. No están desarrollados, sin embargo, ni en la meditación ni en la homilía los tres últimos puntos del guion, e ignoramos el porqué; nos inclinamos, como simple hipótesis, a suponer que, ya en la meditación, no fueron tocados sencillamente por falta de tiempo y que luego, al preparar la homilía a partir de la meditación, san Josemaría tampoco retomó esos puntos finales. Añadió, en cambio, un apartado completamente nuevo, titulado: "En la barca de Cristo" (nn. 21-22).
8 El guion está archivado en AGP, A.3, 186-4-49. Hemos incluido un facsímil en las primeras páginas de este volumen. Recogemos aquí su contenido para facilitar su lectura:
1. El redil, aquella tarde.
2. Venerable Ridaura, colegial del Patriarca, benef. Catedral, donde está enterrado. ¿Cuántos años? ¡Poquets!: los que llevo sirviendo a Dios.
3. La vocación sacerdotal lleva consigo la exigencia de la santidad. Esta santidad no es una santidad cualquiera, una santidad común, ni aun tan solo eximia. Es de santidad heroica.
4. Santos, sin que les falte un pelo. Santos de veras, auténticos, canonizables. ¡Todo por Dios y para las almas!
5. Jesús ha vinculado de providencia ordinaria la eficacia de la acción de sus sacerdotes (no hablamos de la que como meros ministros del culto, "ex opere operato", producen al administrar por así decirlo materialmente la gracia) a esa santidad auténtica, sin paliativos ni eufemismos, que llega hasta las últimas consecuencias sin miedos, ni temores, en un proceder fundado en verdad, en lógica, en plenitud de vocación vivida de lleno.
6. Un hombre bien comido y bien bebido merece todos los respetos.
7. "Todo es nada, y menos que nada, lo que se acaba y no contenta a Dios". "¿Qué es esto que tan sosegadamente se pasan los días con comer bien, y dormir, y en buscar recreaciones, y todos los descansos que pueden…? ¡No parece ha de haber otro mundo, y que en aquello hay el menor peligro de él! ¡Oh si supiéramos el grande mal que aquí está encerrado!"… (Sta. Teresa)
(Nota del Editor: se reúnen aquí dos citas de santa Teresa de Jesús; la primera ["Todo es nada y menos que nada lo que se acaba y no contenta a Dios"], pertenece al Libro de la vida, cap. 20, n. 26; la segunda parte, en cambio, corresponde a Conceptos del amor de Dios, cap. 2, nn. 14-15).
8. B. Ávila. "¡Cuando la pasión aprieta!" (Las ocasiones).
9. El cura, viejo cazador, ya imposibilitado, me dijo: Ahora soy del 5º.
10. Las ovejas bien, pero los carneros…
11. Desprecia a los pobres. Va tras los ricos que le desprecian. Se queda solo.
12. No hay camino medio. El éxito ante Dios es únicamente para el santo de veras. Los demás fracasan, aunque sean "píos"…, que hacen su media horita de oración por la mañana y cuidan su estómago durante el día, y ya llevan la etiqueta de santos.
12bis. Dios no exige nada sin poner a nuestro alcance los medios para responder a sus peticiones y deseos.
13. El niño que ayudaba (septiembre 1940) a sacar la red del Mediterráneo.
14. Engaños del demonio. Un ronzal… y una mula. Así, hasta siete.
15. La Paloma, borrico con largos servicios parroquiales… en 7 curatos ¡sin un tropiezo! Ávila. Julio 1940.
16. Sueño: subir, pero fuera del avión. (Trabajo sin vida interior).
17. No está completo.
18. Ysaías XLIII, 1- Noli timere, quia redemi te et vocavi te nomine tuo: meus es tu.
19. (Director espiritual sac. secular). Mari Díaz llamaba a su confesor, el P. Baltasar Álvarez, "Mi Padre y mis rencillas".
(Nota del Editor: cfr. P. Luis de la Puente, Vida del P. Baltasar Álvarez, cap. X; en "Biblioteca virtual Miguel de Cervantes").
20. La Virgen del Camino de León, con el moro sobre la caja y, dentro de la caja, el cristiano.
9 Se conservan en AGP, A.4, m600319. Ordenamos la descripción de esas versiones yendo de la más trabajada (A) a la menos (D), y situamos al final una versión (E) posiblemente muy posterior a las otras. Son estas: Versión A) Siete folios mecanografiados a doble espacio, y con muy poco margen inferior. Titulo (en el margen izquierdo): "MEDITACIÓN", y (en el margen derecho): "19-III-60". Se conserva el original y una fotocopia. Las referencias bíblicas se hallan en el cuerpo del texto, puestas entre paréntesis. Se ve que es una versión retocada a partir de las otras versiones que describimos a continuación. En el margen derecho, a lápiz, se han ido numerando los veintinueve párrafos, y han sido subrayadas algunas frases (lo que probablemente quiere decir que han sido utilizadas como citas del fundador en otros textos). En el folio primero, a lápiz, se lee una frase que dice: "Con fecha de 11-III-60, en ‘La grandeza de la vida corriente’". Eso puede indicar que esta es la versión que se ha tomado como base para redactar la homilía; es también la versión que usaremos como "texto básico" en el comentario al texto de la homilía. Versión B1) Seis folios mecanografiados a espacio simple, con amplios márgenes izquierdo e inferior. Título: "MEDITACIÓN", y debajo la fecha: "19-III-60". No contiene referencias bíblicas. Dice clara semejanza con la versión A, de la que parece ser un precedente inmediato. Tiene una serie de tachones en negro, que pueden leerse al trasluz, y que son simplemente correcciones terminológicas respecto de la versión C. El término utilizado por el Venerable Ridaura (según se narra en el cuerpo de la meditación) aparece aquí como: "Poquets". Versión B2) Cuatro folios y medio sin numerar, a espacio simple y margen escaso. Título: "crs+ 19.3.1960. Santidad". La denomino B2 por su semejanza con la B1. No tiene tachones (ya ha sido corregida a máquina la terminología). En el primer folio, a mano y lápiz, se lee: "La grandeza de la vida corriente (11-III-1960)". Versión C) Cinco folios numerados en romanos, y muy densos (con márgenes muy pequeños). Título: "MEDITACIÓN DEL PADRE. 19-III-60". Sin referencias bíblicas. Es en todo igual a la B, salvo que transcribe una terminología más antigua ("Constituciones" en lugar de "Derecho peculiar", "Superiores", en lugar de "Directores", etc.). El término utilizado por el Venerable Ridaura aquí es "Puquets". Versión D) Cinco hojas de tamaño holandesa, mecanografiadas a espacio simple y con un tipo de letra pequeño. Es igual a la C, pero con algunos defectos de mecanografía, ya corregidos en la otra, lo que permite suponer que es una versión anterior. El término utilizado por el Venerable Ridaura aquí es "Poquitos". Versión E) Dos folios a espacio simple. Contiene solo retazos de algunos pasajes de la meditación (posiblemente mecanografiados a partir de notas manuscritas). Título: "19 de marzo de 1960. Meditación (no literal)". Esos dos folios están recortados de algún otro texto y pegados aquí. Ese otro texto debe ser muy posterior en el tiempo, porque a mitad del folio segundo se ha introducido una nota, que parece estar tomada de la testimonial escrita por José Manuel Casas Torres tras la muerte de san Josemaría. La nota se encuentra después de la referencia a la escena de los pescadores tirando de la red en la playa, y dice literalmente (con alguna imprecisión) así: "NOTA: Este suceso lo sitúa Juan [sic] M. Casas Torres en un día cercano a la Semana Santa de 1940, en la playa de la Malvarrosa de Valencia. Dice que les acompañaba Fray José L. Ortiz. Es posible que se trate de la estancia del Padre en Valencia del 26 de Marzo al 7 de abril de 1941".
10 La anotación dice así: "La meditación de la mañana nos la ha dirigido el Padre, en el oratorio de Santa María. / Hablándonos de nuestro camino decía que la santidad auténtica, de verdad, en su pleno sentido, es una exigencia de la llamada que hemos recibido. El Señor no nos pide una santidad cualquiera, sino una santidad muy particular: no exigua, sino heroica. Que la Obra posee un espíritu esencialmente apostólico, y debemos ser santos para santificar, comunicando la santidad que poseamos, como la levadura en la masa. En la medida en que seamos santos, podremos hacer la Obra de Dios en los demás. / Que no intentásemos la búsqueda de leones en los pasillos de la casa. Cosas grandes se presentan muy pocas veces en la vida; y, sin embargo, toda la existencia del hombre está llena de cosas pequeñas, detalles de cada día donde el Señor nos espera. La santidad que Dios nos pide es esta de los pequeños detalles, en la vida corriente: santidad en el trabajo ordinario, el común de la gente, santidad en el apostolado… El secreto de nuestra fidelidad –que es felicidad– a la llamada a la Obra consiste ante todo en el cumplimiento de las Normas de vida. Si cumplimos las Normas nos podemos llamar predestinados a la felicidad, en esta vida y en la otra. Y tendremos siempre una presencia de Dios actual, manifestada en un continuo empeño por hacer amorosamente todas las cosas por Dios. / Después el Padre celebró la Santa Misa" (en AGP, M.2.2, 428-15, 15 feb - 18 ago 1960).
11 La consulta se encuentra en com/cr/1-X-1977, y la aprobación en com/cg/3-X-1977, ambas en AGP, A.3, 109-2-5. Las correcciones (que señalamos ya con la numeración marginal del libro, aunque fueron consultadas conforme a la paginación del original) son:
Página original – Dice – Debe decir – [nº ADD]
10 – "Allá, " – "Allá" – 14a
12 – "Pues, " – "Pues" – 16a
16 – "que" – "qué"
"imprescindible" –"imprescindible, " – 20b
12 Fue también editada a los pocos días en la colección de "Cuadernos Mundo Cristiano", n. 13, diciembre de 1977 (del que se imprimieron, como era habitual, 10.000 ejemplares). A las Regiones que se ocupaban de traducir las homilías a las diversas lenguas les fue enviado un ejemplar de ese Cuaderno.
1a [tb/m600319]: "Íbamos hace tantos años por una carretera de Castilla y vimos allá lejos, en el campo, unos hombres que clavaban estacas, que después iban a servir para tener sujeta verticalmente una red: el redil. Se acercaron los pastores con las ovejas, con los corderos, y los llamaban por su nombre, uno a uno, y entraban en el redil para estar todos juntos, seguros".
"Íbamos hace tantos años por una carretera de Castilla…". Aunque la fecha no esté precisada en el texto, cabe suponer que san Josemaría, que escribe en plural, está haciendo referencia a alguno de los viajes que, una vez acabada, en abril de 1939, la guerra civil, comenzó a realizar por toda España (en este caso por tierras de Castilla), acompañado de algunos de los primeros miembros del Opus Dei, con el fin de extender las labores apostólicas de la Obra. En este supuesto, el hecho recordado se remontaría al periodo comprendido entre mediados de 1939 y años sucesivos, anteriores a 1946, en que estableció definitivamente su domicilio en Roma.