Antología de Textos

COMPRENSION

1. Junto a Cristo, que no buscó su propia complacencia (Rm 15, 3), sino que se entregó por nuestros pecados (Ga 1, 4), el cristiano aprende a no atender a su propio interés, sino al de los otros (Flp 2, 4), aprende a no estar pendiente de sí mismo, para atender a los demás. En Jesucristo tomamos conciencia de la existencia de los demás con sus problemas, sus necesidades, su dolor, su soledad en ocasiones, etc.; y en el trato con Él, encontramos la esencia de una caridad que todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera (1Co 13, 7). En la oración, el cristiano aprende a comprender a los demás.
Cuando se acepta a los demás como son, es posible ayudarles. La mujer samaritana, el buen ladrón, la mujer adúltera, Pedro después de las negaciones, Tomás Apóstol que se muestra incrédulo ante la Resurrección del Señor..., y tantos otros en aquellos tres años de vida pública y a lo largo de los siglos, se sintieron comprendidos y aceptados por el Señor.
Una persona comprendida abre su alma y se deja ayudar.

2. Aprender a comprender, a excusar, es un crisol de la caridad, una prueba indiscutible de amor a los demás y, por tanto, a Dios.
Quien vive la caridad comprende siempre a las personas, porque se ha impuesto una norma que afecta a la raíz de esta virtud: no juzga las íntimas intenciones de los demás. Entre otras razones porque las desconoce. También porque tiene en cuenta aquella sentencia del Señor: No juzguéis y no seréis juzgados (Mt 7, 1).
No percibimos de los demás sino unas pocas manifestaciones externas, que esconden muchas veces las verdaderas intenciones, que solo Dios sabe. La intimidad, frecuentemente, se nos escapa: solo el Señor conoce el barro de que estamos hechos (Sal 103, 14).
La caridad todo lo excusa. No solo perdona con prontitud a los ofensores, sino que, a ejemplo del Señor, busca argumentos que los disculpen: perdónalos, que no saben lo que hacen (Lc 23, 26). "Aunque vierais algo malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo -aconseja San Bernardo-, sino más bien excusadle en vuestro interior. Excusad la intención, si no podéis excusar la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por desgracia. Si la cosa es tan clara que no podéis disimularla, aun entonces procurad creerlo así, y decid para vuestros adentros: la tentación habrá sido muy fuerte" (Sermón 40 sobre el Cantar de los Cantares).
Cuenta Santa Teresa de Lisieux algo que le sucedió a ella, y que luego le fue de mucha utilidad para reprimir todo juicio negativo y volverse más comprensiva. Estando con otra religiosa, oyó que la tornera solicitaba a una de ellas para cierto servicio que en el fondo a todas les resultaba muy grato. Pensando que también a su compañera le gustaría realizar aquella labor, comenzó a soltarse, pero muy despacio, el mandil, con el fin de que la otra tuviese tiempo de adelantarse. La hermana tornera, sin embargo, interpretó esa actitud como una resistencia a dar su tiempo para lo que se le pedía. "Imposible decir -concluye la santa- cuánto bien hizo a mi alma aquel detalle tan insignificante y cuán indulgente me tornó para con las flaquezas de mis hermanas" (Manuscrito a la M. María de Gonzaga, IX, 26).

3. Solo es capaz de comprender quien es humilde.
La soberbia impide el ejercicio de la comprensión. Las faltas más pequeñas de los demás se ven entonces aumentadas, y las mayores faltas y errores propios tienden a disminuirse y a justificarse. La soberbia deforma la verdadera realidad de las cosas. Por eso, con frecuencia, cada falta de caridad ha sido precedida de una falta de humildad.
Quien es humilde ve las cosas con objetividad, y entonces puede vivir el respeto y la comprensión con los demás: surge fácil la disculpa para los defectos ajenos.
Ante estos defectos, la humildad no se escandaliza, de nada se extraña, todo lo comprende. "No hay pecado -escribe S. Agustín- ni crimen cometido por otro hombre que yo no sea capaz de cometer por razón de mi fragilidad, y si aún no lo he cometido es porque Dios, en su misericordia, no lo ha permitido y me ha preservado en el bien" (Confesiones, 2, 7).
Y si en uno mismo la humildad hace ver incluso falta de rectitud de intención, en los demás no sucede así. Ni siquiera los ángeles pueden ver la falta de rectitud de intención con toda certeza, porque solo Dios penetra en los corazones. Se pueden ver las flaquezas del prójimo, pero hay un muro que impide conocer su intención.
El cristiano debe aprender a disculpar y a luchar en su vida personal en esas mismas virtudes que parecen faltar en los demás. Entonces está en excelentes condiciones de poder ayudarles.

Citas de la Sagrada Escritura

Evitad las contestaciones y las discusiones inútiles, instruíd, soportad, reprended con dulzura. 2Tm 2, 24-25
San Pablo pide a los corintios que le toleren su defensa: 2Co 11, 1-16
Debemos tolerarnos mutuamente para conservar la caridad espiritual con el vinculo de la paz. Ef 4, 1-3
Como sois santos y amados de Dios, debéis toleraros mutuamente y perdonaros los unos a los otros, para mantener la caridad, que es el vinculo de la perfección. Col 3, 12-14
Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os odian, haced bien a quien os maldice. Mt 5, 43-48
Ejemplo del trato del Señor con todos: nitros, enfermos, pecadores... Siempre amable y comprensivo: Mt 19, 13-15; Mc 9, 34-41

Comprender para ayudar. La comprensión, una muestra de humildad

943 Dios todopoderoso permitió que aquel a quien tenía preparado para cabeza visible de toda la Iglesia tuviera miedo de las palabras de una criada y lo negase. Sabemos que sucedió esto por especial providencia de su alta piedad, para que el que habla de ser el Pastor de la Iglesia aprendiese en su culpa a ser misericordioso con los demás. Esto es, primeramente le hizo conocerse a si mismo, y después le puso al frente de los demás, para que aprendiera por su flaqueza con cuanta misericordia habla de mirar las flaquezas ajenas (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 21 sobre los Evang.).

944 Conviene también que uno proceda en las cosas que le afectan como juez inexorable; y en las que afectan a sus subordinados, debe ser bueno y comprensivo (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, volt III, p. 100).

945 Le habían sido entregadas las llaves del reino de los cielos. Le había sido confiada una innumerable multitud de pueblos, metida en el pecado. San Pedro estaba muy fuerte, como lo indica la oreja cortada del criado del príncipe de los sacerdotes. Este hombre, tan endurecido y tan severo, si hubiese obtenido el don de no pecar, ¿como hubiera podido perdonar a los pueblos? Pero la Providencia divina permitió que cayese el primero, para que fuese condescendiente con los demás, recordando su propia caída (SAN AGUSTÍN, en Catena Aurea, volt VI, p. 474).

Comprensión con las personas, no con el error

946 Convivir con los paganos no es tener las mismas costumbres. Convivimos con todos, nos alegramos con ellos por la comunidad de naturaleza, no de supersticiones. Tenemos la misma alma, pero no el mismo comportamiento, somos coposesores del mundo, no del error (TERTULIANO, Sobre la idolatría, 1).

947 Si la regla de conducta del maestro debe ser siempre perseguir el vicio para corregirle, es muy conveniente que conozcamos que debemos ser firmes con los vicios, pero compasivos con el hombre (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 33 sobre los Evang.).

948 Un discípulo de Cristo jamas tratara mal a persona alguna; al error le llama error, pero al que esta equivocado le debe corregir con afecto: si no, no le podré ayudar, no le podré santificar (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 9).

949 Tanto los predicadores del Señor como los fieles, deben estar en la Iglesia de tal manera que compadezcan al prójimo con caridad, pero no se separen de la vía del Señor por falsa compasión (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 37 sobre los Evang.).

950 El espíritu de dulzura es el verdadero espíritu de Dios; el de sufrimiento es el del Crucificado. Compartidlos; puede hacerse comprender la verdad y amonestarse, siempre que se haga con dulzura. Hay que sentir indignación contra el mal y estar resuelto a nunca transigir con el; sin embargo, hay que convivir dulcemente con el prójimo (SAN FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. l 10, l.c., p. 744).

Excusar las faltas del prójimo

951 El Salvador crucificado, no pudiendo absolutamente excusar el pecado de los que le habían puesto en la cruz, trata sin embargo de aminorar la malicia, alegando su ignorancia. Cuando no podamos nosotros excusar el pecado, juzguémosle a lo menos digno de compasión, atribuyéndolo a la causa mas tolerante que pueda aplicársele, como lo es la ignorancia o la flaqueza (SAN FRANCISCO DE SALES, Introd. a la vida devota, 3, 28).

952 Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados. Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga con perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores que nosotros, y comiénzase a ganar por aquí el favor de Dios (SANTA TERESA, Vida, 13, 6).

953 Aunque vierais algo malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo, sino mas bien excusadle en vuestro interior. Excusad la intención, si no podéis excusar la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por desgracia. Si la cosa es tan clara que no podéis disimularla, aun entonces procurad creerlo así, y decid para vuestros adentros: la tentación habrá sido muy fuerte (SAN BERNARDO, Sermón 40 sobre el Cantar de los Cantares).

954 Para no ser juzgado es necesario no juzgar a los demás y juzgarse a si mismo... Pero, ¡oh, Dios!, todo lo hacemos al revés; continuamente estamos juzgando al prójimo, que es lo que se nos prohibe, y jamas queremos juzgarnos a nosotros mismos, como se nos manda (SAN FRANCISCO DE SALES, Introd. a la vida devota, 3, 28).

La comprensión es, en muchas ocasiones, la mejor muestra de caridad

955 La caridad lleva siempre a la comprensión (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homil. sobre S Mateo, 73).

956 Más que en " dar ", la caridad esta en " comprender ".-Por eso busca una excusa para tu prójimo –las hay siempre–, si tienes el deber de juzgar (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 463).

957 Lo que mejor define la ley de Cristo es la caridad, y esta caridad la practicamos de verdad cuando toleramos por amor las cargas de los hermanos (SAN GREGORIO MAGNO, Moralia, 10).

958 Date cuenta, pues, de como atempera su reprensión el Señor a Pedro después de las negaciones con gran indulgencia, lo cual es muy propio del que ama (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre la 2. a carta a los Corintios, 13).

Saber comprender: una muestra de sabiduría

959 Piensa que cualquier otro que hubiera tenido la gracia que tu tuviste lo hubiera hecho mucho mejor y no habría cometido tantas imperfecciones (J. PECCI –León XIII–, Practica de la humildad, 45).

960 Es mucho mas digno de compasión el que hace el mal que quien lo sufre (SAN LEON MAGNO, Sermón 95 sobre las bienaventuranzas).

961 Si eres tan miserable, ¿como te extraña que los demás tengan miserias? (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 446).

962 La amistad se basa en buena parte en la comprensión de los defectos y de las opiniones contrarias del amigo
(Puede haber entendimiento entre personas que tienen distinto criterio sobre algo, pero jamas podrá existir verdadera armonía donde impera la discrepancia de voluntades (CASIANO, Colaciones, 16).

963 Nadie puede ser conocido sino en función de la amistad que se le tiene (SAN AGUSTÍN, Sermón 83).

Comprensivos y pacientes

964 [...] es esta paciencia la que nos impulsa a ser comprensivos con los demás, persuadidos de que las almas, como el buen vino, se mejoran con el tiempo (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 78).