1387 La corrección es la llave con que se abren semejantes postemas: ella hace que se descubran muchas culpas, que desconocen a veces incluso los mismos que las cometieron (SAN GREGORIO MAGNO, Regla pastoral, 2, 4).
1388 Cuando en nuestra vida personal o en la de los otros advirtamos algo que no va, algo que necesita del auxilio espiritual y humano que podemos y debemos prestar los hijos de Dios, una manifestación clara de prudencia consistirá en poner el remedio oportuno, a fondo, con caridad y con fortaleza, con sinceridad. No caben las inhibiciones. Es equivocado pensar que con omisiones o con retrasos se resuelven los problemas (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 157).
1389 Aprovecha mas la corrección amiga que la acusación violenta; aquella inspira compunción, esta excita la indignación (SAN AMBROSIO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 266).
1389b La práctica de la corrección fraterna -que tiene entraña evangélica- es una prueba de sobrenatural cariño y de confianza.
Agradécela cuando la recibas, y no dejes de practicarla con quienes convives (SAN JOSE- MARÍA ESCRIVA, Forja, n. 566).
1390 Callar cuando puedes y debes reprender es consentir; y sabemos que esta reservada la misma pena para los que hacen el mal y para los que lo consienten (SAN BERNARDO, Sermón 9, en la natividad de San Juan).
1391 Si lo dejas estar, peor eres tu; el ha cometido un pecado y con el pecado se ha herido a si mismo; ¿no te importan las heridas de tu hermano? Le ves perecer o que ha perecido, ¿y te encoges de hombros? Peor eres tu callando que el faltando (SAN AGUSTÍN, Sermón 82).
1392 Y ninguno diga: yo no sirvo para amonestar, no soy idóneo para exhortar. Haz lo que puedas, para que no se te pida cuenta en los tormentos de lo recibido y mal guardado (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 4 sobre los Evang.).
1393 Y, ¿quien tiene celo por la casa de Dios? Aquel que pone empeño en corregir todo lo censurable que en ella observa [...]. ¿Ves a tu hermano en peligro? Deténlo, adviérteselo, siéntelo de corazón, si es que te come el celo de la casa de Dios (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 10).
1393b Se esconde una gran comodidad -y a veces una gran falta de responsabilidad- en quienes, constituidos en autoridad, huyen del dolor de corregir, con la excusa de evitar el sufrimiento a otros.
Se ahorran quizá disgustos en esta vida..., pero ponen en juego la felicidad eterna -suya y de los otros- por sus omisiones, que son verdaderos pecados (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Forja, n. 577).
1393c Devuelves mal por mal cuando no corriges al que ha de ser corregido (SAN AGUSTÍN, De la corrección y de la gracia, 14, 49).
1394 Ni la corrección ha de ser tan rígida que desanime, ni ha de haber connivencia que facilite el pecar (SAN AMBROSIO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 266).
1395 Por consiguiente, si un hermano falta en alguna cosa y es necesario corregirle, se le corregirá ciertamente. No obstante, hay que hacerlo de suerte que al querer aplicar el remedio al doliente –cuya fiebre no es grave por ventura–, no caiga aquel, por efecto de la ira, en la enfermedad mas temible de la ceguera (CASIANO, Instituciones, 8).
1396 No prohibe el Señor la reprensión y corrección de las faltas de los demás, sino el menosprecio y el olvido de los propios pecados, cuando se reprenden los del prójimo. Conviene, pues, en primer lugar examinar con sumo cuidado nuestros defectos, y entonces pasemos a reprender los de los demás (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 421).
1397 Aprenderemos también a descubrir tantas virtudes en los que nos rodean –nos dan lecciones de trabajo, de abnegación, de alegría...–, y no nos detendremos demasiado en sus defectos; solo cuando resulte imprescindible, para ayudarles con la corrección fraterna (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 20).
1398 Imita en esto a los buenos médicos, que no curan de un modo solo (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 29).
1399 Debemos, pues, corregir por amor; no con deseos de hacer daño, sino con la cariñosa intención de lograr su enmienda. Si así lo hacemos, cumpliremos muy bien el precepto [...]. ¿Por que le corriges? ¿Porque te apena haber sido ofendido por el? No lo quiera Dios. Si lo haces por amor propio, nada haces. Si es el amor lo que te mueve, obras excelentemente (SAN AGUSTÍN, Sermón 82).
1400 Cuando nos veamos precisados a reprender a otros, pensemos primero si alguna vez hemos cometido aquella falta que vamos a reprender; y si no la hemos cometido, pensemos que somos hombres y que hemos podido cometerla. O si la hemos cometido en otro tiempo, aunque ahora no la cometamos. Y entonces tengamos presente la común fragilidad, para que la misericordia, y no el rencor, preceda a aquella corrección (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 2).
1401 La reprensión, que hace mejorar a los humildes, suele parecer intolerable a los soberbios (SAN CIRILO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 52).
1402 No habiendo cosa mas provechosa para el progreso espiritual que el ser advertido de los propios defectos, es muy conveniente y necesario que los que te hayan hecho alguna vez esta caridad se sientan estimulados por ti a hacértela en cualquier ocasión. Después que hayas recibido con muestras de alegría y de reconocimiento sus advertencias, impónte como un deber el seguirlas, no solo por el beneficio que reporta el corregirse, sino también para hacerles ver que no han sido vanos sus desvelos y que tienes en mucho su benevolencia. El soberbio, aunque se corrija, no quiere aparentar que ha seguido los consejos que le han dado, antes bien los desprecia; el verdadero humilde tiene a honra someterse a todos por amor de Dios, y observa los sabios consejos que recibe como venidos de Dios mismo, cualquiera que sea el instrumento de que El se haya servido (J. PECCI –León XIII–, Practica de la humildad, 41).
1403 ¿Acaso no debemos reprender y corregir al hermano, para que no vaya hacia la muerte? Suele a veces ocurrir que, en un primer momento, se contrista, se resiste y protesta, dolido por la corrección; después, sin embargo,-en el silencio de Dios, sin temor del juicio de los hombres, puede que llegue a considerar por que ha sido corregido, y empiece a temer ofender a Dios si no se corrige, y considere la necesidad de volver a hacer aquello por lo que ha sido corregido justamente. Así, cuando crece su odio hacia el pecado cometido, crece mas su amor al hermano, que es enemigo de su pecado (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 10).
1404 [...] fraternidad que es fecunda en sus consecuencias practicas, desde la ayuda mutua en el ministerio hasta la solicitud –discreta y eficaz– por todos los hermanos en el sacerdocio, especialmente por aquellos que, en un momento determinado, pueden experimentar alguna dificultad, sabiendo advertir a los demás, con una caridad noble y llena de delicadeza, que dice la verdad a la cara –corrección fraterna de honda raigambre evangélica–, todo aquello que pueda ayudarles a mejorar su vida y cumplir mas eficazmente su misión (A. DEL PORTILLO, Escritos sobre el sacerdocio, pp. 47-48).