Antología de Textos

EJEMPLARIDAD

1. Dice el Señor: Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad edificada sobre un monte, ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa. Que vuestra luz brille así ante los hombres, de manera que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos (Mt 5, 14-16). Estas palabras del Señor son una llamada a la ejemplaridad, pues el cristiano, con su modo de actuar, debe acercar a Dios a quienes le rodean. San Pablo lo recordaba con fuerza a los primeros cristianos: os conjuro a que os portéis de una manera digna de la vocación a la que habéis sido llamados (Ef 4, 1). Y también, que es necesario obrar el bien no solo delante de Dios, sino también delante de los hombres (Rm 12, 7).
2. El cristiano, con la ayuda de la gracia, debe mostrar con su ejemplo lo que significa seguir de verdad a Cristo. Sus amigos, parientes, conocidos, etc., le han de saber leal, sincero, alegre, optimista, trabajador, recio, afable, cordial, valiente..., a la vez que, con sencillez y naturalidad, muestra su fe en Cristo. Ha de practicar las normas corrientes de la convivencia que, en algunas personas, se quedan en algo exterior, y solo las practican porque hacen más fácil el trato social. Para el cristiano han de ser también manifestaciones externas de una actitud profunda de interés por los demás. Todo esto es parte del apostolado que ha de ejercer.
3. La templanza del cristiano es uno de los ejemplos más convincentes y más atractivos de la vida cristiana. Dondequiera que esté, ha de esforzarse en dar ese ejemplo de sobriedad y templanza. Estos comportamientos han sido, con frecuencia, para muchos, el comienzo de un verdadero encuentro con el Señor.

Citas de la Sagrada Escritura

Muerte de Eleazar: 2M 6, 18-31
Mártires de Sebaste: 2M 7, 2-41
Nadie enciende la lámpara y la pone en un rincón, ni bajo el celemín, sino sobre un candelero, para los que entren tengan luz. Lc 11, 33
Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos. Mt 5, 16
Y tú muéstrate en todo ejemplo de buenas obras; incorruptibilidad en la doctrina, gravedad, palabra sana e irreprensible. Tt 2, 7
Que nadie tenga en poco tu juventud; antes sirvas de ejemplo a los fieles en la palabra, en la conversación, en la caridad, en la fe, en la castidad. 1Tm 4, 12
¿Quién de entre vosotros es sabio experimentado? Pues muestre con buena conducta sus obras [...]. St 3, 13
(Observad) entre los gentiles una conducta buena, a fin de que, en lo mismo por lo que os afrentan como malhechores, considerando vuestras buenas obras glorifiquen a Dios [...]. 1P 2, 12
En nada demos motivo alguno de escándalo, para que no sea objeto de burla nuestro ministerio. 2Co 6, 3
Conozco vuestra pronta voluntad [...] y vuestro cielo ha servido de estímulo a los demás. 2Co 9, 2
...Y el que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mi, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le hundieran en el fondo del mar [...]. ¡Ay de aquel por quien viniere el escándalo! Mt 18, 6-7
No nos juzguemos ya más los unos a los otros, y mirad sobre todo que no deis mal ejemplo al hermano. Rm 14, 13
Vosotros, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, longanimidad. Col 3, 12

La fuerza del ejemplo

1843 ¿Qué pensar de los que se adornan con un nombre y no lo son?, ¿de qué sirve el nombre si no se corresponde con la realidad? [...]. Así, muchos se llaman cristianos, pero no son hallados tales en realidad, porque no son lo que dicen, en la vida, en las costumbres, en la esperanza, en la caridad (San Agustín, Trat. sobre la 1ª. Epístola de San Juan 4, 4).

1844 La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autentificado por el testimonio de vida de los cristianos. "El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural son eficaces para atraer a los hombres a la fe y a Dios" (AA 6) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2044).
Las cosas no parecen menos difíciles cuando las vemos realizadas en otros (San Ambrosio, Sobre las vírgenes, 2, 2).

1845 Nosotros tenemos las antorchas encendidas en nuestras manos cuando, con las buenas obras, damos a nuestros prójimos buenos ejemplos (San Gregorio Magno, en Catena Aurea, vol. VI, p. 101).

1846 No es posible que quien de verdad se empeñe por ser santo deje de tener muchos que no le quieran; pero eso no importa, pues hasta con tal motivo aumenta la corona de su gloria. Por eso, a una sola cosa hemos de atender: a ordenar con perfección nuestra propia conducta. Si hacemos esto, conduciremos a una vida cristiana a los que andan en tinieblas (San Juan Crisóstomo, Hom. sobre S. Mateo, 15).

1846b La palabra de Dios, que diariamente se explica, es pan cotidiano. De este pan tienen hambre las mentes, como del otro la tienen los vientres (SAN AGUSTÍN, Sermones, 58, 5).

1847 Pues cuando no hubiese otra ganancia sino la confusión que le quedara a la persona que os hubiere culpado, viendo que vos sin tener culpa os dejáis condenar, es grandísima. Más levanta el ánimo una cosa de éstas a las veces que diez sermones (Santa Teresa, C. de perfección, 15, 6).

1848 La vida de las personas seriamente piadosas es la condenación de nuestra vida floja e indiferente. Bien fácil es comprender que su humildad y el desprecio que ellas hacen de sí mismas condena nuestra vida orgullosa, que nada sabe sufrir, que quisiera la estimación y alabanza de todos. No hay duda de que su dulzura y su bondad para con todos abochorna nuestros arrebatos y nuestra cólera; es cosa cierta que su modestia, la ejemplaridad en toda su conducta, condena nuestra vida mundana y llena de escándalos (Santo Cura de Ars, Sermón sobre el respeto humano).

1849 Y esto de hacer una lo que ve resplandecer de virtud en otra pégase mucho. Este es un buen aviso; no se os olvide (Santa Teresa, C. de perfección, 7, 8).

1850 Cualquiera que se encuentre fiel y prudente, presida la familia del Señor para darle la medida de trigo en todo tiempo, ya por medio de la predicación con la que el alma se alimenta, ya por medio del buen ejemplo, por el que la vida se endereza (Teófilo, en Catena Aurea, vol. VI, p. 109).

1851 Si cometes alguna falta que es motivo para que te desprecie para quien la presenció, siente vivo dolor de haber ofendido a Dios y de haber dado un mal ejemplo al prójimo, y acepta la deshonra como un medio que Dios te envía para hacer expiar tu pecado y para hacerte más humilde y virtuoso (J. Pecci –León XIII–, Práctica de la humildad, 36).

1852 La expresión exterior tiende a manifestar lo que se cree en el corazón (Santo Tomás, S.Th. II-II, q. 3, a. 1).

1853 Y así (viendo la virtud de la templanza) no sólo nuestra vida aprovechará para Dios, sino que esta misma conducta nuestra inflamará a otros para gloria del mismo Dios, según aquellas palabras: "y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios" (San Gregorio Magno, Hom. 2 sobre los Evang.).

1854 Vive tu vida ordinaria, trabaja donde estás, procurando cumplir los deberes de tu estado, acabar bien la labor de tu profesión o de tu oficio, creciéndote, mejorando cada jornada. Sé leal, comprensivo con los demás y exigente contigo mismo. Sé mortificado y alegre. Ese será tu apostolado. Y, sin que tú encuentres motivos, por tu pobre miseria, los que te rodean vendrán a ti, y con una conversación natural, sencilla –a la salida del trabajo, en una reunión de familia, en el autobús, en un paseo, en cualquier parte– charlaréis de inquietudes que están en el alma de todos, aunque a veces algunos no quieran darse cuenta: las irán entendiendo más, cuando comiencen de verdad a buscar a Dios (J. Esribá de Balaguer, Amigos de Dios, 273).

Que las obras acompañen siempre a las palabras

1855 ¿Queréis alabar a Dios? Vivid de acuerdo con lo que pronuncian vuestros labios. Vosotros mismos seréis la mejor alabanza que podáis tributarle, si es buena vuestra conducta (San Agustín, Sermón 34).

1856 Sobrarían las palabras, si mostrásemos las obras. No habría un solo pagano, ni nosotros fuéramos verdaderamente cristianos (San Juan Crisóstomo, Hom. sobre la 1.ª Epístola a Timoteo, 10).

1857 En vano se esfuerza en propagar la doctrina cristiana quien la contradice con sus obras (San Antonio de Padua, Sermón 1, 226).

1858 La manera de enseñar algo con autoridad es practicarlo antes de enseñarlo, ya que la enseñanza pierde toda garantía cuando la conciencia contradice las palabras (San Gregorio Magno, Moralia, 23).

1859 Antes de querer hacer santos a todos aquellos a quienes amamos es necesario que les hagamos felices y alegres, pues nada prepara mejor el alma para la gracia como la leticia y la alegría
Tú sabes ya [...] que cuando tienes entre las manos los corazones de aquellos a quienes quieres hacer mejores, si los has sabido atraer con la mansedumbre de Cristo, has recorrido ya la mitad de tu camino apostólico. Cuando te quieren y tienen confianza en ti, cuando están contentos, el campo está dispuesto para la siembra. Pues sus corazones están abiertos como una tierra fértil, para recibir el blanco trigo de tu palabra de apóstol o de educador

Si sabes hablar sin herir, sin ofender, aunque debas corregir o reprender, los corazones no se te cerrarán. La semilla caerá, sin duda, en tierra fértil y la cosecha será abundante. de otro modo tus palabras encontrarán, en vez de un corazón abierto, un muro macizo; tu simiente no caerá en tierra fértil, sino al margen del camino –iuxta viam– de la indiferencia o de la falta de confianza; o en la piedra –super petram– de un ánimo mal dispuesto; o entre las espinas –inter spinas– de un corazón herido, resentido, lleno de rencor.
No perdamos nunca de vista que el Señor ha prometido su eficacia a los rostros amables, a los modales afables y cordiales, a la palabra clara y persuasiva que dirige y forma sin herir: "beati mites quoniam ipsi possidebunt terram", bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. No debemos olvidar nunca que somos hombres que tratamos con otros hombres, aun cuando queramos hacer bien a las almas. No somos ángeles. Y, por tanto, nuestro aspecto, nuestra sonrisa, nuestros modales, son elementos que condicionan la eficacia de nuestro apostolado. (S. Canals, Ascética meditada, pp. 74-76).

1860 Algunos hombres reciben de Dios una misión especial: dan testimonio de Dios no solamente desde un punto de vista natural, por el hecho de su existencia, sino sobre todo de una manera espiritual, con sus buenas obras. Todos los santos son testigos de Dios, porque sus buenas obras glorifican al Señor ante los hombres [...]. Sin embargo, los que, no contentos con recibir los dones divinos y de hacer bien con la gracia de Dios, comunican esos dones a otros por medio de la palabra, estímulos y exhortaciones, son más especialmente todavía testigos de Dios (Santo Tomás, Coment. Evang. S. Juan, 4, 1).

Primero, dar buen ejemplo; después enseñar

1861 No olvides que antes de enseñar hay que hacer. -"Coepit fecere et docere", dice de Jesucristo la Escritura Santa: comenzó a hacer y a enseñar
- Primero, hacer. Para que tú y yo aprendamos (J. Escrivá de Balaguer, Camino n. 342).

1862 Quien tiene la misión de decir cosas grandes, está igualmente obligado a practicarlas (San Gregorio Magno, Regla pastoral, 2, 3).

1863 Jamás tendrá eficacia la autoridad del maestro si no va asociada a ella la ejemplaridad de sus acciones (Casiano, Colaciones, 11).

1864 ¿Hay algo más triste que un maestro, cuando el único modo de salvar a sus discípulos es decirles que no se fijen en la vida del que les habla? (San Juan Crisóstomo, Hom. sobre S. Mateo, 15).

1865 Creerán a nuestras obras más que al cualquier otro discurso (San Juan Crisóstomo, Hom. sobre S. Mateo, 15).

Cristo, ejemplo de todas las virtudes

1866 Aquel madero que sujetaba sus miembros moribundos es también cátedra desde donde nuestro Maestro enseña (San Agustín, Trat. Evang. S. Juan, 119).

1867 Si buscas un ejemplo de obediencia, sigue al que se hizo obediente al Padre hasta la muerte (Santo Tomás, Sobre el Credo, 4, 1. c., p. 67).

1868 Este divino Salvador ha vivido la humildad hasta el extremo de hacerse el oprobio de la tierra, para abajar lo más elevado y curar la llaga de nuestro orgullo, enseñándonos con su ejemplo el único camino que lleva al cielo: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis paz para vuestras almas" (J. Pecci –León XIII–, Práctica de la humildad, p.42).

1869 Si buscas un ejemplo de humildad, mira al crucificado: él, que era Dios, quiso ser juzgado bajo el poder de Poncio Pilato, y morir (Santo Tomás, Sobre el Credo, 6, 1. c.).

1870 (Jesús quiso bautizarse) para encarecernos con su humildad lo que a nosotros era de necesidad (San Agustín, Sermón 51).

1871 Cristo se sometió a la circuncisión en el tiempo en que estaba vigente y así su obra se nos ofrece como ejemplo que imitar, para que observemos las cosas que en nuestro tiempo están preceptuadas (Santo Tomás, S.Th. III, q. 37, a. 1).

1872 (Jesucristo) por todas partes ha dejado ejemplos de su misericordia (San Gregorio Magno, Hom. 25 sobre los Evang.).

1873 La pasión de Cristo basta para servir de guía y modelo a toda nuestra vida (Santo Tomás, Sobre el Credo, 6, 1. c.).

El ejemplo de María

1874 Sírvanos la vida de María de modelo de virginidad, cual imagen que se hubiera trasladado a un lienzo; en ella, como en espejo, brilla la hermosura de la castidad y la belleza de toda virtud. Virgen no sólo en su carne, sino también en su alma, sin que la menor doblez de que la malicia corrompiese la pureza de sus afectos; humilde en su corazón, prudente en las palabras, madura en el conejo, parca en su conversación [...], solícita en sus labores, a nadie hizo mal, quiso bien a todos, respetó a los mayores, fue amable para con los iguales [...]. He aquí la imagen de la verdadera virginidad. Esta fue María, cuya vida pasó a ser norma para todas las vírgenes (San Ambrosio, Sobre las vírgenes, 2, 16).

1875 María llama bienaventurados a los que son diligentes en imitar su vida. "Ahora, pues, oh hijos, escuchadme: Bienaventurados los que siguen mis caminos" (Pr 8, 32). El que ama, se asemeja o procura asemejarse a la persona amada, según aquel célebre proverbio: " El amor o los haya o los hace iguales ". Si amamos, pues, a María es necesario que trabajemos por imitarla, porque éste es el mayor obsequio que le podemos ofrecer. (S. Alfonso Mª. de Ligorio, de las virtudes de María Santísima, 1. c., pp. 554-545).

1876 Y esta práctica (del pudor y de la modestia) será una lección viva y atrayente enseñanza, que arrastre a las almas hacia la santidad. Pero habéis de hacerlo con la humildad de María, que oye a todos como discípula y aprendiz de virtudes, aunque era doctora consumada en la difícil ciencia de ellas (San Ambrosio, Sobre las vírgenes, 2, 9).

1877 Como flores en alegre jardín brillan en el alma de María las virtudes: en su pudor muéstrase el recato; en su fe, la firmeza y el valor; en su devoción, el amor obsequioso. Como virgen, ama el retiro de su casa y no sale de ella sin compañía; como madre, acude al templo a ofrecer su hijo a Dios (San Ambrosio, Sobre las vírgenes, 2, 15).

El ejemplo de los mártires y de los santos

1878 Los mártires nacen al morir, su fin significa el principio; al matarlos se les dio la vida, y ahora brillan en el cielo, cuando se pensaba haberlos suprimido en la tierra (San Pedro Crisólogo, Sermón 108).

1879 Esas estrellas las veo como acabando de nacer para nosotros del Espíritu, e instantáneamente han hecho de la Iglesia un firmamento. Porque los rayos de las estrellas figuran la virtud eminente de los grandes hombres, como piedad de aquellos a quienes ha llenado la gracia. Podéis decir con toda verdad que estos hombres, nacidos de la promesa, son semejantes a los astros del cielo (San Gregorio Niseno, Hom. de Pascua).

1880 Los mártires, en efecto, sufrieron por dar testimonio [...]. Como testigos de Dios sufrieron (San Agustín. Coment, a la 1.ª Epístola de S. Juan, 1, 2).

1881 El martirio es, entre los actos humanos, el más perfecto en su género, como signo de mayor caridad, puesto que según San Juan: "Nadie tiene mayor amor que éste de dar la vida uno por sus amigos" (Santo Tomás, S.Th. II-II, q. 124, a. 3).

1882 Ninguno de nosotros puede detenerse a mirar el sol cuando sale, porque nuestra vista queda herida con sus rayos; pero vemos las montañas iluminadas por el sol, y de esta manera nos cercioramos de que el sol ha salido. Como no podemos ver el sol de justicia en sí mismo, procuramos ver las montañas iluminadas con su claridad, esto es, los santos apóstoles, quienes resplandecen por sus virtudes, brillan por los milagros que hicieron, a los que inunda con su claridad el sol naciente, el cual, siendo ahora invisible, se hace visible por medio de ellos, como la salida del sol material ilumina las montañas con su luz (San Gregorio Magno, Hom. 30 sobre los Evang.).

1883 Yo te bendigo (Señor), porque te dignaste hacerme llegar a este día y a esta hora, para que yo tenga parte, contado en el número de tus testigos, en el cáliz de tu Ungido (San Policarpo, en el momento del martirio, 1. c., 14, 2).

1884 A estos hombres; maestros de una vida santa, vino a agregarse una gran multitud de elegidos que, habiendo sufrido muchos suplicios y tormentos también por emulación, se han convertido para nosotros en un magnifico ejemplo (San Clemente 1, Carta a los Corintios, 5, 1 ss.).

El ejemplo que debe dar quien ha sido constituido buen pastor

1885 El error de un maestro es una tentación para los fieles; tentación tanto mayor cuanto más docto es el que yerra (San Vicente de Lerins, Conmonitorio, 17).

1886 "Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad asentada sobre un monte, ni se enciende una lámpara y se la pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a cuantos hay en la casa. Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos" (Mt 5, 14-16). Aquí enseña el Señor a sus discípulos a cuidar con ejemplaridad de su propia vida, porque había de ser mirada constantemente por todos, como la ciudad colocada sobre un monte, como la luz que está colocada y luce sobre un candelero (San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. 1, p. 264).

1887 "No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto del monte; ni se enciende una lámpara para meterla bajo el celemín". Con estas palabras, insiste el Señor en la perfección de vida que ha de llevar sus discípulos y en la vigilancia que han de tener sobre su propia conducta, ya que ella está a la vista de todos, y el palenque en que se desarro1la su combate es el mundo entero (San Juan Crisóstomo, Hom. sobre S. Mateo, 15).

1888 Así, la caída de un pastor es un ejemplo pernicioso que induce a sus fieles a seguir el mismo camino; así también es sumamente provechoso y saludable el testimonio de firmeza en la fe que da un obispo (San Cipriano, Carta 9).

1889 "Hijo de hombre, te he puesto como atalaya en la casa de Israel". Fijémonos cómo el Señor compara sus predicadores a un atalaya. El atalaya está siempre en un lugar alto para ver desde lejos todo lo que se acerca. Y todo aquel que es puesto como atalaya del pueblo de Dios debe, por su conducta, estar siempre en alto, a fin de preverlo todo y ayudar así a los que tiene bajo su custodia (Sañ Gregorio Magno, Hom. sobre el Profeta Ezequiel, 1).

1890 El candelero es la iglesia y todo sacerdote que anuncia la palabra de Dios (San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. 1, p.266).

1891 Son muy pocas las ovejas bien alimentadas y sanas, es decir, aquellas a quienes no falta el sólido manjar de la verdad y se apacientan abundantemente con los dones de Dios. Pero los malos pastores ni a éstas perdonan; les parece poco descuidar a las enfermas y errantes, a las débiles y descarriadas, y llegan incluso a dar muerte a las que están fuertes y sanas. Y si estas últimas conservan la vida, viven en todo caso, únicamente porque Dios cuida de ellas, pero por lo que se refiere a los pastores, éstos hacen lo posible por matarlas. Quizá preguntes: " ¿Cómo las matan? ". Pues las matan con su mala vida y con sus malos ejemplos (San Agustín, Sermón 46 sobre los pastores).

1892 [...] los cónyuges tienen su propia vocación: el ser mutuamente y para sus hijos testigos de la fe y del amor a Cristo. La familia cristiana proclama en voz muy alta tanto las presentes virtudes del reino de Dios como la esperanza de la vida bienaventurada. de tal manera, con su ejemplo y su testimonio arguye al mundo del pecado e ilumina a los que buscan la verdad. (Conc. Vat. II, Const Lumen gentium, 35).

1893 El que vive mal en presencia del pueblo, en cuanto de él depende, mata a aquel que contempla el mal ejemplo de su vida (San Agustín, Sermón 46 sobre los pastores).