Antología de Textos

PRUDENCIA

1. Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Por tanto, habéis de ser prudentes como serpientes, y sencillos como palomas (Mt 10, 16).
Los cristianos han de ir por el mundo con estas dos virtudes, que se perfeccionan mutuamente: la sencillez y la prudencia. La sencillez supone rectitud de intención, firmeza y coherencia en la conducta. La prudencia nos lleva, en cada situación, a buscar los medios más adecuados para cumplir nuestro fin.
El Señor nos enseñó a ser prudentes con su palabra y ejemplo. Ya en su primera actuación a los doce años todos admiraban su prudencia (Lc 2, 47). Más tarde, durante su vida pública, sus palabras y su conducta eran tan claras como prudentes, de tal forma que sus enemigos no podían contradecirle. Un gran ejemplo de prudencia lo muestra en el modo gradual de dar a conocer su mesianidad y anunciar su muerte en la cruz, según el grado de preparación y de conocimiento que tenían las gentes que le escuchaban.
El Señor permite que sus discípulos estén en medio de lobos. Por lo mismo, deben ser prudentes como serpientes; pero su prudencia no ha de ser como la del mundo, sino que ha de conjugarse con la sencillez y la veracidad.
La prudencia es la que lleva de la mano a las demás virtudes para que de verdad consigan su fin. Santo Tomás la llama el "ojo del alma", porque si se actúa sin ella es como obrar a ciegas. San Bernardo dice que "es como el timón o el piloto en un navío, sin el cual necesariamente ha de perecer o naufragar". Y San Francisco de Sales afirma que la prudencia "es luz o antorcha de nuestra vida, que nos ilumina para no errar el camino [...], y sal que preserva de la corrupción a las demás virtudes".
La prudencia es el juicio práctico que nos dice en cada caso lo que conviene hacer o dejar de hacer, la que nos enseña los medios que conducen al fin que pretendemos, la que nos indica cuándo y cómo debemos obrar.

2. Implica esta virtud tres actos: deliberar, juzgar y ordenar (Suma Teológica, 2-2, q. 47, a. 8). Puede llamarse prudente el que, después de recabar los consejos oportunos, sabe valorar las diferentes circunstancias y prever las consecuencias de una determinada acción.
La prudencia aplica también su discernimiento a las acciones en las que intervienen las demás virtudes: juzga lo que se debe hacer en concreto para ser justo, fuerte, temperante, en los casos que se presentan. Todo acto virtuoso puede referirse a la prudencia, en cuanto ésta señala el razonable justo medio. Por eso se la llama auriga virtutum, conductora de las demás virtudes (Suma Teológica, 1-2, q. 54, a. 1-4).

3. Existen algunas virtudes que están relacionadas íntimamente con la prudencia: el buen consejo, hábito de buscar el asesoramiento oportuno; el buen sentido, que inclina a juzgar rectamente de las cosas; el sentido de excepción, que guía y modera la aplicación de la norma y la aplicación adecuada de la equidad.
De los siete dones del Espíritu Santo, el que mejor responde a esta virtud es el de consejo, que es una cierta iluminación divina por la que el hombre, como aconsejado por Dios, ve pronta y claramente lo que debe hacer en concreto en orden al fin sobrenatural.

4. Se oponen a la prudencia: la precipitación, cuando se actúa temeraria y precipitadamente, por el ímpetu de la pasión o el capricho. La inconsideración, que desprecia o descuida atender a las cosas necesarias para juzgar rectamente. La inconstancia, que lleva a abandonar fácilmente, por fútiles motivos, los buenos propósitos. La negligencia, por la que no se hace lo que se debiera o como se debiera.
También se oponen a la prudencia: la prudencia de la carne, ordenada al bien corporal como fin último de la vida (Rm 8, 6-8; Ga 5, 15-16); la astucia, que supone habilidad especial para conseguir un fin, por caminos no rectos o simulados; el dolo, el fraude, y la solicitud excesiva de las cosas temporales, que supone una sobreestimación de valor de las cosas terrenas y una falta de confianza en la Providencia.

Citas de la Sagrada Escritura

El fin de todas las cosas se va acercando; por tanto, sed prudentes y velad en oración. 1P 4, 7
Los hijos de este siglo son en sus negocios más prudentes que los hijos de la luz. Lc 16, 8
Por las riquezas de su gracia, que con abundancia ha derramado sobre nosotros, nos ha colmado de toda sabiduría y prudencia. Ef 1, 7-8
No queráis juzgar por las apariencias, sino juzgad por un juicio recto. Jn 7, 24
Si nos juzgáramos rectamente, no seríamos juzgados. 1Co 11, 31
Mirad, hermanos, que andéis con gran circunspección: no como necios, sino como prudentes; recobrando el tiempo, porque los días son malos. Ef 5, 15-16
Mientras tenemos tiempo obremos bien. Ga 6, 10; porque la escena de este mundo pasa. 1Co 7, 31
La prudencia de la carne es muerte, mientras que la prudencia del espíritu es vida y paz. Rm 8, 6
Así está escrito: destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé la prudencia de los prudentes. 1Co 1, 19
Os envío como ovejas en medio de los lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Mt 10, 16
Traza el corazón del hombre sus caminos, pero es Yavé quien dirige sus pasos. Pr 16, 9
Donde no hay gobierno el pueblo va a la ruina, en la abundancia del consejo está la salvación. Pr 11, 14
Con la sabiduría se edifica la casa y con la prudencia se afirma. Pr 24, 3
Hace más el sabio que el valiente, el hombre de ciencia más que el fuerte. Pr 24, 5
Mejor adquirir sabiduría; no la olvides, no te apartes de los dichos de mi boca. Prov 28, 15
Fuente de vida es la cordura para quien la tiene, y es castigo del necio la necedad. Pr 16, 22
Pues la prudencia vale más que las perlas, y cuanto hay de codiciable no puede comparársele. Pr 8, 11
El corazón del sabio hace prudente su boca, y sobre sus labios crece la persuasión. Pr 16, 23

Objeto y fin de la prudencia

4421 Entre los pecados, ni uno solo hay que no conspire contra esta virtud. La injusticia, la cobardía y la intemperancia se oponen primero, en efecto, a las virtudes de justicia, fortaleza y templanza; pero, en definitiva, a través de ellas se oponen a la prudencia. Todo pecador es imprudente
La prudencia es, por tanto, causa, raíz, "madre", medida, ejemplo, gula y razón formal de las virtudes morales; en todas esas virtudes influye, sin excepción, suministrando a cada una el complemento que le permite el logro de su propia esencia; y todas participan de ella, alcanzando, merced a tal participación, el rango de virtud (J. Pieper. Las virtudes fundamentales, p. 39).

4421b La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. "El hombre cauto medita sus pasos" (Pr 14, 15). "Sed sensatos y sobrios para daros a la oración" (1P 4, 7). La prudencia es la "regla recta de la acción", escribe Santo Tomás (S. Th. 2-2, 47, 2), siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1806).

4422 La prudencia constituye la llave para la realización de la fundamental tarea que cada uno de nosotros ha recibido de Dios. (Juan Pablo II, Sobre la prudencia, 25-X-78).

4423 Las acciones particulares, cuya dirección compete a la prudencia, distan mucho de ser inmediatamente inteligibles. Y tanto más cuanto más inciertas e indeterminadas son [...]; la prudencia necesita del buen razonamiento del hombre poder aplicar rectamente los principios universales a casos particulares, que son variados e inciertos. (Santo Tomas, Suma Teológica, 2-2, q.49, a.16).

4424 El primer paso de la prudencia es el reconocimiento de la propia limitación: la virtud de la humildad. Admitir, en determinadas cuestiones, que no llegamos a todo, que no podemos abarcar, en tantos casos, circunstancias que es preciso no perder de vista a la hora de enjuiciar. Por eso u acudimos a un consejero; pero no a uno cualquiera, sino a uno capacitado y animado por nuestros mismos deseos sinceros de amar a Dios, de seguirle fielmente. No basta solicitar un parecer; hemos de dirigirnos a quien pueda dárnoslo desinteresado y recto; después es necesario juzgar, porque la prudencia exige ordinariamente una determinación pronta, oportuna. Si a veces es prudente retrasar la decisión hasta que se completen todos los elementos de juicio, en otras ocasiones seria gran imprudencia no comenzar a poner por obra, cuanto antes, lo que vemos que se debe hacer; especialmente cuando está en juego el bien de los demás. (J. Escrivá de Balaguer, amigos de Dios, 86).

4425 (A ella se opone la negligencia, o falta de solicitud debida, que procede de cierta desidia de la voluntad), lo cual impide que el entendimiento sea impulsado y movido a imperar lo que debe o en la forma que debe. (Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 54, a. 3).

4426 La prudencia es, en palabras de Paul Claudel (Cinq Grandes Odes), la "inteligente proa" de nuestra esencia, que en medio de la multiplicidad de lo finito, pone rumbo a la perfección (J. Pieper, Las virtudes fundamentales, p. 57).

4427 Esta virtud cordial es indispensable en el cristiano; pero las últimas metas de la prudencia no son la concordia social o la tranquilidad de no provocar fricciones. El motivo fundamental es el cumplimiento de la Voluntad de Dios, que nos quiere sencillos, pero no pueriles; amigos de la verdad, pero nunca aturdidos o ligeros. "El corazón prudente poseerá la ciencia" (Pr 18, 15); y esa ciencia es la del amor de Dios, el saber definitivo, el que puede salvarnos [...] (J. Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, 88).

4428 Veamos cuál es la prudencia que exige el Señor. "Como serpientes" –dice–. Así como a la serpiente no le importa perderlo todo, aunque sea seccionando su cuerpo, con tal de conservar la cabeza; así también tú –dice– debes estar dispuesto a perderlo todo, tu dinero, tu cuerpo y aun la misma vida, con tal que conserves la fe. La fe es la cabeza y la raíz; si la conservas, aunque pierdas todo lo demás, lo recuperarás luego con creces. (S. Juan Crisóstomo, Hom. sobre S. Mateo, 33).

4429 ¿Soy prudente? ¿Vivo consecuente y responsablemente? El programa que realizo, ¿sirve para el bien verdadero? ¿Sirve para la salvación que quiere para nosotros Cristo y la Iglesia? Si hoy me escucha un estudiante o una estudiante, un hijo o una hija, contemple, bajo esta luz, sus propias tareas de la escuela, las lecturas, los intereses, los pasatiempos, el ambiente de los amigos y amigas. Si me escucha un padre o una madre de familia, piense un poco en sus compromisos conyugales y de padre. Si me escucha un ministro o un hombre de Estado, mire el abanico de sus deberes y de sus responsabilidades. ¿Busca él el verdadero bien de la sociedad, de la nación, de la humanidad? ¿O sólo intereses particulares o parciales? Si me escucha un periodista, un publicista, un hombre que ejerce influencia sobre la opinión pública, reflexione sobre el valor y sobre el fin de esta influencia. (Juan Pablo II, Sobre la prudencia, 25-X-1978).

Contar con el juicio de los demás. Petición de consejo

4430 El tratar de lo particular y contingente exige, para conocer algo con certeza, tener en cuenta muchas condiciones y circunstancias, difícilmente observables por uno solo, que pueden en cambio ser percibidas con más seguridad por varios. (Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 47, a. 15).

4431 Incluso es una nota de excelencia contar con otras personas que puedan ayudarnos. (Santo Tomás, Suma Teológica, q. 129, a. 9).

4432 Mas adonde hay necesidad, puédense mal tomar los consejos si no dan remedio. (Santa Teresa, Fundaciones, 19, 8).

4433 En lo que atañe a la prudencia, nadie hay que se baste siempre a sí mismo, es necesario contar con la ayuda de otras personas antes de tomar nuestras decisiones personales. (Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 49, a. 3).

4434 El hombre necesita aconsejarse cuando está atribulado, como precisa el enfermo la orientación de los médicos. Por consiguiente, estando enfermos todos por el pecado, hemos de pedir consejo para curarnos. (Santo Tomás, Sobre el Padrenuestro, l.c., 153).

Vigilancia diligente

4435 La prudencia está en guardia y en vigilancia diligente, no sea que, insinuándose poco a poco una mala inclinación, nos engañemos y caigamos. (S. Agustín, Sobre el Sermón de la Montaña, 24).

4436 Así que aunque más gustos y prendas de amor el Señor os dé, nunca andéis tan seguras que dejéis de temer –que podéis tornar a caer– y guardaos de las ocasiones. (Santa Teresa, C. de perfección, 39, 6).

4437 Así como es propio de la previsión descubrir lo que es de suyo conveniente para el fin, la circunspección considera si ello es conveniente a ese fin, dadas las actuales circunstancias. (Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 49, a. 8).

Manifestaciones de esta virtud

4438 Por la prudencia el hombre es audaz, sin insensatez; no excusa, por ocultas razones de comodidad, el esfuerzo necesario para vivir plenamente según los designios de Dios. La templanza del prudente no es insensibilidad ni misantropía; su justicia no es dureza; su paciencia no es servilismo. (J. Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, 87).

4439 de nada vale que el carro sea sólido y la cuadriga bien adiestrada si el cochero o auriga va loco. ¿de qué vale una nave muy bien construida si el piloto va borracho? (S. Gregorio de Nisa, Sobre los que han de ser amados, discurso 1).

4440 [...]. Una manifestación clara de prudencia consistirá en poner el remedio oportuno, a fondo; y con caridad y con fortaleza, con sinceridad. No caben las inhibiciones. Es equivocado pensar que con omisiones o con retrasos se resuelven los problemas
La prudencia exige que, siempre que la situación lo requiera, se emplee la medicina, totalmente y sin paliativos [...]. (J. Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, 157).

4441 No es prudente el que no se equivoca nunca, sino el que sabe rectificar sus errores. Es prudente porque prefiere no acertar veinte veces, antes que dejarse llevar de un cómodo abstencionismo. No obra con alocada precipitación o con absurda temeridad, pero se asume el riesgo de sus decisiones, y no renuncia a conseguir el bien por miedo a no acertar. (J. Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, 88).

Prudencia en las lecturas y al exponer o recibir la doctrina

4442 Es buena garantía de salvación saber de quién se ha de huir. (Se refiere a los falsos doctores, que enseñan su propia doctrina y no la de Cristo). (S. Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. 1, pp. 440-441).

4443 "Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados con piel de oveja..." Ninguna cosa hace tanto daño al bien como la ficción: las ovejas son los cristianos y la piel de oveja es una especie de cristiandad y de religión fingida. (S. Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. 1, p. 441).

4444 debéis, pues, vosotros seguir al detalle el ejemplo de las abejas. Porque éstas no se paran en cualquier flor ni se esfuerzan por llevarse todo de las flores en las que posan su vuelo, sino que una vez que han tomado conveniente para su intento, lo demás lo dejan en paz.
También nosotros, si somos prudentes, extrayendo de estos autores lo que nos convenga y más se parezca a la verdad, dejaremos lo restante. Y de la misma manera que al coger la flor del rosal esquivamos las espinas, así al pretender sacar el mayor fruto posible de tales escritos, tendremos cuidado con lo que pueda perjudicar los intereses del alma. (S. Basilio, Discurso a los jóvenes).

4445 debemos precavernos no sea que, tendiendo a la sabiduría, que sólo puede hallarse en Cristo, "en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia", seamos engañados, con el nombre mismo de Cristo, por los herejes o por quienes entienden mal la verdad, y por los amadores de este mundo. (S. Agustín, Sobre el Sermón de la Montaña, 2).

4446 En la selección de las publicaciones destinadas a la venta os guíen, pues, las sanas máximas que os son muy conocidas, anticipando de este modo con un autoexamen, digno de personas respetuosas de la verdad y de la honestidad [...]. Y si, además, vosotros mismos atendéis directamente a la venta, tanto más vuestra honorabilidad, vuestro sentido cívico, pero, sobre todo, la caridad hacia el prójimo, particularmente hacia la juventud, os hará rehuir toda difusión clandestina de publicaciones nocivas y corruptoras de las buenas costumbres. El pretexto de que otros lo hagan sería demasiado débil excusa para disculpar a quien se hiciese cómplice de tan gran mal. (Pío XII, Aloc. 2-10-1958).

4447 El escuchar las palabras de los perversos (se refiere a los libros de autores gentiles) es un camino para llegar a los hechos. Por eso, con todo cuidado debemos guardar nuestra alma, no sea que a través de un estilo o palabras agradables, sin sentirlo, admitamos algo peor, como los que toman veneno mezclado con miel. (S. Basilio, Discurso a los jóvenes).

4448 No hemos de admitir y aceptar todo sin más ni más (de los libros o autores gentiles), sino lo que nos sea útil. Pues no podemos apartar lo dañoso tratándose de alimentos, y no tener cuenta alguna con las lecturas, que alimentan el alma, y lanzarse a cualquier cosa que se presente, como el torrente que arrastra consigo lo que encuentra. (S. Basilio, Discurso a los jóvenes).

4449 No es fácil dar para todos una norma común; sino qué cuando os relatan hazañas, proezas y dichos de los héroes, debéis esforzaros por aceptarlo con afecto y tratar de imitarles e intentar con todo ahínco ser como ellos; pero cuando se trate de hombres perversos, entonces es necesario huir de imitarles, dejar su ejemplo, tapándonos los oídos con no menos precaución de la que dicen que tuvo Ulises al huir del canto de las sirenas. (S. Basilio, Discurso a los jóvenes).

Prudencia de quien es constituido "buen pastor"

4450 No sólo manda el Señor a sus discípulos que busquen para su hospedaje personas dignas, sino que les prohíbe andar de casa en casa: primero, para no ofender a quien los recibiera en la suya; y luego, porque no cobren fama de glotones y amigos de pasarlo bien [...]. ¿Veis cómo de este modo atendió el Señor al prestigio de sus apóstoles y cómo animó a quienes los recibieran? (S. Juan Crisóstomo, Hom. sobre S. Mateo, 32).

4451 Para curar una herida, primero se limpia bien, también alrededor, desde bastante distancia. de sobra sabe el cirujano que duele; pero, si omite esa operación, más dolerá después. Además, se pone enseguida el desinfectante: escuece –pica, decimos en mi tierra–, mortifica, y no cabe otro remedio que usarlo, para que la haga no se infecte
Si para la salud corporal es obvio que se han de adoptar estas medidas, aunque se trate de escoriaciones de poca categoría, en las cosas grandes de la salud del alma –en los puntos neurálgicos de la vida de un hombre–, ¡fijaos si habrá que lavar, si habrá que sajar, si habrá que pulir, si habrá que desinfectar, si habrá que sufrir! La prudencia nos exige intervenir de este modo y no rehuir el deber, porque soslayarlo demostrarla una falta de consideración, e incluso un atentado grave contra la justicia y contra la fortaleza. (J. Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, 161).

4452 El pastor debe saber guardar silencio con discreción y hablar cuando es útil, de tal modo que nunca diga lo que se debe callar ni deje de decir aquello que hay que manifestar. (S. Gregorio Magno, Regla pastoral, 2).

4453 [...] la virtud de la prudencia resulta imprescindible a cualquiera que se halle en situación de dar criterio, de fortalecer, de corregir, de encender, de alentar; (J. Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios; 155).

La falsa prudencia

4454 E hombre prudente, que se afana por todo lo que es verdaderamente bueno, se esfuerza por medir todo asunto; toda situación y su obrar todo, según el metro del bien moral. Pues no es prudente, como se pretende con frecuencia, el que sabe situarse en la vida y sacar de ella el mayor provecho, sino el que sabe construir su vida según la voz de la recta conciencia y según las exigencias de la justa moral. (Juan Pablo II, Sobre la prudencia, 25-X-1978).

4455 No me gusta tanto eufemismo: a la cobardía la llamáis prudencia.-Y vuestra " prudencia " es ocasión de que los enemigos de Dios, vacío de ideas el cerebro, se den tono de sabios y escalen puestos que nunca debieran escalar. (J. Escrivá de Balaguer, Camino, 35).

Prudencia para no alabar lo que puede causar daño en las almas

4456 No alabaremos a los poetas cuando insultan y escarnecen, ni cuando relatan escenas de amores lujuriosos y de embriagueces, ni cuando fijan la felicidad en una mesa bien surtida con canciones disolutas. (S. Basilio. Discurso a los jóvenes).

4457 Servir de altavoz al enemigo es una idiotez soberana; y, si el enemigo es enemigo de Dios, es un gran pecado
- Por eso, en el terreno profesional, nunca alabaré la ciencia de quien se sirve de ella como cátedra para atacar a la Iglesia. (J. Escrivá de Balaguer, Camino, 836).