Antología de Textos

RECOGIMIENTO

1. El recogimiento es un hábito que facilita al hombre actuar según la armonía en que fue creado por Dios. "En el estado de justicia original, la razón dominaba las fuerzas interiores del alma y, al mismo tiempo, ella estaba sometida a Dios. Pero esa justicia original desapareció por el pecado de origen; y, como consecuencia lógica, todas esas fuerzas han quedado disgregadas" (SANTO TOMÁS, Sobre la Epístola II a los Corintios, 6, 3). Desde entonces, el alma tiende a derramarse por los sentidos y a perder la orientación a Dios.
A través de ese recogimiento interior, la voluntad domina los sentidos y apetitos; dominio que, sin embargo, nunca llega a ser absoluto, porque los sentidos y pensamientos del corazón del hombre están inclinados al mal desde su mocedad (cfr. Gn 8, 21).
Alcanzar esa unidad profunda supone necesariamente lucha ascética, negación de la ley del pecado, que está inserta en la naturaleza humana y se opone a la ley del espíritu y de la gracia (cfr. Rm 7, 23).

2. El recogimiento no es una simple negación de los impulsos desordenados; es un hábito por el que las potencias y los sentidos se ponen al servicio del alma y cooperan con la acción de Dios en ella. La actividad del cristiano adquiere así unidad y coherencia con su dignidad de hijo de Dios.
El recogimiento debe ser una actitud permanente del alma y no depende de modos de vida o espiritualidades concretas. Es patrimonio de todos los fieles. Para mantener a raya e] desorden de las potencias y sentidos, para dirigirlos al fin sobrenatural, el cristiano no necesita retraerse de las cosas de la tierra, aislarse de los afanes nobles del mundo y de la relación con los demás hombres, sus iguales.
El recogimiento que el cristiano debe tener es plenamente compatible con la actividad exterior, con el trabajo, con la vida de relación y de convivencia, etc. Es más, la vida humana, si no está dominada por la frivolidad, tiene siempre una dimensión profunda, íntima, un cierto recogimiento que alcanza su pleno sentido en Dios. Recogerse ("juntar lo separado", restablecer el orden perdido) es evitar la dispersión de los sentidos y potencias, gobernarlos y encaminarlos a un solo centro de atención. Sin recogimiento, no sería posible la oración ni la presencia de Dios.

3. Entre los medios para alcanzar el recogimiento está, en primer término, la frecuencia de sacramentos y la oración, mediante la cual el cristiano centra su atención en Dios.
Junto a los sacramentos y a la oración, debe buscarse la mortificación interior y de los sentidos, y una lucha positiva para estar en la presencia del Señor.
También es muy conveniente buscar momentos de silencio exterior a lo largo del día. La quietud exterior facilita la concentración de todas las potencias en un objeto bien determinado y favorece la acción de la voluntad sobre las demás facultades, creando un ambiente adecuado para tratar a Dios.

Citas de la Sagrada Escritura

En la boca de los necios está su corazón; y el corazón de los sabios es su boca. Si 21, 26
El sabio se calla hasta el momento oportuno; el necio no sabe guardar su tiempo. Si 20, 7
En toda labor hay fruto; pero la charlatanería empobrece. Pr 14, 23
En el mucho charlar no falta el pecado, el que refrena sus labios es sabio. Pr 10, 19

Buscar a Dios dentro de nosotros

4491 Recógete. -Busca a Dios en ti y escúchale. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER. Camino, 319).

4492 Pues hagamos cuenta que dentro de nosotros está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas –en fin, como para tal Señor–, y que sois vos parte de que aqueste edificio sea tal, como a la verdad lo es (que es ansí, que no hay edificio y de tanta hermosura como un alma limpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras), y que en este palacio está este gran Rey y que ha tenido por bien ser vuestro Padre y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón. (SANTA TERESA, C. de perfección, 28, 9).

4493 El alma que le quiere encontrar ha de salir de todas las cosas con la afición y la voluntad, y entrar dentro de si misma con sumo recogimiento. Las cosas han de ser para ella como si no existiesen. San Agustín habla con Dios en los Soliloquios y le dice: "No te hallaba, Señor, por fuera, porque mal te buscaba fuera, pues estabas dentro". Dios, pues, está escondido en el alma y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo, diciendo: ¿A dónde te escondiste? (S. JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 1, 6).

4493b La entrada en la oración contemplativa es análoga a la de la Liturgia eucarística: "recoger" el corazón, recoger todo nuestro ser bajo la moción del Espíritu Santo, habitar la morada del Señor que somos nosotros mismos, despertar la fe para entrar en la presencia de Aquel que nos espera, hacer que caigan nuestras máscaras y volver nuestro corazón hacia el Señor que nos ama, para ponernos en sus manos como una ofrenda que hay que purificar y transformar (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2711).

4494 Poned los ojos en vos y miraos interiormente, como queda dicho: hallaréis vuestro Maestro, que no os faltará; mientras menos consolación exterior tuviéredes, mucho más regalo os hará. (SANTA TERESA. C. de perfección, 29, 2).

4495 ¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mi y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Retenianme lejos de ti aquellas cosas que si no estuviesen en ti no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti. (S. AGUSTÍN. Confesiones, 10).

4495b Deja un momento tus ocupaciones habituales, hombre insignificante, entra un instante en ti mismo, apartándote del tumulto de tus pensamientos. Arroja lejos de ti las preocupaciones agobiantes y aparta de ti las inquietudes que te oprimen. Reposa en Dios un momento, descansa siquiera un momento en él.
Entra en lo más profundo de tu alma, aparta de ti todo, excepto Dios y lo que puede ayudarte a alcanzarlo; cierra la puerta de tu habitación y búscalo en el silencio. Di con todas tus fuerzas, di al Señor: Busco tu rostro; tu rostro busco, Señor.
Y ahora, Señor y Dios mío, enséñame dónde y cómo tengo que buscarte, dónde y cómo te encontraré.
Si no estás en mí, Señor, si estás ausente, ¿dónde te buscaré? Si estás en todas partes, ¿por qué no te veo aquí presente? Es cierto que tú habitas en una luz inaccesible, ¿pero dónde está esa luz inaccesible?, ¿cómo me aproximaré a ella?, ¿quién me guiará y me introducirá en esa luz para que en ella te contemple? ¿Bajo qué signos, bajo qué aspecto te buscaré? Nunca te he visto, Señor y Dios mío, no conozco tu rostro.
Dios altísimo, ¿qué hará este desterrado, lejos de ti?, ¿qué hará este servidor tuyo, sediento de tu amor, que se encuentra alejado de ti? Desea verte y tu rostro está muy lejos de él. Anhela acercarse a ti y tu morada es inaccesible. Arde en deseos de encontrarte e ignora dónde vives. No suspira más que por ti y jamás ha visto tu rostro.
Señor, tú eres mi Dios, tú eres mi Señor y nunca te he visto. Tú me creaste y me redimiste, tú me has dado todos los bienes que poseo, y aún no te conozco. He sido creado para verte, y todavía no he podido alcanzar el fin para el cual fui creado.
Y tú, Señor, ¿hasta cuándo nos olvidarás, hasta cuándo dejarás de apartar tu rostro? ¿Cuándo volverás tu mirada hacia nosotros? ¿Cuándo nos escucharás? ¿Cuándo iluminarás nuestros ojos y nos mostrarás tu rostro? ¿Cuándo accederás a nuestros deseos?.
Míranos, Señor, escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros. Colma nuestros deseos y seremos felices; sin ti todo es hastío y tristeza. Ten piedad de nuestros trabajos y de los esfuerzos que hacemos por llegar hasta ti, ya que sin ti nada podemos.
Enséñame a buscarte, muéstrame tu rostro, porque si tu no me lo enseñas no puedo buscarte. No puedo encontrarte si tú no te haces presente.
Te buscaré deseándote, te desearé buscándote, encontrándote te amaré (SAN ANSELMO, Proslogium, 1).

4496 Gózate con él en tu recogimiento interior. Alégrate con El, ya que le tienes tan cerca. Deséale ahí; adórale ahí; no vayas a buscarle fuera de ti porque te distraerás y cansarás y no le hallarás; no le podrás gozar con más certeza, ni con más rapidez ni más cerca que dentro de ti. (S JUAN DE LA CRUZ. Cántico espiritual, 1, 8).

4497 Que, a mi parecer, si como ahora entiendo que en este palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey, no le dejara tantas veces solo, alguna me estuviera con El, y más procurara que no estuviera tan sucia. (SANTA TERESA, C. de perfección, 28, 11).

4498 Si somos templos de Dios y el Espíritu de Dios habita en nosotros, es mucho más lo que cada fiel lleva en su interior que todas las maravillas que contemplamos en el cielo. (S. LEÓN MAGNO, Sermón 7, sobre la Natividad).

4499 ¡Oh alma hermosísima, más que todas las criaturas! Ya sabes el lugar que deseas. ¡Ya sabes dónde se encuentra tu Amado para buscarte y unirte con El! Tú misma eres su morada. Tú misma el escondite donde está escondido
¡Alegría grande debe darte saber que todo tu bien y esperanza está tan cerca de ti, que está en ti misma! No puedes tú estar sin El: Mirad, ¡dentro de vosotros está el reino de Dios! (Lc 17, 21); porque nosotros somos templo de Dios vivo (2Co 6, 16). (S. JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 1, 7).

4500 ¿Qué más quieres, alma, y qué más buscas fuera de ti, si dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción? ¿Qué más puedes desear si en ti está la fuente que te sacia? (S. JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 1, 8).

Guarda de los sentidos

4501 Así, aunque viva en la soledad o retirado en una celda, la vanidad le hace deambular con la mente por casas y monasterios, y le muestra en su fantasía una multitud de almas que se convierten al imperio y eficacia de su palabra. El desgraciado, juguete de tales quimeras, parece sumergido en un profundo sueño. De ordinario, vive seducido por la dulzura de estos pensamientos. Absorto en tales imágenes, ni advierte lo que hace ni se da cuenta de lo que sucede en torno. Ni siquiera repara en la presencia de sus hermanos. El infeliz va meciéndose, cual si fueran verdad, en las fantasías que soñó despierto. (CASIANO, Instituciones, 11).

4502 Esta (la curiosidad), en tanto que procura saber las vidas ajenas, desconociendo siempre sus interioridades, gusta ocuparse de lo exterior. Grave y pernicioso es el vicio de la curiosidad, que mientras inclina la mente de cualquiera para que averigüe la vida del prójimo, a él le oculta siempre su interior, a fin de que, conociendo lo ajeno, se desconozca a sí mismo, y sea tanto más ignorante en todo aquello que le concierne, cuanto más instruido esté en lo ajeno. (S. GREGORIO MAGNO, Hom. 36 sobre los Evang.).

4503 Y como quien se entra en un castillo fuerte para no temer los contrarios, que es retirarse los sentidos de estas cosas exteriores y darles de tal manera de mano, que –sin entenderse– se le cierran los ojos por no verlas, porque más se despierte la vista a los del alma. (SANTA TERESA, C. de perfección, 27, 6).

4504 Disipación.-Dejas que se abreven tus sentidos y potencias en cualquier charca. -Así andas tú luego: sin fijeza, esparcida la atención, dormida la voluntad y despierta la concupiscencia. -Vuelve con seriedad a sujetarte a un plan, que te haga llevar vida de cristiano, o nunca harás nada de provecho. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 375).

4505 En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor, sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mi, que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración, sin encerrar conmigo mil vanidades. (SANTA TERESA, Vida, 7, 6).

4506 Todo cuanto hay fuera de nosotros fluctúa con las tempestades y tentaciones de este siglo. Mas tenemos un yermo interior donde recogernos y vivir de nuestra fe. (S. AGUSTÍN, Sermón 47).

4507 Bien está que cierres la puerta de tu habitación; pero otra cosa quiere Dios antes que eso: que cierres las puertas de tu alma. (S. JUAN CRISÓSTOMO Hom. sobre S. Mateo 31).

4508 Como no hay embarazo de lo exterior, estáse sola el alma con su Dios. (SANTA TERESA, C. de perfección, 28, 8).

4509 El que sabe andar dentro de si y tener en poco las cosas de fuera, no busca lugares ni espera tiempos para darse a ejercicios devotos. El hombre interior presto se recoge, porque nunca se derrama del todo a las cosas exteriores. (Imitación de Cristo, 2, 1, 10).

4510 Si los cinco sentidos del cuerpo buscan el alimento de las miserias mundanas, no pueden volar para conseguir los frutos de acciones más sublimes. (S. AMBROSIO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 66).

Recogimiento y presencia de Dios

4511 He dado muchas vueltas por las calles y plazas de la ciudad de este mundo para buscaros, y no os he podido hallar, porque mal buscaba fuera lo que estaba dentro de mi alma. (S. AGUSTÍN, Soliloquios, 31).

4512 Si ya arde en ti el fuego del amor divino, por pequeño que éste sea, no lo saques fuera enseguida, no lo expongas al viento, mantén el fogón protegido para que no se enfríe y pierda el calor; esto es, aparta cuanto puedas las distracciones, conserva el recogimiento, evita las conversaciones inútiles. (S. CARLOS BORROMEO, Sermón sobre el sínodo).

4513 Dios está en todas partes, es inmenso y está cerca de todos, según atestigua de si mismo' Yo soy –dice– un Dios cercano, no lejano. El Dios que buscamos no está lejos de nosotros, ya que está dentro de nosotros, si somos dignos de esta presencia. (S. COLUMBANO, Instrucción sobre la fe, l ).

4514 Es exigencia de nuestra mente una cierta quietud. Dios se deja ver en la soledad interior. (S. AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 17).

4515 Es insultar a Jesucristo acudir a nuestros templos, ante nuestros altares, con el espíritu distraído y ocupado en los negocios mundanos; es insultar a la majestad de Dios comparecer en su presencia con menos modestia que en las casas de los grandes de la tierra. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el pecado).

4516 Procura lograr diariamente unos minutos de esa bendita soledad que tanta falta hace para tener en marcha la vida interior. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 304).

4517 Pues mirad lo que dice S. Agustín: le buscaba en muchas partes y le vino a hallar dentro de si mismo. Creed que importa mucho para un alma derramada entender esta verdad y ver que no ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo; y para regalarse con El, ni ha menester hablar a voces –por bajo que se hable nos oirá–, ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de si y no extrañarse de tan buen Huésped; sino con gran humildad hablarle como a Padre, pedirle como a Padre y contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos, entendiendo que no es digna de ser su hija. (SANTA TERESA, C. de perfección, 28, 2).

4518 Renazca en nosotros esta estima por el silencio, esa admirable e indispensable condición de nuestro espíritu, asaltado por tantos clamores [...]. Oh silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento, la interioridad, la disponibilidad para escuchar las buenas inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de la preparación del estudio, de la meditación, de la vida personal e interior, de la plegaria secreta que sólo Dios ve. (PABLO VI, Alocución en Nazaret, 5-1-1964).

El "silencio" de María

4519 El silencio de la Virgen no es un silencio de tartamudez e impotencia, sino de luz y arrobo; un silencio más elocuente, en las alabanzas de Jesús, que la misma elocuencia... Resulta sorprendente que en este estado de silencio y de infancia de Jesús todo el mundo habla excepto María [...]. Comentan los ángeles entre si y con los pastores, pero María permanece en silencio. Llegan los reyes, hablan y dan que hablar a toda la ciudad, al estado y al sagrado sínodo de Judá, pero María permanece retirada y en silencio. Todo el estado está revuelto y todos se maravillan y hablan del nuevo rey buscado por reyes, pero María permanece en su reposo y sagrado silencio. Simeón habla en el templo, y Ana la Profetisa, y todos los que esperan la salvación de Israel; y María ofrece, da, recibe y lleva a su hijo en silencio. Tanta fuerza e impresión secreta ejerce el silencio de Jesús en el espíritu y corazón de la Virgen que la tiene poderosamente y divinamente ocupada y arrebatada en silencio. (PEDRO DE BERULLE, Opuscules de piété, 39, l.c., pp. 988-989).