Nuevos Mediterráneos

Epílogo

El descubrimiento de los distintos Mediterráneos que hemos ido repasando en estas páginas ensanchó el corazón de san Josemaría de modo indecible. Como dando pequeños pasos de la mano del Señor, percibió el sentido de la Cruz, que le hizo sentirse hijo de un Padre lleno de Amor; descubrió el Amor entrañable y cercano de Jesús; aprendió a dejarse querer por Dios, nuestro Consolador, confiando en Él más que en las fuerzas propias; y, poco a poco, supo dar protagonismo al Espíritu Santo en su vida espiritual y en su acción en la tierra. Comprendió, en definitiva, que la plenitud de la vida cristiana no consiste en cumplir una serie de tareas, llegar a un cierto estándar o «realizar empresas extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en vivir sus misterios, en hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos. La santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros, por el grado en que, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya» 1.

Siguiendo los pasos de san Josemaría, también nosotros podemos pedir a Dios que nos adentre en esos Mediterráneos de la vida interior, paisajes tan conocidos… pero a la vez inmensos, que nos permitirán «ahondar en la hondura del Amor de Dios, para poder así, con la palabra y con las obras, mostrarlo a los hombres» 2. No hay camino más urgente… ni más hermoso.

Notas

1 Benedicto XVI, Audiencia General, 13.IV.11.
2 San Josemaría, Es Cristo que pasa, 97.