Noveno Domingo. Ciclo B

71. SANTIFICAR LAS FIESTAS


– Las fiestas cristianas.
– El día del Señor.
– Apostolado acerca de la naturaleza de las fiestas y del domingo. El descanso festivo.

I. Como leemos en la Primera lectura de la Misa 1, fue Dios mismo quien instituyó las fiestas del Pueblo elegido y quien urgía su cumplimiento: Guarda el día del sábado santificándolo, como el Señor tu Dios te ha mandado. Durante seis días puede trabajar y hacer tareas; pero el día séptimo es día de descanso dedicado al Señor tu Dios. No haréis trabajo alguno... Además sábado existían entre los judíos otras fiestas principales: Pascua, Pentecostés, Tabernáculos..., en las que se renovaba la Alianza y se daban gracias por los beneficios obtenidos. El sábado, después de seis días de trabajo para los propios quehaceres, era el día dedicado a Dios, dueño del tiempo, en reconocimiento de su soberanía sobre todas las cosas. La observancia de este día sería uno de los distintivos del pueblo judío entre los gentiles.

En tiempo del Señor se habían introducido muchos abusos rigoristas que dieron lugar a enfrentamientos de los fariseos con Jesús, como el que nos relata el Evangelio de la Misa 2: un sábado atravesaban un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?... Cristo les recuerda que las prescripciones acerca del descanso sabático no tenían un valor absoluto y que Él, el Mesías, es el Señor del Sábado. Jesucristo tuvo un gran aprecio del sábado y de las festividades judías, aun sabiendo que con su llegada quedarían abolidas todas estas disposiciones para dar lugar a las fiestas cristianas. San Lucas nos ha dejado escrito que la Sagrada Familia iba todos los años a Jerusalén para la Pascua 3. También Jesús celebra cada año este aniversario con sus discípulos. Le vemos, además, santificar con su presencia la alegría de unas bodas 4, y en su predicación emplea frecuentes ejemplos de festejos domésticos: el rey que celebra las bodas de su hijo 5, el convite por la llegada del hijo que se había marchado lejos de la casa paterna y que retorna de nuevo 6... El Evangelio está dominado por una alegría festiva, señal de que el novio, el Mesías, se encuentra ya entre sus amigos 7.

El mismo Señor ha querido que celebremos las fiestas, en las que, dejando las ocupaciones habituales, le tratemos con mayor intensidad y sosiego, dediquemos más tiempo a la familia, y demos al cuerpo y al alma el descanso necesario 8. Las Santa Misa es el centro de la vida cristiana 9, sin la cual todo lo demás carecería de sentido; sería como un cuerpo sin alma: un cadáver. Verdaderamente, el domingo es el día que ha hecho el Señor para el gozo y la alegría 10. Y es en la Santa Misa donde encontramos siempre la Fuente de la alegría, de un gozo y una paz inagotables.


II. La resurrección del Señor tuvo lugar "el primer día de la semana", como atestiguan todos los Evangelistas, y en la misma jornada, por la tarde, se apareció a sus discípulos reunidos en el Cenáculo, mostrándoles las manos y el costado con las señales palpables de la Pasión 11; y ocho días más tarde, es decir, el siguiente "primer día de la semana", se apareció Jesús de nuevo en circunstancias parecidas 12. Es posible que el Señor quiera indicarnos que ese día primero comenzaba a ser una fecha muy particular; así lo entendieron al menos los primeros cristianos que, desde el comienzo, empezaron a reunirse y a celebrarlo, de tal manera que lo denominaban el día del Señor, dominica dies 13, donde tiene su origen el nombre de domingo. Los Hechos de los Apóstoles 14 y las Epístolas de San Pablo 15 muestran cómo nuestros primeros hermanos en la fe se reunían el domingo para la fracción del pan y para la oración 16, y lo mismo se ha hecho hasta nuestros días. Así amonestaba a los cristianos un documento de los primeros siglos: "No pongáis vuestros asuntos temporales por encima de la palabra de Dios, sino, abandonando todo el día del Señor para oír la Palabra de Dios, corred con diligencia a vuestras iglesias, pues en esto se manifiesta vuestra alabanza a Dios. Si no, ¿qué excusa tendrán cerca de Dios los que no se reúnen el día del Señor para oír la palabra de Dios y alimentarse con el alimento divino que permanece eternamente?" 17.

Para nosotros, el domingo ha de ser una fiesta muy particular y apreciada, tanto más cuanto que en muchos lugares parece perderse su sentido religioso de siempre. Así escribía San Jerónimo: "Todos los días los hizo el Señor. Hay días que pueden ser de los judíos, de los herejes o de los paganos. Pero el día del Señor, día de la resurrección, es el día de los cristianos, nuestro día. Se llama día del Señor porque después de resucitar el primer día de la semana judía subió al Padre y reina con Él. Si los paganos lo llaman día del Sol, nosotros aceptamos de buen grado esta expresión. En este día resucitó la Luz del mundo, brilló el Sol de la justicia" 18.

Desde el comienzo y de una manera ininterrumpida se celebró esta fecha de modo muy particular. "La Iglesia -enseña el Concilio Vaticano II-, por una tradición apostólica que trae su origen del mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio Pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón "día del Señor o domingo".

"Por eso el domingo es la fiesta primordial que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo" 19.

Comenzamos a vivir bien este día -y todas las fiestas- cuando ya en sus inicios tratamos de imitar la fe y la alegría -siempre nueva- de aquellos hombres y mujeres que, en el primer domingo de la vida de la Iglesia, se encontraron con Cristo resucitado. Trataremos de imitar a Pedro y a Juan camino del sepulcro, a María Magdalena, que reconoce a Jesús cuando la llama por su nombre, a los discípulos de Emaús..., pues es al mismo Señor al que vamos a ver. Y para celebrar la fiesta, nuestros primeros hermanos en la fe nos enseñaron que el domingo y el vivir con particular atención y piedad la Santa Misa son inseparables, por la íntima y profunda relación de ambos con el Misterio pascual. Por lo cual, desde el comienzo, la Sagrada Eucaristía constituyó el centro del día. Hoy nos podemos preguntar en nuestra oración si cada domingo tratamos de realizar las normas habituales de piedad con particular sosiego, si consideramos el sentido de nuestra filiación divina, si procuramos buscar intensamente la presencia de Dios.


III. Ante la reevangelización del mundo, es particularmente urgente realizar un apostolado eficaz, que cale en las familias, acerca de la santificación de las fiestas: sobre el significado del domingo y el modo cristiano de vivirlo, porque hay gente que se entibia en la vida espiritual por un descanso mal planteado, en el fin de semana. "Deber vuestro es la preocupación por hacer que el domingo se convierta en el día del Señor, y que la Santa Misa sea el centro de la vida cristiana... Debe ser el domingo un día para descansar en Dios, para adorar, suplicar, dar gracias, invocar del Señor el perdón de las culpas cometidas en la semana pasada, pedirle gracias de luz y de fuerza espiritual para los días de la semana próxima" 20, que comenzaremos entonces con mayor alegría y deseos de acometer con perfección el trabajo.

Y podremos enseñar a muchos a considerar este precepto de la Iglesia "no solamente como un deber primario, sino también un derecho, una necesidad, un honor, una suerte a la cual un creyente vivo e inteligente no puede renunciar sin motivos graves" 21.

No se trata sólo de la consagración genérica del tiempo a Dios, pues eso ya se contiene en el primero de los Mandamientos. Lo propio de este precepto es reservar un día preciso para la alabanza y servicio del Señor, tal como Él quiere ser alabado y servido. Dios puede "exigir del hombre que dedique al culto divino un día a la semana, para que así su espíritu, descargado de las ocupaciones cotidianas, pueda pensar en los bienes del Cielo y, en la escondida intimidad de su conciencia, examinar cómo andan sus relaciones personales, obligatorias e inviolables, con Dios" 22.

Nunca puede ser para nosotros el descanso dominical, y el de las demás fiestas, un tiempo de reposo más, insulsamente lleno de ociosidad, disculpable quizá en quien desconoce a Dios. "Descanso significa represar: acopiar fuerzas, ideales, planes... En pocas palabras: cambiar de ocupación, para volver después -con nuevos bríos- al quehacer habitual" 23. Se trata de un "descanso dedicado a Dios" 24, y aunque se vaya produciendo un fuerte cambio de costumbres, el cristiano debe entender siempre que también hoy "el descanso dominical tiene una dimensión moral y religiosa de culto a Dios" 25.

Las fiestas son ocasión para dedicar mayor tiempo a la familia, a los amigos, a aquellas personas que el Señor nos confía, para aprovechar esa mayor holgura y dedicarse con sosiego a la atención de los demás; para los padres representa la oportunidad -que quizá no tendrán a lo largo de la semana- de hablar con los hijos, o para hacer alguna obra de misericordia: visitar a un pariente enfermo, al vecino, a un amigo que se encuentra solo...

Como los demás días, pero especialmente en las fiestas, hemos de "saber tener todo el día cogido por un horario elástico, en el que no falte como tiempo principal -además de las normas diarias de piedad- el debido descanso, la tertulia familiar, la lectura, el rato dedicado a una afición de arte, de literatura o de otra distracción noble: llenando las horas con una tarea útil, haciendo las cosas lo mejor posible, viviendo los pequeños detalles de orden, de puntualidad, de buen humor" 26.

La alegría que embargó a la Santísima Virgen el Domingo de Resurrección será también nuestra si sabemos poner al Señor en el centro de nuestra vida, dedicándole con especial generosidad los días de fiesta.

(1) Dt 5, 12 - 15.
(2) Mc 2, 23; 3, 6.
(3) Lc 2, 41.
(4) Cfr. Jn 2, 1 - 11.
(5) Mt 22, 1 - 14.
(6) Cfr. Lc 15, 23.
(7) Cfr. Mt 9, 15.
(8) Cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Las fiestas del calendario cristiano, 13 - XII - 1982,1, 2.
(9) Cfr. CONC. VAT. II, Decr. Cristus Dominus, 30.
(10) Sal 118, 24.
(11) Cfr. Jn 20, 1.
(12) Cfr. Jn 20, 26 - 27.
(13) Cfr. Ap1, 10.
(14) Cfr. Hch 20, 7.
(15) Cfr. 1Co 16, 2.
(16) Cfr. Hch 2, 42.
(17) Didascalia,2,59, 2 - 3.
(18) SAN JERONIMO, Homilía para el día de Pascua.
(19) CONC. VAT. II, Const. Sacrosanctum concilium, 106.
(20) PIO XII, Discurso 13 - III - 1943.
(21) PABLO VI, Audiencia general 22 - VIII - 1973.
(22) JUAN XXIII, Enc. Mater et Magistra, 15 - V - 1961.
(23) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Surco, n. 514.
(24) LEON XIII, Enc. Rerum novarum, 15 - V - 1881.
(25) CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, El domingo, fiesta primordial de los cristianos, 22 - XI - 1981,1, 3.
(26) Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, n. 111.