1ª semana del Tiempo Ordinario, jueves

Años impares

Hb 3, 7-14: Animaos unos a otros mientras dura este hoy. Este texto de la carta a los Hebreos está centrado en el Salmo 94, por medio del cual el Señor nos exhorta a la fidelidad. Hemos de escuchar la voz del Señor en el tiempo presente, para que nuestros corazones no se endurezcan. Debemos mantener viva la fe, para anticipar la visión de las realidades que nos han sido prometidas.La fe garantiza a los cristianos que su dispersión y su actual situación en el desierto del mundo es el preludio de una bienaventurada escatología real. Los fieles han de servirse del mundo y vivir en él, sin sustraerse de él. Es decir, han de vivir en el mundo, como si vivieran fuera de él.Muchos Padres han tratado del valor inmenso de la fe. Escuchemos a San Clemente Romano:" Procuremos hacernos dignos de la bendición divina y veamos cuáles son los caminos que nos conducen a ella. Consideremos aquellas cosas que sucedieron al principio. ¿Cómo obtuvo nuestro Padre Abrahán la bendición? ¿No fue acaso porque practicó la justicia y la verdad por medio de la fe?... " También nosotros, llamados por su beneplácito en Cristo Jesús, somos justificados no por nosotros mismos, ni por nuestra sabiduría o inteligencia, ni por nuestra piedad, ni por las obras que hayamos practicado con santidad de corazón, sino por la fe, por la cual Dios todopoderoso justificó a todos desde el principio. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén " (Carta a los Corintios 31-33).-A la palabra de Dios recibida en la lectura anterior respondemos con el mismo Salmo 94. Oigamos la llamada: " Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor. No endurezcáis el corazón ". Ese " hoy " ha sido ya inaugurado por Jesucristo. Estamos viviendo los tiempos definitivos. Éste es el tiempo de la gracia y nosotros hemos de responder con gran fe. Así entraremos en el descanso del Señor. Ese " hoy " es un grito de urgencia:" Ojalá escuchéis la voz del Señor. No endurezcáis el corazón. Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, Creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía ". Sólo teniendo un gran espíritu de fe podemos poner en práctica cuanto se nos dice en este Salmo.

Años pares

1S 4, 1-11: Derrotaron a los israelitas, y el arca de Dios fue capturada. Nuestra vida en la tierra es un combate continuo. No basta, pues, para nuestra vida religiosa un culto externo, como muchas veces advierten los profetas. Es necesaria la práctica de las virtudes y la verdadera interioridad en el culto, de modo que éste proceda del corazón.Cuando esto falta, Dios detesta el culto y el pueblo es castigado. " No todo el que dice Señor, Señor "... (Mt 7, 21) " Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está muy lejos de Mí " (Mt 15, 8; Is 29, 13). Por eso hemos de luchar con las armas de la fe y de la verdadera religiosidad, como dice San Gregorio de Nisa:" El enemigo de nuestra alma tiende muchas trampas ante nuestros pasos, y la naturaleza humana es, de por sí, demasiado débil para conseguir la victoria sobre el enemigo... Por eso es necesario que quien desprecia las grandezas de este mundo y renuncia a su gloria vana, renuncie también a su propia vida. Renunciar a la propia vida significa no buscar nunca la propia voluntad, sino la voluntad de Dios y hacer del querer divino la norma única de la propia conducta; significa también renunciar al deseo de poseer cualquier cosa que no sea necesaria o común." Quien así obra se encontrará más libre y dispuesto para hacer lo que le mandan los superiores, podrá realizarlo prontamente con alegría y con esperanza, como corresponde a un servidor de Cristo, redimido para el bien de sus hermanos " (Tratado de la conducta cristiana).Quien es fiel en su vida a la voluntad de Dios es el que le da el culto que Él merece, y que Él no desprecia, pues ve que procede de un corazón contrito y humillado. -Los israelitas no obraron el bien y hubieron de sufrir por mano de los filisteos el castigo merecido. El Arca de Dios fue capturada, y así perdieron lo más sagrado que ellos tenían. También nosotros hemos pecado. También tenemos necesidad de la misericordia divina. Y la pedimos con el Salmo 43:" Redímenos, Señor, por tu misericordia. Ahora nos rechazas y nos avergüenzas, y ya no sales, Señor, con nuestras tropas; nos haces retroceder ante el enemigo, y nuestro adversario nos saquea. Nos haces el escarnio de nuestros vecinos, irrisión y burla de los que nos rodean. Nos has hecho el refrán de los gentiles, nos hacen muecas las naciones. Señor, ten misericordia de nosotros, no olvides nuestra desgracia y opresión ".La muerte del pecado se realizó ciertamente en el bautismo. Sin embargo aún permanecen en nosotros las secuelas del pecado con sus concupiscencias. Sentimos viva la ley del pecado, que domina nuestros miembros (Rm 7, 32). Tenemos, pues, necesidad de conversión y de un culto sincero, que proceda de la fe y de los más hondo del corazón, y que se refleje en nuestras obras.

Evangelio

Mc 1, 40-45: Se le quitó la lepra y quedó limpio. Este milagro es signo del poder del Hijo de Dios. El hecho prodigioso se divulga, contra la voluntad del Salvador, y se enciende el entusiasmo del pueblo. Verdaderamente solo en Cristo está nuestra salvación.Los Santos Padres ven muchas veces en la lepra un símbolo de la enfermedad profunda del pecado. Así, por ejemplo, San Atanasio:" Sin contentarse con haber encontrado el mal, el alma humana, poco a poco, se fue precipitando en lo peor... Así, desviada del bien y olvidando que ella es imagen del Dios bueno, el poder que obra en ella no le deja ver ya al Dios Verbo, la semejanza a la que ella fue hecha; y saliendo de sí misma, no piensa ni imagina sino la nada. Ella ha escondido en los repliegues de los deseos corporales el espejo que hay en ella; por el cual solo podía ver la imagen del Padre. Y así ahora no ve ya más aquello en lo que un alma debe pensar. Al contrario, vuelta hacia todos los lados, sólo ve aquello que cae bajo los sentidos." Así, llena el alma de toda clase de deseos carnales y ofuscada por la falsa opinión que de ellos se ha hecho, acaba por imaginarse como las cosas corporales y sensibles a Dios, de cuyo pensamiento se ha olvidado, y da a las apariencias el nombre de Dios. Ella no aprecia más que aquello que ve y contempla como algo agradable. Ello es, pues, el mal, la causa y el origen de la idolatría " (Tratado contra los paganos 2 y 8).Solo el Salvador puede sanarnos de esta lepra. " La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio ".