– Hb 4, 12-16: Acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia. La palabra de Dios es viva y eficaz: juzga a quien la escucha. Llenos de la fuerza de Jesús, Hijo de Dios y Sumo Sacerdote, en todo semejante a nosotros menos en el pecado, permanezcamos firmes en la fe para alcanzar la misericordia de Dios. Dos verdades preciosas se nos revelan en ese texto: el valor de la Palabra de Dios y la condición de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Así contempla San Gregorio Nacianceno a Jesucristo, como Palabra y como Pontífice, al tiempo que le reconoce otros altos títulos:" Tú eres llamado Palabra y estás sobre todas las palabras; tú, que estás sobre toda luz, eres llamado Luz (Jn 1, 9; Jn 8, 12; Jn 12, 46). Tú eres llamado Fuego, pero no porque incides sobre los sentidos, sino porque purificas la materia ligera y viciosa (Dt 4, 24; Hb 12, 29). Tú eres Espada, porque divides y separas el mal del bien (Ef 6, 13; Hb 4, 12); Bieldo, porque limpias y quitas aquello que es ligero y llevado por el viento, y guardas lo que está lleno en los graneros de arriba (Mt 3, 12; Lc 3, 17); Hacha, porque, habiendo tenido paciencia tanto tiempo, cortas la higuera estéril (Mt 3, 10; Lc 3, 9; Lc 13, 6-9); Puerta, porque introduces (Jn 10, 7-9); Camino, para que nosotros andemos por el camino recto (Jn 14, 6); Oveja, porque eres la víctima (Is 53, 7); Pontífice, que ofreces tu Cuerpo (Hb 4, 14; Hb 8, 1-9; Hb 9, 11); Hijo, porque lo eres del Padre (Mt 3, 17; Mt 17, 5; Mc 1, 11; Mt 9, 7; Lc 2, 22; Mt 9, 35) " (Sermón 37, 4).-Reconocemos la eficacia de la Palabra de Dios, que es espíritu y vida, descanso y alegría, luz y felicidad, con el Salmo 18: " La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos; la voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandatos del Señor son verdaderos y enteramente justos ".
– 1S 9, 1-4.17-19-10, 1: Saúl regirá a su pueblo: Dios lo escogió. Pero esta elección exige de él un comportamiento digno. De lo contrario le retirará su favor, como así fue. Hay que corresponder, pues, a la gracia divina, a los dones del Señor. Cuando no hay una correspondencia fiel, el corazón se endurece y la vida se hace triste y estéril. San Juan Crisóstomo dice:" Si eres obediente a la voz de Dios, ya sabes que te está llamando desde el cielo; pero si eres desobediente y de voluntad torcida, aunque le oyeras físicamente, no te bastaría. ¿Cuántas veces no le oyeron los judíos? A los ninivitas les bastó la predicación de un profeta. Aquellos, en cambio, permanecieron más duros que piedras en medio de profetas y de milagros continuos. En la misma Cruz se convirtió un ladrón con sólo ver a Cristo y, junto a ella, los que habían visto resucitar muertos, le insultaban " (Homilía en honor de San Pablo 4).El Señor nos da constantemente gracias para ayudarnos en el cumplimiento del deber de cada momento. Al cristiano le corresponde acoger fielmente esa gracia y así dar el fruto que Dios quiere darle. -En todos los momentos de su historia supo Israel, llevado por sus profetas, descubrir la presencia del Señor. Cuando comenzó la monarquía, descubrieron en el rey la presencia protectora de Israel. Las victorias, los éxitos, la vida, las bendiciones que recaen sobre el rey son manifestaciones del cuidado del Señor que dirige a su pueblo.Así continúa hoy la historia de la Iglesia, y con ella, los que reconocemos a Cristo como Rey, rezamos el Salmo 20: " Señor, el rey se alegra por tu fuerza y ¡cuánto goza con tu victoria! Te adelantaste a bendecirlo con el éxito y has puesto en su cabeza una corona de oro fino. Te pidió vida y se la has concedido, años que se prolongan sin término. Tu victoria ha engrandecido su fama, lo has vestido de honor y de majestad. Le concedes bendiciones incesantes, lo colmas de gozo en tu presencia ". El salmo, pues, se refiere a Cristo, a su reino de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz.
–Mc 2, 13-17: No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores. A la vocación del Leví siguió un banquete en el que los puritanos se escandalizan porque Cristo come con los pecadores: " No necesitan médico los sanos, sino los enfermos ". Cristo ofrece siempre a los pecadores la posibilidad de salvar sus vidas. Sólo quiere que acojan la gracia del arrepentimiento. Que se adhieran a su persona y al Padre por la senda del amor. Comenta San Agustín:" Allí estaban [los fariseos], allí mostraban su crueldad: ellos eran quienes le lanzaban reproches y le decían: "Ved que come con publicanos y pecadores". Formaban parte del mismo pueblo que daba muerte al médico, a aquel que con su sangre les preparaba el antídoto. Como el Señor no sólo derramó sus sangre, sino que hasta se sirvió de su muerte para confeccionar el medicamento, del mismo modo resucitó para dar una prueba de la resurrección. Con paciencia padeció para enseñarnos la paciencia a nosotros, y en su resurrección nos mostró el premio de esa virtud " (Sermón 175, 3).La verdadera justicia se compadece de los pecadores, pero la falsa justicia se aparta de ellos. Por eso Cristo recibió con amorosa compasión al publicano y a la Magdalena, la pecadora. ¡Con qué magnífica plasticidad nos pinta Jesús su infinito amor hacia los pecadores en las parábolas del Buen Pastor y del hijo pródigo! ¿Dónde estaríamos si el Señor no nos hubiera reconciliado con su infinito amor?