Entrada: " Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra. Honor y majestad le preceden, fuerza y esplendor están en su templo " (Sal 96, 1.6).Colecta (del Misal anterior, y antes del Gregoriano): " Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto ". Ofertorio (Veronense): " Señor, recibe con bondad nuestros dones, y haz que lleguen a ser para nosotros dones de salvación ". Comunión cantamos: " Contemplad al Señor y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará " (Sal 33, 6). O bien: " Yo soy la luz del mundo el que me sigue no camina vida " (Jn 8, 12).Postcomunión (del Misal anterior, y antes del Gelasiano): " Dios todopoderoso, que cuantos hemos alcanzado tu gracia vivificadora, nos alegremos siempre de este don admirable que nos haces ".
Nuestro Salvador comienza a evangelizar precisamente en Galilea, región menospreciada desde Judea y tenida por escasamente religiosa.
–Is 9, 1-4: En la Galilea de los Gentiles el pueblo vio una luz grande. Isaías proclama la condición mesiánica del Emmanuel, como Luz divina destinada a disipar las tinieblas de la vida humana. El tema de la luz es de gran importancia en la Sagrada Escritura. Aquí el tema de la luz anuncia la liberación ya próxima de las provincias caídas en manos de los asirios. Se trata de una liberación vinculada a la persona del futuro Rey, que no es otro que el Mesías.La luz, elemento esencial de la felicidad futura, significa a la vez salvación, liberación de la opresión y del pecado, participación en la gloria del personaje mesiánico. Como veremos en la lectura evangélica, esa profecía la ve cumplida San Mateo cuando comienza la predicación de Jesucristo en Galilea.-Con razón, pues, cantamos con el Salmo 26: " El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la Casa del Señor por todos los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, espera en el Señor ".
–1Co 1, 10-13.17: Poneos de acuerdo y no andéis divididos. Jesús sigue siendo en la Iglesia la única luz verdadera que ilumina y salva. Los valores humanos pueden deslumbrar las conciencias, con el riesgo de oscurecer en ellas la primacía absoluta de Cristo, la necesidad del Salvador. El gran principio que surge de esta lectura paulina es el hecho de la unidad de los cristianos en la única fe en Cristo, ya que los ministros del Evangelio no son más que instrumentos de una única salvación, realizada por Jesucristo. San Gregorio de Nisa dice que" si tenemos en cuenta que Cristo es nuestra santificación (1Co 1, 30), nos abstendremos de toda obra y pensamiento malo e impuro, con lo cual demostraremos que llevamos con sinceridad su mismo nombre, mostrando la eficacia de esta santificación, no con palabras, sino con los actos de nuestra vida " (Tratado sobre el perfecto modelo cristiano).
–Mt 4, 12-23: Vino a Cafarnaún para que se cumpliera lo que había dicho el profeta Isaías. Al Corazón redentor de Cristo se llega mediante una conversión que nos disponga a ser iluminados por Él, y que nos permita seguirle con fidelidad de discípulos. Y no debe maravillarnos que la luz del Salvador llegue a veces a hombres que están muy lejos de Él. Así dice San Juan Crisóstomo:" "El pueblo sentado en las tinieblas vio una luz grande". Tinieblas llama aquí el profeta no a las tinieblas sensibles, sino al error y a la impiedad. De aquí que añade: "A los sentados en la región y sombras de la muerte una luz les ha salido". Para que os dierais cuenta de que ni la luz ni las tinieblas son aquí las tinieblas y la luz sensibles, hablando de luz, no la llamó así simplemente, sino "luz grande", la misma que en otra parte llama la Escritura "luz verdadera" (Jn 1, 9); y, explicando las tinieblas, les dio el nombre de "sombras de muerte"." Luego, para hacer ver que no fueron ellos quienes, por haberle buscado, encontraron a Dios, sino que fue éste quien del cielo se les apareció, dice: "una luz salió para ellos", es decir, la luz misma salió y brilló para ellos, no que ellos corrieran primero hacia la luz. Y ésta es la verdad, pues antes de la venida de Cristo, la situación del género humano era extrema. Porque no solamente caminaban los hombres en tinieblas, sino que estaban "sentados" en ellas, que es señal de no tener ni esperanza de salir de ellas. Como si no supieran por dónde tenían que andar, envueltos por las tinieblas, se habían sentado en ellas, pues ya no tenían fuerza ni para mantenerse en pie " (Homilía sobre San Mateo 14, 1).
El llamamiento a la salvación, garantizado por la presencia de Jesús Redentor en medio de los hombres, no puede ser acogido sin un profundo cambio personal y colectivo. No podemos alcanzar la salvación sin un cambio radical de nuestra vida. El Hijo de Dios se ha hecho hombre para hacer de los hombres hijos de Dios. Pero quiere una opción personal por parte de los hombres. Él no coacciona. Nos deja en el uso pleno de nuestra libertad, que ha de ejercitarse hacia el bien y no degenerar en el libertinaje. Se requiere una decisión vital, un compromiso profundo de fidelidad al Corazón de Cristo Redentor, que cambia toda nuestra vida interior y externamente. El encuentro con el Salvador ha de producir en nosotros una " conversión ", un cambio de vida, de mentalidad y de costumbres.
–Jon 3, 1-5.10: Los ninivitas se convirtieron de su vida. El libro profético de Jonás constituye todo él una parábola reveladora. En él se manifiesta claramente la voluntad de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Oigamos a San Ireneo:" Dios toleró con paciencia que Jonás fuese engullido por el cetáceo, no para que fuese absorbido y destruido definitivamente, sino para que, una vez arrojado de nuevo, fuera más sumiso a Dios y diese mayor gloria a aquél que le había otorgado una salvación tan inesperada, induciendo a los ninivitas a una firme penitencia y convirtiéndolos al Señor, que los había de librar de la muerte, con el estupor que les causó aquel milagro de Jonás. Porque así dice de ellos la Escritura: "todos se retractaron de sus malos caminos y de la injusticia de sus manos, diciendo: ¿quién sabe si Dios se arrepentirá y apartará de nosotros su ira, y así no pereceremos?"." De manera semejante, Dios toleró pacientemente en los comienzos que el hombre fuese engullido por aquel gran cetáceo, que era el autor de la prevaricación, no para que fuese absorbido y pereciese definitivamente, sino estableciendo y preparando de antemano un medio de salvación, que fue llevado a la práctica por el Verbo mediante "el signo de Jonás" (Lc 11, 29-30), para aquellos que tienen con respecto al Señor los mismos sentimientos que Jonás, confesándolo con sus mismas palabras: "siervo del Señor soy yo, y adoro al Dios Señor del cielo, que hizo el mar y la tierra" (Jon 1, 9)." De esta forma, el hombre, recibiendo de Dios una salvación inesperada, resucita de entre los muertos y glorifica a Dios y pronuncia las palabras proféticas de Jonás: "Grité al Señor mi Dios en mi tribulación y me oyó desde el seno del infierno" (Jon 2, 2). Así el hombre permanece para siempre glorificando a Dios y le da gracias sin interrupción por la salvación que obtuvo de Él " (Contra las herejías III,19, 3ss).-Con el Salmo 24 pedimos al Señor que nos instruya en sus sendas, para que caminemos con lealtad. La ternura y la misericordia del Señor son eternas. Él es bueno y recto y enseña su camino a los pecadores. Él hace caminar a los humildes con rectitud.
–1Co 7, 29-31: La apariencia de este mundo se termina. Para el verdadero creyente, la brevedad de la vida temporal no significa sino la oportunidad de aceptar la gracia y llegar a esa salvación próxima y definitiva que Cristo Jesús nos ofrece. Esa esperanza viva de los bienes eternos inminentes es lo que permite a los fieles actuar con total libertad de espíritu, y no como esclavos de las cosas temporales. Es verdad, sin embargo, que en el camino de la vida presente hay muchos enemigos y tentaciones. Escribe Casiano:" Que estos enemigos se oponen a nuestro progreso lo decimos solamente en cuanto nos mueven al mal, no porque creamos que nos determinen efectivamente a él. Por lo demás, ningún hombre podría en absoluto evitar cualquier pecado, si esos enemigos tuvieran tanto poder para vencernos, como lo tienen para tentarnos. Si, por una parte, es verdad que tienen el poder para incitarnos al mal, por otra, es también cierto que se nos ha dado a nosotros la fuerza de rechazar sus sugestiones y la libertad de no consentir en ellas." Y si su poder y su ataques engendran en nosotros el temor, no perdamos de vista que contamos con la protección y la ayuda del Señor. Su gracia combate a nuestro favor con un poder incomparablemente superior al de toda esa multitud de adversarios que nos acosan. Dios no se limita únicamente a inspirarnos el bien, sino que nos impulsa a cumplirlo... Es, pues, un hecho cierto que el demonio no puede reducir a nadie, si no es a aquél que libremente le presta el consentimiento de su voluntad " (Colaciones 7, 8).
–Mc 1, 14-20: Convertíos y creed la Buena Noticia. El camino de salvación, que el Evangelio nos ofrece, exige una sincera renuncia personal a nuestra anterior vida tarada o pagana, para seguir fielmente a Cristo Salvador. La conversión evangélica es la apertura decidida del corazón del hombre al Corazón de Jesucristo. San Clemente Romano escribe:" Fijémonos atentamente en la sangre de Cristo, y démonos cuenta de cuán valiosa es a los ojos de Dios y Padre suyo, ya que derramada por nuestra salvación, ofreció a todo el mundo la gracia de la conversión." Recorramos todas las etapas de la historia, y veremos cómo en cualquier época el Señor ha concedido oportunidad de arrepentimiento a todos los que han querido convertirse a El. Noé predicó la penitencia, y los que le hicieron caso se salvaron. Jonás anunció la destrucción a los ninivitas, pero ellos, haciendo penitencia de sus pecados, aplacaron la ira de Dios con sus plegarias y alcanzaron la salvación, a pesar de que no pertenecían al pueblo de Dios." Los ministros de la gracia divina, inspirados por el Espíritu Santo, hablaron acerca de la conversión. El mismo Señor de todas las cosas habló también de la conversión, avalando sus palabras con un juramento: "por mi vida, dice el Señor, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que cambien de conducta" [Ez 33, 11]... Queriendo, pues, que todos los que Él ama se beneficien de la conversión, confirmó aquella sentencia con su voluntad omnipotente." Sometámonos, pues, a su espléndida y gloriosa voluntad e, implorando humildemente su misericordia y benignidad, refugiémonos en su clemencia, abandonando las obras vanas, las riñas y las envidias, cosas que llevan a la muerte. Seamos, pues, hermanos, humildes de espíritu; abandonemos toda soberbia y altanería, toda insensatez [...] Recordemos las palabras del Señor Jesús con las que enseña la equidad y la bondad " (Carta a los Corintios VII,4-XIII,1).
La Iglesia, ante todo por su acción litúrgica, renueva y verifica la presencia viva de Jesús en medio de su pueblo. Cristo, después de treinta años de vida oculta en Nazaret, se manifiesta públicamente para mostrar a los hombres el camino de la salvación. Pero muchos no quisieron seguirlo; más aún le contradijeron, le calumniaron y, al final, le dieron muerte.También a nosotros nos puede suceder lo mismo, si no queremos secundar los preceptos del Señor y preferimos seguir nuestros caprichos y malos deseos. La Palabra de Dios proclamada en la liturgia nos interpela hoy, y pide nuestro asentimiento de fe y también nuestra correspondencia a ella con una conducta recta.
–Ne 2, 1-4.5-6.8-10: Leyeron el libro de la ley, y todo el pueblo estaba atento. En la historia de la salvación Dios se sirvió de Esdras y de Nehemías para reafirmar la fe y renovar la vida religiosa de su pueblo, preparándolo para una Alianza nueva y definitiva, la perfecta Alianza de salvación y de santidad que Cristo selló con su Sangre. San Efrén afirma:El Señor " escondió en su Palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse. La Palabra de Dios es el árbol de la vida, que te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus ramas, como aquella roca que se abrió en el desierto y manó de todos sus lados una bebida espiritual " (Comentario sobre el Diateseron 1).Y San Agustín dice:" No os descarriéis entre la niebla, escuchad más bien la voz del Pastor. Retiraos a los montes de las Santas Escrituras; allí encontraréis las delicias de vuestro corazón, y nada hallaréis allí que os pueda envenenar o dañar, pues ricos son los pastizales que allí se encuentran " (Sermón 46 sobre los Pastores).-Con el Salmo 18 bendecimos a Dios, que con su Palabra luminosa nos reveló los caminos que llevan a la vida eterna: " Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos ".
–1Co 12, 12-30: Vosotros sois el Cuerpo de Cristo, y cada uno es su miembro. Llegada la plenitud de los tiempos, Cristo mismo fue el autor y el consumador de la Nueva Alianza, santificando a su Iglesia con los dones y gracias de su Espíritu. San Agustín ha comentado este texto paulino en sus sermones unas diecisiete veces. Escogemos aquí un párrafo:" "Nadie sube al cielo, sino quien bajó del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el cielo". Parece que estas palabras se refieren únicamente a El, como si ninguno de nosotros tuviese acceso a Él. Pero tales palabras se dijeron en atención a la unidad que formamos, según la cual Él es nuestra Cabeza y nosotros su Cuerpo." Nadie, pues, sino Él, puesto que nosotros somos Él, en cuanto que Él es Hijo del Hombre por nosotros y nosotros hijos de Dios por Él. Así habla el Apóstol: "de igual manera que el Cuerpo es único y tiene muchos miembros, y todos los miembros del Cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo" (1Co 12, 12). No dijo: "así Cristo", sino "así también Cristo". A Cristo lo constituyen muchos miembros, que son con Él un único Cuerpo " (Sermón 263,A,2).
–Lc 1, 1-4: Lc 4, 14-21: Hoy se cumple esta Escritura. En la Nueva Alianza es Jesús, personalmente, la última Palabra viva del Padre y la plenitud definitiva de la Revelación divina para los hombres. En la sinagoga de Nazaret nos da Jesús un solemne testimonio del valor profético de la Palabra de Dios. Comenta San Ambrosio:" Tomó después el libro para mostrar que Él es el que ha hablado en los profetas y atajar las blasfemias de los pérfidos, los que enseñan que hay un Dios del Antiguo Testamento y otro del Nuevo, o bien que Cristo comenzó a partir de la Virgen. ¿Cómo Él toma origen de la Virgen si antes de la Virgen Él hablaba?" "El Espíritu está sobre Mí". Descubre, pues, aquí la Trinidad perfecta y coeterna. La Escritura nos afirma que Jesús es Dios y hombre, perfecto en lo uno y en lo otro. Él también nos habla del Padre y del Espíritu Santo... ¿Qué testimonio podemos encontrar más grande que el de Él mismo, que afirma haber hablado por los profetas? El fue ungido con un óleo espiritual y una fuerza eclesial, a fin de inundar la pobreza de la naturaleza humana con el tesoro eterno de la resurrección, para eliminar la cautividad del alma, para iluminar la ceguera espiritual, para proclamar el año del Señor, que se extiende sobre los tiempos sin fin y no conoce las jornadas de trabajo, sino que concede a los hombres frutos y descanso continuos " (Comentario a San Lucas IV, 44-45).