3ª semana del Tiempo Ordinario, viernes

Años impares

Hb 10, 32-39: Soportasteis múltiples combates con gran valentía. No desfallezcáis en ella. El motivo para perseverar en la lucha es la seguridad que tenemos de que la Promesa de Dios se cumplirá, y se cumplirá pronto. Es la eternidad divina la que sostiene y dirige el curso de los tiempos. Por tanto, valentía y confianza en el Señor. Dice Orígenes" Lo que falta a causa de la debilidad humana, lo completa Dios, que "hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman" (Cf. Rm 7, 28) (Tratado sobre la oración 29, 19).Y San Bernardo:" Entre los éxitos y fracasos de los momentos inestables, conservarás, como imagen de la eternidad, una sólida ecuanimidad. Bendecirás al Señor en todas las ocasiones y así, en medio de un mundo vacilante, encontrarás la paz, una paz inquebrantable " (Sermones sobre el Cantar de los Cantares 21, 4-6).-Con el Salmo 36 proclamamos que toda nuestra fuerza viene de Dios: " El Señor es quien salva a los justos. Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad; sea el Señor tu delicia, y Él te dará lo que pide tu corazón. Encomienda tu camino al Señor, confía en Él y Él actuará, hará tu justicia como el amanecer, tu derecho, como el mediodía. El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus caminos; si tropieza no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano. El Señor es quien salva a los justos. Él es su alcázar en el peligro; el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados y los salva, porque se acogen a Él ".

Años pares

2S 11, 1-4.5-10, 13-17: Te has burlado de Mí casándote con la mujer de Urías. Ha pecado David gravemente. Observa San Agustín:" Todo lo que quieres y deseas es bueno. No quieres tener una bestia mala, un siervo malo, un vestido malo, unos hijos malos. Pues si tú todo lo quieres bueno, sé tú también bueno, que todo lo quieres bueno. ¿Dónde has tropezado para que, entre todas las cosas buenas que quieres, tú solo quieres ser malo? " (Sermón 297). Y San Basilio:" En esto consiste precisamente el pecado, en el uso desviado y contrario a la voluntad de Dios de las facultades que Él nos ha dado para practicar el bien " (Regla monástica, resp. 2, 1).-Al pecado de David le siguió el arrepentimiento, como veremos mañana. Pero ya hoy, ante nuestros muchos pecados, pedimos perdón a Dios con el Salmo 50, que el mismo David compuso después de haber pecado: " Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra Ti, contra Ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás razón. Mira en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa ".El Señor nos devuelve en el sacramento de la penitencia todo lo que culpablemente hemos perdido por el pecado: la gracia y la dignidad de hijos de Dios. Es un don inmenso el que ha hecho Jesucristo a su Iglesia: le ha dado poder de perdonar los pecados de los hombres.

Evangelio

Mc 4, 26-34: De día y de noche, la semilla va creciendo sin que el sembrador sepa cómo. La obra de Dios se realiza no obstante las limitaciones humanas. Tiene fuerza eficaz por sí misma. ¿Cómo es posible que la Iglesia se extienda rápidamente por todo el mundo a través de medios personales e instrumentales tan pobres? ¿De dónde le viene su fuerza para resistir y vencer tan grandes persecuciones como las que en un principio sufre de los judíos, luego de los romanos y ahora de tantos enemigos del Evangelio de Cristo? Responde San Ambrosio:" Es cosa normal que, en medio de este mundo tan agitado, la Iglesia del Señor, edificada sobre la piedra de los Apóstoles, permanezca estable y se mantenga firme sobre esta base inquebrantable contra los furiosos asaltos de la mar (Mt 16, 18). Ella está rodeada por las olas, pero no se bambolea, y aunque los elementos de este mundo retumban con un inmenso clamor, ella, sin embargo, ofrece a los que se fatigan la gran seguridad de un puerto de salvación " (Carta 2, 1-2).Y San Juan Crisóstomo:" La nave de Jesús no puede hundirse... Las olas no quebrantan la roca, sino que ellas mismas se convierten en espumas. Nada hay más fuerte que la Iglesia... Es inútil pelear contra el cielo. Dios es siempre el más fuerte " (Homilía antes del exilio).