5ª semana del Tiempo Ordinario, lunes

Años impares

Gn 1, 1-19: Dijo Dios y así fue. Ninguna cuestión más fascinante que el del origen del mundo y de la humanidad. Los hombres sin fe siguen torturados por él. Nosotros, los cristianos, tenemos la respuesta en las primeras páginas de las Sagradas Escrituras. El Libro de los orígenes, al comienzo de la Biblia, presenta, dentro de un magnífico poema litúrgico, el misterio de la creación del mundo. Todo cuanto existe es obra de la Palabra de Dios y expresión de su voluntad. San Agustín ha comentado este pasaje bíblico muchas veces:" Hermoso es el mundo, pero más hermoso Aquél por quien el mundo fue hecho. Suave es el mundo, pero más suave es Aquél por quien fue hecho el mundo. ¿Cómo es que el mundo es malo, siendo bueno quien hizo el mundo? ¿No hizo Dios todas las cosas y "eran todas buenas"?... ¿Cómo, pues, es malo ahora el mundo y bueno quien hizo el mundo? Porque "el mundo fue hecho por Él, pero el mundo no le conoció" (Jn 1, 10). Por Él fue hecho el mundo, es decir, el cielo y la tierra, y todo cuanto hay en ellos. Pero el mundo no lo conoció, es decir, los amantes del mundo, los que aman al mundo y desprecian a Dios: éste es el mundo que no lo conoció. Por tanto, el mundo es malo, porque son malos los que prefieren el mundo a Dios " (Sermón 96, 4-5).-Contemplando la creación, brota de nuestros labios una gran alabanza a Dios, la del Salmo 103: " Bendice, alma mía, al Señor. ¡Dios mío qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre las montañas. De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes... ¡Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! ¡Bendice, alma mía, al Señor! "

Años pares

1R 8, 1-7.9-13: Llevaron el Arca al Santuario, y la nube llenó el Templo. La gloria divina llena el templo del Señor. La gloria es Dios mismo, en cuanto que se revela habitando entre los suyos. Cristo es el resplandor de la gloria del Padre (Hb 1, 3). Su presencia es, por tanto, protección y salud para los que a Él acuden.También hemos de considerar la dignidad sublime del templo cristiano, donde se reactualiza sacramentalmente el sacrificio redentor del Calvario, donde se guarda la Eucaristía y se administran los sacramentos... Y no hemos de olvidar tampoco que el cristiano en gracia es templo vivo de Dios. Por eso todo en él debe ser santo: santos los pensamientos, deseos, afectos, palabras, obras... santa toda su vida. Exhorta San León Magno:" Reconoce, oh cristiano, tu dignidad, pues participas de la naturaleza divina (2P 1, 4), y no vuelvas a las antiguas vilezas con una vida depravada. Recuerda de qué Cabeza y de qué Cuerpo eres miembro. Ten presente que, arrancado al poder de las tinieblas, has sido trasladado al reino luminoso de Dios (Col 1, 13). Por el sacramento del bautismo te convertiste en templo del Espíritu Santo. No ahuyentes, pues, a tan excelso huésped con acciones pecaminosas; no te entregues otra vez como esclavo al demonio, pues has costado la sangre de Cristo, quien te redimió según su misericordia y te juzgará conforme a la verdad " (Sermón 21, 3).-Desde Efrata el Arca es llevada y establecida en una mansión definitiva. El Salmo 131 repite toda la liturgia de la entronización: gala de los sacerdotes, aclamación del pueblo, lugar prominente del rey, el Ungido, que viene en presencia de Yavé y del Arca: " Levántate, Señor, ven a tu mansión. Oímos que estaba en Efrata, la encontramos en el Soto de Jaar: entremos en su morada, postrémonos ante el estrado de su pies... Ven con el arca de tu poder; que tus sacerdotes se vistan de gala, que tus fieles vitoreen. Por amor a tu siervo David, no niegues audiencia a tu Ungido ".Para nosotros el Ungido por antonomasia es Cristo. Dice San Ambrosio: " Cristo es la luz eterna de las almas, ya que para esto lo envió el Padre al mundo, para que, iluminados por su rostro, podamos esperar las cosas eternas y celestiales, nosotros que antes nos hallábamos impedidos por la oscuridad de este mundo " (Comentario al Salmo 43).

Evangelio

Mc 6, 53-56: Los que tocaban a Jesús se ponían sanos. Después de la multiplicación de los panes y de sosegar la tempestad, un nuevo resumen nos describe la actividad de Jesús en una serie de milagros. En muchos de ellos se da un encuentro personal de Jesús con los hombres, y por parte de éstos, vemos una aceptación de la persona de Jesús, el Salvador, a cuyo encuentro salen. San Juan Crisóstomo observa: " Ya no se le acercan como al principio: no le obligan a que vaya a sus propias casas, ni a que impongan las manos a los enfermos, ni a que lo mande de palabra. Ahora se ganan la curación de modo más elevado, más sabiamente por medio de una fe mayor. La mujer del flujo de sangre les había enseñado a todos esta sabiduría. Por lo demás, el mismo Evangelista nos da a entender que, de mucho tiempo atrás, había estado el Señor en aquellas partes... Sin embargo, no sólo no había el tiempo destruido la fe de aquella gente en el Señor, no sólo la había mantenido viva, sino que la había aumentado." Toquemos también nosotros la orla de su vestido; más aún, pues la verdad es que su Cuerpo mismo está ahora puesto delante de nosotros. No toquemos solo su vestido, sino su Cuerpo. No solo está presente para tocarle, sino para comerle y hartarnos de su carne. Acerquémonos, pues, a Él con viva fe, llevando cada uno nuestra enfermedad " (Homilías sobre San Mateo 50, 2).