8ª semana del Tiempo Ordinario, miércoles

Años impares

Si 36, 1-2.5-6.13-19: Que sepan las naciones que no hay Dios fuera de ti. Hemos de orar y trabajar en favor de la conversión de todos los hombres al único y verdadero Dios. Él ha hecho maravillas en favor de todos los hombres por puro amor. El Señor, que comenzó a revelarse lentamente como Salvador y Libertador, nos llena ahora de alegría con su presencia en la Persona de su Hijo bien amado, que todo lo realizó para gloria de su Padre y para la salvación de todos los hombres. Dice San Justino:" El Padre inefable y Señor de todas las cosas ni viaja a parte alguna, ni se pasea, ni duerme, ni se levanta, sino que permanece siempre en su sitio, con mirada penetrante y con oído agudo, pero no con ojos ni orejas, sino con su poder inexpresable. Todo lo ve, todo lo conoce; ninguno de nosotros se le escapa, sin que para ello haya de moverse el que no cabe en lugar alguno, ni en el mundo entero, el que existía antes de que el mundo fuera hecho." Siendo esto así, ¿cómo podrá ser visto de alguien, o aparecerse en una mínima parte de la tierra, cuando en realidad el pueblo no pudo soportar la gloria de su enviado en el Sinaí, ni pudo el mismo Moisés entrar en la tienda que él había hecho, pues estaba llena de la gloria de Dios, ni el sacerdote pudo aguantar de pie delante del templo, cuando Salomón llevó el arca a la morada que él mismo había construido en Jerusalén?" Por tanto, ni Abrahán, ni Isaac, ni Jacob, ni hombre alguno vio al que es Padre y Señor inefable absolutamente de todas las cosas y del mismo Cristo, sino que vieron a Éste, que es Dios, por voluntad del Padre, que es su Hijo, el Ángel que le sirve según sus designios " (Diálogo con Trifón 127-128).-Sufrimos por nuestros pecados, que nos alejan de Dios, y que nos manifiestan nuestra gran ingratitud para con Él, a quien todo se lo debemos. Por eso cantamos con el Salmo 78: " Muéstranos, Señor, la luz de tu misericordia. No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres; que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados. Socórrenos, Dios Salvador nuestro, por el honor de tu nombre; líbranos y perdona nuestros pecados, a causa de tu nombre. Llegue a tu presencia el gemido del cautivo; con tu brazo poderoso salva a los condenados a muerte. Mientras, nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño, te damos gracias siempre, cantaremos tus alabanzas de generación en generación ".

Años pares

1P 1, 18-15: Os rescataron al precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto. Hemos de corresponder al inmenso amor que Cristo tuvo para con nosotros que nos redimió con su pasión y su muerte. Oigamos a San Ambrosio:" El precio de nuestro rescate no se ha calculado en dinero, sino en sangre, pues Cristo murió por nosotros. Él nos ha librado con su preciosa sangre, como recuerda también San Pedro en su Carta (1P 1, 18). Preciosa, porque es la sangre de un Cordero inmaculado, porque es la sangre del Hijo de Dios, que nos ha rescatado no sólo de la maldición de la ley, sino también de la muerte perpetua, a la que lleva la impiedad " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, lib. VII,117).-Con el Salmo 147 cantamos a Jerusalén, imagen de la Iglesia y del alma cristiana: " Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión; que ha reforzado los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina; Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a entender sus mandatos ".Esta solicitud conmovedora de Dios con Israel llega a su plenitud en la Iglesia con la Palabra divina, con la altísima doctrina revelada, con la guía pastoral de los obispos, con los sacramentos y la liturgia.

Evangelio

Mc 10, 32-45: Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del Hombre va a ser entregado. Cristo es el verdadero Siervo de Yavé, anunciado por el profeta Isaías. Él vino para " dar su vida en rescate por nosotros ", todos los hombres. Parece increíble la torpeza de los hijos de Zebedeo, que, ante tal anuncio, reaccionan preocupándose por obtener los primeros puestos en un Reino del que aún apenas saben nada. Pero es igualmente lamentable la indignación de los demás apóstoles por esa petición.La mayor aspiración que en realidad podemos tener los cristianos es conseguir, según la expresión de San Pablo, " un carisma mejor ", que es la caridad (1Co 12, 31). Entre tanto, en el camino de esta vida, es necesario " beber el cáliz " del Señor, para poder sentarse en el " trono "; " bautizarse " en la prueba del dolor, para juzgar la tierra; y servir a todos, para reinar con Cristo. El sufrimiento entra con pleno derecho en la vida de los que siguen a Cristo. Comenta San Agustín:" Buscaba la altura, pero no veía el peldaño. El Señor se lo mostró: "¿podéis beber?... Los que buscáis las cimas más altas, ¿podéis beber el cáliz de la humildad?" Por eso no dice simplemente: "niéguese a sí mismo y sígame", sino que añade: "tome su cruz y sígame". ¿Qué significa "tome su cruz"? Soporte lo que le es molesto " (Sermón 96, 3-4).