9ª semana del Tiempo Ordinario, jueves

Años impares

Tb 6, 10-11; Tb 7, 9-17; Tb 8, 4-10: Os ha traído Dios a mi casa para que mi hija se case contigo. La grandeza del matrimonio ya se muestra en el Antiguo Testamento; pero es en el Nuevo donde el Verbo encarnado, " nacido de mujer " (Ga 4, 4), va a darle la plenitud de su dignidad. Por su vida en Nazaret, en la sagrada Familia, consagra la familia tal como había sido preparada desde el comienzo del mundo. Pero nacido de Madre Virgen, y viviendo Él mismo en virginidad, da testimonio de un valor todavía superior al matrimonio. Tertuliano, hacia el 200, veía así la dignidad del matrimonio cristiano:" No hay palabras para expresar la felicidad de un matrimonio que la Iglesia une, que la oblación divina confirma, que la bendición consagra, que los ángeles registran y que el Padre ratifica. En la tierra no deben los hijos casarse sin el consentimiento de sus padres." ¡Qué dulce es el yugo que une a dos fieles en una misma esperanza, en una misma ley, en un mismo servicio! Los dos son hermanos, los dos sirven al mismo Señor, no hay entre ellos desavenencia alguna, ni de carne ni de espíritu. Verdaderamente "son dos en una misma carne"; y donde la carne es una, el espíritu es uno. Rezan juntos, adoran juntos, ayunan juntos, se enseñan el uno al otro, se animan el uno al otro, se soportan mutuamente." Son iguales en la Iglesia, iguales en el banquete de Dios. Comparten por igual las penas, las persecuciones, las consolaciones. No tienen secretos el uno para el otro; nunca rehuyen la compañía mutua; jamás son causa de tristeza el uno para el otro... Cantan juntos los salmos e himnos. En lo único que rivalizan entre sí es en ver quién de los dos lo hace mejor." Cristo se regocija viendo a una familia así, y les envía su paz. Donde están ellos, allí está también Él presente; y donde está Él, el maligno no puede entrar " (Ad uxorem 2, 8).-A la lectura anterior conviene perfectamente el Salmo 127: " Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. Tu mujer como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo alrededor de tu mesa. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida ".

Años pares

2Tm 2, 8-15: La palabra de Dios no está encadenada. Si morimos con Él, viviremos con Él. San Pablo invita a Timoteo a recordar la Buena Nueva que de él mismo recibió, y a causa de la cual el Apóstol sufre cadenas. Hay que permanecer fieles a la verdad, que es única en medio de innumerables errores. Esta fidelidad no es posible sin cruz, como tampoco es posible participar de la cruz sin participar de la resurrección. Comenta San Agustín:" Quienquiera que seas tú, que pones tu gloria más en el poder que en la humildad, recibe este consuelo, aduéñate de este gozo: el que fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato y fue sepultado, resucitó al tercer día de entre los muertos. Quizá también aquí te entren dudas, quizá tiembles. Cuando se te dijo: "cree que ha nacido, que padeció, que fue crucificado, muerto y sepultado"; como se trataba de un hombre, lo creíste más fácilmente. ¿Y dudas ahora, oh hombre, que se te dice: "resucitó de entre los muertos al tercer día"?" Pongamos un ejemplo, entre tantos otros posibles. Piensa en Dios, considera que es todopoderoso, y no dudes. Si pudo hacerte a ti de la nada cuando aún no existías, ¿por qué no iba a poder resucitar de entre los muertos a un hombre que ya había hecho? Creed, pues, hermanos. Cuando está de por medio la fe, no se precisan muchas palabras." Ésta es la única creencia que distingue y separa a los cristianos de los demás hombres. Que murió y fue sepultado, hasta los paganos lo creen ahora; y a su tiempo lo presenciaron los judíos. En cambio, que resucitó de entre los muertos al tercer día, eso no lo admite ni el judío ni el pagano. Así, pues, la resurrección de los muertos distingue la vida que es nuestra fe de los muertos incrédulos. También el Apóstol Pablo, escribiendo a Timoteo, le dice: "acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos (2Tm 2, 8)." Creamos, pues, hermanos, y esperemos que se cumpla en nosotros cuanto creemos que tuvo lugar en Jesucristo. Es Dios quien promete. Y Él no engaña " (Sermón 215).-El Evangelio del Señor ha de transmitirse con toda fidelidad, gracias a la asistencia del Espíritu Santo. Pedimos esta fidelidad con el Salmo 24: " Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes. Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos. El Señor se confía con sus fieles y les da a conocer su alianza ".

Evangelio

Mc 12, 28-34: Éste es el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste. Jesús responde a una consulta que le hacen, y afirma la primacía de la ley del amor a Dios y al prójimo. El cumplimiento de estos mandatos supera todas las prácticas externas de religión. Este amor a Dios y al prójimo es el impulso fundamental de la vida cristiana. San Ireneo escribe: " Que no era en la prolijidad de la ley, sino en la sencillez de la fe y el amor, como la humanidad debía ser salvada, lo dice Isaías (Is 10, 22-23). Y también el apóstol San Pablo: "el amor es la plenitud de la Ley" (Rm 13, 10), porque el que ama a Dios ha cumplido la Ley. Pero, sobre todo es enseñanza del Señor (Mc 12, 30). Así pues, gracias a la fe en Él ha aumentado nuestro amor a Dios y al prójimo, nos ha hecho piadosos, justos y buenos. Y así, en Él, se ha cumplido su palabra en el mundo " (Demostración de la predicación apostólica 87).