– 2Co 11, 1-11: Os anuncié de balde el Evangelio de Dios. San Pablo se defiende de falsas acusaciones. Estas siempre existirán por causa de la envidia. Miremos lo que dice San Basilio sobre ellas:
" Así como los buitres, que pasan volando por muchos prados y lugares amenos y olorosos sin que hagan aprecio de su belleza, son arrastrado por olor de las cosas hediondas; así como las moscas, que no haciendo caso de las partes sanas van a buscar las úlceras, así también los envidiosos, no miran ni se fijan en el esplendor de la vida, ni en la grandeza de las obras buenas, sino en podrido o corrompido; y si notan alguna falta en alguno -como sucede en la mayor parte de la cosas humanas- la divulgan y quieren que los hombres sean conocidos por sus faltas: (Homilía sobre la envidia 3, 2).
Mas como esto no es posible evitarlo incluso sin hacer mal, como en el caso de San Pablo, hemos de estar dispuestos a presentar la verdad de los hechos y luego estar tranquilos, como dice San Gregorio Magno:
" ¿Qué importa que los hombres nos deshonren si nuestra conciencia sola nos defiende? Sin embargo, de la misma manera que no debemos excitar intencionadamente las lenguas de los que injurian para que no perezcan, debemos sufrir con ánimo tranquilo las movidas por su propia malicia, para que crezca nuestro mérito " (Homilía sobre los Evangelios, 3, 4).
– Con el Salmo 110 decimos: " Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor ". La fidelidad de Dios permanece para siempre y sus preceptos siguen siendo fuente de vida y manifestación de su bondad y de su justicia. En Cristo se manifestó de un modo insuperable la bondad, la fidelidad, la justicia de Dios y su inmenso amor a los hombres: " Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman. Esplendor y belleza son su obras, su generosidad dura por siempre; ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente. Justicia y verdad son las obras de sus manos, todos sus preceptos merecen confianza; son estables para siempre jamás, se han de cumplir con verdad y rectitud ". Es lo que hizo San Pablo ante los Corintios.
– Si 48, 1-14: Elogios de Elías y de Eliseo. Es una página lírica dentro del elogio de los antepasados. Se canta a Elías como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido. Desde la elección de Abrahán el signo del fuego resplandece en la historia de la salvación (Gn 15, 17). En Israel el fuego tiene sólo valor de signo, que hay que superar para hallar a Dios. En efecto, cuando Yavé se manifiesta en " forma de fuego ", ocurre esto siempre en el transcurso de un diálogo personal. No es el único símbolo. El fuego divino desciende entre los hombres en la persona de los profetas, pero entonces se trata ordinariamente de vengar la santidad divina, purificando o castigando, como en Moisés, como en Elías que es llamado " una tea ardiente ". San Cirilo de Alejandría dice:
" Este fuego es saludable y útil, por el cual nosotros, que estábamos fríos y muertos por el pecado y por la ignorancia del verdadero Dios, somos despiertos para la vida religiosa, y nos hacemos fervorosos en el espíritu, según dice San Pablo (Rm 12, 11); y conseguimos además la participación del Espíritu, a manera de fuego dentro de nosotros. Fuimos bautizados en el fuego, en el Espíritu Santo. Es habitual en la Sagrada Escritura llamar con el nombre de fuego a la enseñanza divina y a la fuerza y actuación del Espíritu Santo " (Comentario al Evangelio de San Lucas 2, 4).
– El Salmo 96 habla precisamente del fuego que abrasa a los enemigos, de relámpagos que deslumbran el orbe y la tierra se estremece. El reino de Yavé aparece como la venida de Dios, en toda su majestad, para juzgar al mundo, al final de los tiempos. Pero este juicio, a primera vista estremecedor, se convierte en un juicio liberador del justo. Por eso, el cristiano, lejos de temer, anhela la venida gloriosa del Señor que va a juzgar al mundo; porque ése es el acto culminante de la obra salvífica. Sin embargo, es un toque de alerta para que el cristiano expulse valientemente de su corazón tantos ídolos de aficiones y pasiones desordenadas, que esclavizan y envilecen al hombre. No podemos olvidar lo que dice el Salmo: " Delante de Él avanza fuego, abrasando en torno a los enemigos " .
– Mt 6, 7-15: La oración del Padrenuestro. Comenta San Juan Crisóstomo,
" Mirad cómo de pronto levanta el Señor a sus oyentes y desde el preámbulo mismo de la oración nos trae a la memoria toda suerte de beneficios divinos. Porque quien da a Dios el nombre de Padre por ese sólo nombre confiesa ya que se le perdonan los pecados, que se le remite el castigo, que se le justifica, que se le santifica, que se le redime, que se le adopta como hijo, que se le hace heredero, que se le admite a la hermandad con el Hijo unigénito, que se le da el Espíritu Santo. No es, en efecto, posible darle a Dios el nombre de Padre y no alcanzar todos esos bienes. De doble manera, pues, levanta el Señor los pensamientos de sus oyentes: por la dignidad del que es invocado y por la grandeza de los beneficios que de Él habían recibido " (Homilía 19, 4, sobre San Mateo).